- El duelo aún no termina entre los actealenses
- Mañana, una parada más en el tiempo de la muerte
El dolor es profundo, una purulenta cicatriz que no cierra. Fueron 45 seres humanos que fueron masacrados hace once años por las fuerzas diabólicas del establecimiento político en ese pueblo que aún llora a sus muertos, porque estos siguen viviendo en el corazón de los habitantes de Acteal y aún no han sido enterrados en la montaña de la serenidad colectiva y menos individual.
En el pueblo se reunirán los hombres y las mujeres verdaderos, a decir su palabra verdadera, a revivir a los muertos, porque estos aún no han sido ni lo serán depositados en el archivo de la historia, en tanto no se lave y cure la herida que le infligieron a Acteal los asesinos. La memoria histórica de la muerte prematura, sin sentido y, lo peor de todo, anunciada como aquella de Artemio Cruz en los lares de Macondo.
Hoy, los actealenses estarán muy bien acompañados por sus amigos, particularmente los obispos Raúl Vera López y Samuel Ruiz García, que los han acompañado siempre, y han sido un consuelo para las afligidas madres, padres, esposos, hijos, nietos de quienes murieron abatidos por las balas de los paramilitares aquel 22 de diciembre de 1997, entre el odio y la venganza, entre la revancha y el terror contrainsurgente y eso que la subversión actealense era puramente espiritual porque si hay un pueblo místico, religioso, buscador de la paz interior y común y que descubrió que la única ley es aquella de "amaos los unos a los otros…", es Acteal, uno de los primeros pueblos que evangelizaron, que convirtieron a jTatic Samuel y a muchos hombres y mujeres hace ya casi 49 años.
Acteal es el icono del sufrimiento de los más pobres de los pobres de este planeta: los indios, dueños originarios de la tierra, desplazados, excluidos, condenados a sobrevivir en la oscuridad porque ya no tenían a sus dioses protectores y llegaron del otro lado del mar hombres desalmados que con la espada y la cruz los hicieron trizas. Siempre la espada y la cruz han sido utilizados para devastar al hombre, para humillarlo, para torturarlo, para matarlo… Por eso no entiendo la veneración cristiana a la cruz, el peor de los instrumentos de tortura y de muerte, síntesis de todos los instrumentos de tortura que ha imaginado y construido la perversidad de la mente humana.
Once años de dolor y duelo y no esperen, amigos actealenses, que los de arriba hagan justicia. No la hicieron. No la están haciendo. Y nunca la harán. Ellos ya olvidaron la masacre. Ellos están en lo suyo: en hacerse del poder político y económico para vivir como viven los reyes que, aunque parezca increíble, todavía subsisten y en países "civilizados", viviendo a costa de la sangre, el sudor y las lágrimas de los trabajadores. Así que el duelo tiene que ser confortado con una terapia colectiva y continuar bregando por esa anunciada liberación de los pobres que en estos días los cristianos celebrarán con los belenes, con los nacimientos, con las piñatas, con las posadas. Belén-Gólgota-Pascua-Insurrección de la Resurrección-Liberación.
Este columnista, suficientemente maltrecho del cuerpo, no puede acompañarlos físicamente, en la celebración del duelo por los mártires, pero siempre ha estado, está y estará con ustedes de aquí a la Eternidad. Su corazón está en Acteal porque –y no es ésta la única razón- fue una de las primeras comunidades que visitó hace ya casi 49 años, precisamente acompañando a jTatic, en uno de esos viajes pastorales que realizaba antes de abrir el alba para estar con sus amigos, con sus hermanos de los pueblos y comunidades chiapenses y aprender de ustedes, que deben sentirse orgullosos de ser sal de la tierra y luz del mundo, aunque haya aún, y lo seguirá habiendo, gente que, llena de egoísmo, de odio, de racismo, quiera que desaparezcan, pero no podrán conseguirlo porque los espíritus mayas les dan fortaleza y la madre Tierra les da y les mantiene la vida y vida en abundancia.
Desde este espacio les envío un saludo y un abrazo fraternal, amigos de Acteal, aunque no me conozcan. Y les deseo paz y serenidad para celebrar, después de su Gólgota del 22 de diciembre de hace once años, el Belén que anunció la liberación a los pobres, a los oprimidos, a los desplazados del modelo de sociedad que hay entretejido los poderosos de este mundo, pero que no es el mejor para el ser humano y eso lo estamos viendo en la debacle que ahora afronta el Imperio, que tiene que hacer todo lo que les criticaba a los socialistas para intentar salvarse, aunque creo que ya es tarde y que pronto surgirá un nuevo amanecer en el mundo y en este México triste, en donde los poderes institucionales están enfrentando la violencia, la sangre y la muerte y los trabajadores están padeciendo las estupideces de los financieros, de los grandes detentadores de la riqueza.
Belén-Gólgota-Pascua son la vida del hombre verdadero, queridos amigos y hermanos actealenses.
