* El Frayba, de jTatic Samuel, pobre con los pobres
* El doctor Gómez Maza, el amor de los infantes
Debo aclarar primero que los premios al mérito no son santos de mi devoción. El cumplimiento del deber debería de ser connatural a los seres humanos. Y más a los dirigentes sociales, a los líderes de opinión, a los científicos, a los literatos. Y el cumplimiento del deber no requiere de premios. Sólo se está haciendo magistralmente lo que se debe y tiene que hacer. Además, los premios, comenzando con el Premio Nobel están tan devaluados y más los que asignan los gobiernos, que no tienen autoridad para decidir quién tiene merecimientos y quién no. Sin embargo, por esta ocasión, me congratulo por dos premios, bien dados y bien merecidos.
La semana pasada, la Casa de América de Madrid otorgó el Premio Bartolomé de Las Casas al Centro de Derechos Humanos "Fray Bartolomé de las Casas", fundado por mi maestro, y lo digo con orgullo, jTatic Samuel Ruiz García, y realmente mi maestro porque además de darme cátedra, me enseñó que lo que cuenta para hombres de fe no son los formulismos, ni los pietismos, ni los maceramientos, ni las idas a misa, sino el cumplimento a pie juntillas de los principios que el fundador de la comunidad cristiana, el nazaretano Jesucristo, dejó como herencia a la humanidad: amaos los unos a los otros como yo os he amado. Y en ese seguimiento, Samy ha dedicado su vida a la defensa de los excluidos, de los aplastados, de los despreciados, de los olvidados, de los pobres de los más pobres: los indios que son quienes, a propia confesión de él, lo evangelizaron a él y no él a ellos, porque le enseñaron a ver el mundo desde abajo y a gritar el reclamo al egoísmo de los poderosos, que no reparan en nada con tal de acumular riquezas a costa de aplastar cabezas, pisar manos y vientres, asesinar a sus semejantes en una lucha sin cuartel contra natura.
El Centro de Derechos Humanos "Frayba", como cariñosamente le bautizamos los alumnos y amigos de jTatic Samuel, ha dedicado tiempo completo a la defensa de los derechos humanos de los indios, particularmente, y de la sociedad desprotegida en general. Espléndida elección del jurado de la matritense Casa de América, que al otorgar el reconocimiento se homenajea a sí mismo, porque está actuando con realismo, pues fortalece el trabajo del equipo del Frayba y le cubre con un manto protector frente a sus detractores, sus perseguidores, aquellos que quisieran ver muerto a jTatic Samuel y que en el 94 hasta estuvieron decididos a encarcelarlo bajo la acusación de que él era el autor intelectual del levantamiento armado de los indios, aquella noche madrugada entre el 31 de diciembre de 1993 y el primero de enero de 1994.
Este premio me enorgullece y me llena de alegría. Es un grito de esperanza. Chiapas es a México lo que éste es a América Latina y al mundo. Es un nombre conocido hasta en los más recónditos rincones del mundo gracias a los indios que dijeron "Basta" aquel Año Nuevo, que vivimos los mexicanos y el mundo entero con sorpresa y con esperanza, pese a paraperiodistas que consuetudinariamente destilan hiel y satanizan a los indios, acusando de haber sido y ser manipulados por "aventureros revolucionarios" como el sub comandante Marcos, que –no reparan en ello– sólo es un icono encapuchado cuya identidad no está probada. El Premio Bartolomé de las Casas es convocado desde 1991 por la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación y la Casa de América, con el ánimo de reconocer el trabajo a favor del entendimiento y concordia con los pueblos indígenas y de la protección de sus derechos y respeto de sus valores. Lleva el nombre del fraile dominico y cronista Bartolomé de las Casas (1484-1566), símbolo de la defensa de los derechos indígenas. Tiene una dotación de cincuenta mil euros íntegros en metálico y una medalla con la efigie de Bartolomé de las Casas.
El segundo premio que me llena de alegría es el que el jurado otorgó al doctor Jesús Gilberto Gómez Maza, primero por ser mi hermano de sangre, y segundo porque ha dedicado toda su vida profesional (33 años) a la ciencia médica, previniendo y curando padecimientos de los niños. A riesgo de que alguien me desmienta, el doctor Gómez Maza –Gil, le hemos dicho de cariño, desde que tengo uso de razón– fue el primer pediatra, especializado en pediatría, que llegó a Chiapas, allá por la segunda mitad de la década de los 70. Y entonces comenzó esa historia de entrega a la niñez chiapaneca. Siempre estudiando, siempre poniéndose al día, tanto que hizo una especialización en Cardiología infantil, Gil no reparó nunca en hacer hasta lo imposible por alivianar el sufrimiento de los pequeños y de sus padres, particularmente de los más desvalidos, de los desprotegidos, de los que no pueden pagar un médico para salvar la vida de sus hijos. En innumerables ocasiones, a muchos pacientes, el doctor premiado no les cobraba la consulta y no sólo eso, sino que les proporcionaba el dinero para que la fueran a comprar a la botica. No es partidario de regalarles muestras médicas…
La medicina en México está demasiado prostituida, mercantilizada, es un producto comercial más de compra venta, y no es cara, sino carísima, a precios inalcanzables para la medianía de la población. Los precios de los medicamentos llegan hasta seis mil o diez mil por ciento en comparación con su valor real. Y muchos médicos se hinchan los bolsillos y sus cuentas bancarias lucrando con el dolor humano. En algunos estados, hay médicos que además de dedicarse al negocio de la medicina, se enriquecen con la ganadería, con actividades que no tienen nada que ver con su profesión, como comerciar con lo que sea hasta con antros de vicio y actividades turísticas. Los sistemas de salud pública no es que sean deficientes, como dicen las malas lenguas. Lo que ocurre es que es tanta la demanda por salud, que las instituciones de seguridad social no se dan abasto para atender como es debido a sus pacientes. El doctor Gómez Maza siempre fue partidario de la medicina institucional, social, pero la actitud fría, sin capacidad de sorprenderse, de quienes la dirigen lo obligó a abandonarla para dedicarse a la formación de jóvenes aspirantes a médicos, y fue por varios años catedrático de entonces Escuela de Medicina Humana de la Universidad Autónoma de Chiapas, donde también afrontó la desidia, la mediocridad, el oportunismo y hasta la deshonestidad de colegas sin escrúpulos y tuvo que renunciar para dedicarse, desde un austero consultorio, a cuidar de los niños que le arrimaban padres angustiados. Y tuvo un espléndido éxito no medido en términos de acumulación de riqueza, sino de acumulación de amores. Escogió ser pobre con los pobres y nadie lo puede acusar de vivir como viven los poderosos. Me alegra el premio porque a mi hermano le levanta el ánima, en momentos en que padece un padecimiento que no le deja respirar. Pero ahí sigue, sentado frente a su mesa, estudiando mientras llega un pacientito, un chaparrito. Felicidades, jTatic. Felicidades, Gil. Y a seguir, que los pobres de los pobres los requieren.
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