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No. 177 Jueves 18 de diciembre de 2008

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Los resultados electorales obtenidos a lo largo del 2008 dejan ver al PRI como el más probable ganador en las elecciones federales del 2009, percepción que refuerzan las encuestas sobre preferencias electorales levantadas hasta ahora. Nueve años después de haber perdido la Presidencia y tras una derrota catastrófica que lo llevó, en el 2006, a convertirse en la tercera fuerza en el panorama partidista, el PRI parece plenamente recuperado de sus males, listo para hacerse de la silla presidencial en el 2012.
 
Si bien falta tiempo para que estas percepciones se confirmen en las urnas, revisar los factores y las razones que permitieron la recuperación priísta puede ayudarnos a entender las sutiles relaciones que operan entre el electorado y los partidos y candidatos. Un recuento de esta naturaleza puede servirnos, también, para adelantar el posible comportamiento del PRI, como fuerza determinante en el Congreso, primero, y como Partido en el Gobierno, de darse su triunfo en el 2012.
 
Lo primero que tenemos que apuntar y que recogemos de la epidermis nacional, es que la recuperación del PRI es resultado del fracaso de sus contrarios, de dos administraciones del PAN que han sido reprobadas por sus pobres resultados. La REACREDITACIÓN del PRI no se debe, pues, a haber enmendado las fallas, los vicios, abusos y las omisiones, que lo llevaron a la derrota en el 2000 sino que es resultado de una TRANSICIÓN FALLIDA, una alternancia que llevó a la desesperanza de la ciudadanía, que hizo que ésta volteara hacia atrás, en rescate del "malo pero efectivo" que había desechado años atrás. Los panistas hablan de una REGRESIÓN DEMOCRÁTICA.
 
La derrota y el debilitamiento que experimentó el PRI como fuerza nacional, dio paso a su fragmentación, una suerte de "balcanización partidaria" que dejó el control del aparato en manos de grupos y personajes locales, de los gobernadores en los estados que siguieron gobernados por el PRI; de caciques o facciones priístas, en los estados sin gobernador priísta, como sucedió en Guerrero, en Yucatán, en San Luis Potosí o Chiapas, por citar sólo los casos emblemáticos.
 
El entronizamiento de Roberto Madrazo en el tricolor, primero como Presidente y luego como candidato, se fincó en el reconocimiento de estas fuerzas locales, en los estados donde ya las había, o en el apalancamiento a grupos o a personajes "de control", en aquellas entidades en las que el control del PRI seguía en disputa (vgr. Guanajuato, Morelos, Baja California). Por paradójico que parezca, la derrota de Madrazo, significó el aniquilamiento del madracismo en la estructura nacional, pero en cada entidad representó la consolidación de las fuerzas locales que lo conformaron.
 
Conviene recordar que éste fue el PRI que encontraron Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y Beatriz Paredes, a la hora que llegaron a los mandos del "aparato nacional". Lo sabían de antemano y lo conocían a la perfección porque tanto Beltrones como Emilio Gamboa fueron operadores del madracismo y a ellos les tocó participar en la confección de las listas de candidatos al Senado y a la Cámara de Diputados, contingentes que ahora "pastorean". Paredes Rangel se enfrentó a Madrazo antes de su ascenso partidario y lo volvió a hacer tras su derrota electoral.
 
Pero lo importante para atisbar y comprender el comportamiento que a futuro pudiera tener el PRI es tener presente que la RECUPERACIÓN de ese partido como opción electoral se finca en los resultados obtenidos en contiendas estatales, en las que las huestes y los candidatos priístas triunfaron abrumadoramente, arrasaron utilizando las viejas artes de la corrupción, la subordinación, la coptación y el amedrentamiento. Cualquier intento de rectificación a la corrupción o al autoritarismo que se haya podido dar tras la derrota del 2000, fue literalmente erradicado por los usos y las costumbres del madracismo, gozosamente recogidas y aumentadas en cada edición local. El avasallamiento del contrario con el "músculo del pueblo" es la convicción que sostiene y hermana a las versiones estatales de la "ola roja".
 
La recomposición del PRI como fuerza nacional es un "efecto reflejo", la SUMA VIRTUAL de fuerzas inconexas –y hasta encontradas- que permitió aprovecharse de las debilidades del Ejecutivo Federal y del panismo, sobre la fuerza que acumulan y representan los 32 PRI's: SE NEGOCIA EN NOMBRE DE ELLOS, PERO EN AUSENCIA DE ELLOS.
 
Los espacios que se abrieron en las cúpulas del país por la incompetencia del PAN y de las derechas son idóneos para el desempeño de personajes del corte de Manlio Fabio Beltrones y de Emilio Gamboa, que pueden llegar a acuerdos (en política, cualquier precio resulta barato) con cada uno de los 18 gobernadores priístas SIEMPRE Y CUANDO NEGOCIEN CON CADA UNO POR SEPARADO. Beatriz Paredes, sin responder al perfil cortesano de Beltrones y de Gamboa, se ha visto en la necesidad de asumir la misma estrategia del "poder reflejo".
 
Juntos, los gobernadores priístas son inmanejables: todos ellos se sienten y se comportan como iguales, no reconocen la superioridad de nadie, ni de instancia alguna.
 
La posible candidatura de Manlio Fabio Beltrones o de Enrique Peña Nieto (y de la propia Beatriz Paredes) depende de la capacidad que demuestren para obtener el respaldo del mayor número de gobernadores del PRI o, por lo menos, de los gobernadores con mayor "peso electoral", y con el respaldo, también, del mayor número de aparatos partidarios en los estados gobernados por partidos distintos al PRI (Jalisco, posiblemente Nuevo León, Guanajuato, Chiapas, entre los principales. El D.F. es terreno perdido para el PRI).
 
Pero, ojo, una vez que se tenga la candidatura, el abanderado del PRI deberá tener la capacidad necesaria para obtener y mantener el respaldo de los personajes y de los grupos que apoyaban "al otro", para que no se repita la estrategia de desgajamiento que se dio en la elección del 2006, operada por Elba Esther Gordillo, que tenía pleno conocimiento y dominio de las fracturas que quedaron tras el proceso interno del PRI (de lo que se conoció coloquialmente como TUCOM).
 
En la siguiente entrega analizaré al SALINISMO como factor clave de la recuperación electoral del PRI.

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