VIRGINIA SENDEL Y CARMEN ARISTEGUI
- Las reconoce la ALDF con la medalla al Mérito Ciudadano 2008
- Tantos periodistas asesinados por destapar la gran cloaca del país
Es loable que los periodistas destacados en la televisión y que burlan la censura tanto de empresarios como de gobiernos y poderes fácticos, en la medida en que esto se puede realizar en los medios electrónicos sean premiados, pero estos mismos premiados no me dejarán mentir que los muertos que andan entre las patas de los caballos, los reporteros que se rifan la vida en los operativos antinarco, o que en las poblaciones y ciudades pequeñas se enfrentan con la información a los de arriba, a los narcotraficantes, al crimen organizado, a los criminales de cuello blanco, a los gobernantes criminales, que no todos lo son, sólo son noticia de páginas o espacios policiacos, cuando fueron asesinados, o desaparecidos, o levantados, en el filo rojo (expresión reveliana) del trabajo cotidiano de enfrentar el dilema de la vida y la muerte. Esos son olvidados. Nadie se acuerda de ellos. Ya murieron, ya fueron enterrados. O nunca aparecieron, como los compañeros reporteros y camarógrafos de TV Azteca, que hace meses nadie sabe de ellos.
Los premios son muy merecidos por las colegas citadas. Pero ellas están vivas. Y sólo cumplen con su deber, con el trabajo a sueldo, que realizan con total entrega luchando por abrir espacios a la información verdadera, al análisis crítico, a la denuncia de la injusticia. La injusticia, queridos lectores, es el único delito en el mundo, del cual derivan todos los demás crímenes cometidos por cerebros aberrantes, inconscientes, o perversos tanto desde los poderes institucionales como de los de hecho. Un homenaje, desde este espacio, a Carmen y a Virginia. Lo merecen. Dos periodistas que han dedicado su vida profesional al periodismo profesional, serio, analítico, crítico, pero, mis queridas colegas, por favor cuélguenle en el pecho la medalla a los compañeros que día a día se juegan la vida en el campo de batalla de esta guerra estúpida y sin sentido que ha cobrado ya poco más de cinco mil asesinatos, asesinatos registrados, pero que pueden ser más contando con los que nunca se conocieron ni se conocerán. Y todo por la soberbia, por la sevicia de carniceros a sueldo - ¡y vaya que sueldos! – como los 450 mil dólares mensuales que recibía del narcotráfico un ya tan conocido que no vale la pena mencionarlo un alto mando de la maquinaria anticrimen.
Los señores diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y todos que gustan y se solazan en entregar preseas tienen que tomar en cuenta la realidad de este país. Los periodistas que cubren las fuentes policiacas viven en el filo de la navaja, sin protección alguna, y menos con los reflectores y las cámaras sobre ellos. Trabajan en la oscuridad del submundo del crimen. Y lo hacen muy bien. Son trabajadores anónimos, cuyo anonimato sólo sale a relucir cuando son amenazados de muerte, levantados, secuestrados o hechos trizas en incluso a las puertas de su casa o en las propias redacciones de los diarios impresos principalmente.
Y con esta reflexión están de acuerdo Carmen Aristegui y Virginia Sendel. No les desmerece su entrega, su profesionalismo, su profundidad, su darse por completo a la talacha diaria de informar y analizar la realidad profunda de este México profundo, en donde hemos llegado a ver que la vida ya no vale nada o vale el precio que pongan los testaferros de los grandes capos que controlan el comercio de las drogas en el gran mercado estadounidense, como los 450 mil dólares de mesada antes mencionados.
El ser ciudadano, más que un mérito, es ahora un riesgo y riesgo de todo, de secuestro, de asalto, de robo, de muerte. El periodismo de denuncia es un deber de todo periodista que se confiesa periodista. El desasolve de caños putrefactos es realmente de valientes o de temerarios que desafortunadamente no tienen la protección de la fama, de los reflectores, de la imagen a cuadro. Pero en el periodismo hay también división del trabajo. Y cada uno de los verdaderos periodistas – no de los paraperiodistas que usted y yo conocemos muy bien – cumple su deber, hace su trabajo con maestría, ya sea en el campo de batalla de la guerra o en los estudios de las televisoras, o en las cabinas de la radio, o desde las páginas de la llamada web, en donde muchos se han refugiado para burlar la censura.
Por ello, me congratulo del homenaje que los señores diputados les han hecho a las periodistas mencionadas. Pero me veo obligado a alertar que hay muchos otros periodistas que van por la vida deshaciendo tuertos, algunos son desaparecidos, otros maltratados por las fuerzas del orden, otros amenazados cotidianamente y otros vuelven a casa envueltos en una bolsa plástica. Dieron su vida y ganaron su muerte por la verdad, esa verdad incómoda para los poderes de arriba, que olvidan jamás en la historia nadie, ninguna nación, ha ganado una guerra y menos una guerra contra un enemigo tan poderoso como el crimen organizado que responde a intereses de grandes padrinos que no están aquí sino en búnkers financieros allende el Bravo.
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