No. 177 Jueves 18 de diciembre de 2008 |
“Cincuenta años después/ yo sigo siendo aquél/ le dijo el doctor Jekyll a mister Hyde/ tan joven y tan viejo/ buscando en el espejo/ mi look de Peter Pan/ y Dorian Gray”, dice el estribillo de la canción que Joaquín Sabina ha escrito especialmente para Rafael Martos Sánchez, mejor conocido en el mundo como Raphael, quien tomó la idea de su nombre cuando se dirigía a una audición en los años sesentas y vio un letrero que anunciaba la marca de aparatos eléctricos Philips (pero se leía filips); ahí decidió agregar esa ph que lo volvería original. Aunque ya era único, no era tan clásico, ni tan moderno, ni tan ye-ye; era el justo medio que seguramente le iba a gustar a las mamás y a sus hijas; y así fue: llenaba teatros en Moscú, cuando los españoles tenían prohibido viajar a la Unión Soviética; Pinochet, Somoza y Videla lo invitaban a cantar y él se dejaba querer. Cine, teatro, televisión le sonreían, además ya era un suceso en nuestro país, mucho antes de que Julio Iglesias agarrara un micrófono; en pocas palabras, fue la primera estrella latina Global, de eso no cabe duda y sus más de cincuenta millones de discos vendidos lo avalan. En España muchos lo consideran el niño bonito del franquismo, pero ahora une su voz en su nuevo disco con artistas declaradamente antifranquistas, como Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén, el propio Joaquín Sabina y Miguel Ríos, entre otros, y afirma que no es una especie de reconciliación porque nunca hubo pelea, y que además no es rencoroso (todos habían trabajado y colaborado juntos menos él); dice también que nunca se retirará, con 65 años, un transplante de hígado y la reivindicación de su figura por parte de artistas posmodernos como Alaska o Bunbury (¿a poco no cantan muy parecido?) anuncia una gira mundial para seguir deleitándonos con esas canciones que contienen toda su peculiar rebeldía en encendidas crónicas de amores imposibles, de pasiones desatadas y por supuesto de habladurías de la sociedad. Hace años acudí a verlo al Teatro de la Ciudad; un grupo de amigos y yo éramos los únicos jóvenes entre el público y el concierto parecía más una obra de teatro, la gente sentada sólo observaba, no tarareaba, ni seguía el compás de las canciones con los pies; y en efecto, el divo teatralizaba cada una de las canciones; de repente olvidaba el micrófono para imponer su voz y terminaba el concierto rompiendo un espejo al que le había cantado “yo sigo siendo aquél”. Al terminar, el público lo ovacionó por minutos y no le pidió la clásica otra. Mis amigos y yo nos escabullimos y logramos toparnos con el artista a la salida del teatro, antes de que subiera a la camioneta que lo llevaría a su hotel. Ante la mirada helada del que seguramente era su mánager, el divo amablemente nos dijo un poco hablando y un poco con señas que lo disculpáramos -mientras se ponía una bufanda- que se tenía que cuidar la garganta, pero alcanzó a preguntarnos: “¿les gusta como canto?” Ante la respuesta afirmativa, Raphael sólo sonrió, y acto seguido se marchó, no sin antes hacer una reverencia de las que acostumbra en su show. A mí me intrigó mucho que nos hiciera esa pregunta, la verdad sólo queríamos verlo más de cerca y cumplir todo el protocolo que aplicábamos a otros artistas cuando íbamos a un concierto (generalmente de rock): oír el disco antes del concierto, gritar en el show, comprar un souvenir y al terminar tratar de colarse a back stage para ver al artista. El caso es que nunca nos preguntamos qué haríamos si tuviéramos al artista cerca, aunque alguien siempre cargaba una cámara o una grabadora, esta vez no fue así. La verdad es que una gran parte de mi niñez y mi adolescencia me la pasé escuchando la radio, desde radionovelas, hasta la hora nacional, por lo que el bagaje musical, específicamente los baladistas españoles y argentinos que dominaban en los 70s y 80s me son muy familiares. Mis gustos musicales por supuesto han cambiado y aunque soy un ecléctico, debo confesarles, digan lo que digan, que en el soundtrack de mi vida hay una rola de Raphael. ¿Desea dar su opinión?
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