Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre "Maravilla de Consejero", "Dios Fuerte", "Siempre Padre", "Príncipe de Paz". (Is 9,5) Los saludo con afecto fraterno y deseo para ustedes lo mejor, en esta renovación en nuestra historia, por medio de la celebración del misterio de la Navidad, de la venida del Hijo de Dios al mundo, en nuestra condición humana, nacido de la Santísima Virgen María. Un niño nos ha nacido Es la alegría de los pobres Esto explica las expresiones de esperanza que brotaron del corazón de Isabel ante María: “¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1,45). Y el cántico de María ante Isabel: “…Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava… el poderoso ha hecho obras grandes por mí… Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón… enaltece a los humildes… a los hambrientos los colma de bienes… Auxilia a Israel su siervo…” (Lc 1,46-48.49;51-53.54).;. Expresiones parecidas encontramos en boca de Zacarías el día que se destrabó su lengua, durante la ceremonia de circuncisión de Juan el Bautista: “Bendito sea el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo… Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian… Para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días…” (Lc 1,68.7173-75). Lo mismo podemos decir de la alegría del anciano Simeón en el templo, cuando toma a Jesús en sus brazos: “Ahora Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque mis ojos han visto a tu salvador…” (Lc 2,29-30). Todos estos personajes, incluyendo a José el esposo de María y a los pastores de Belén, pertenecían al grupo social de los “anawim”. Jesús no defraudó las esperanzas de los pobres, San Lucas nos transmite en su Evangelio que al inicio de su vida pública, en la sinagoga de Nazaret, le tocó leer el texto del profeta Isaías que dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”; al terminar devolvió el libro al Jefe de la Sinagoga y dijo: “Hoy se ha cumplido ante ustedes esta profecía” y (Lc 4,18-21; Cf. Is 61,1-2). Él anunciaba así las principales características de su actividad salvadora en el mundo. El discurso de las Bienaventuranzas que el Evangelio de San Mateo nos transmite como discurso inaugural de Jesús, se dirige en primer lugar a los “anawim”, los pobres en su espíritu, los afligidos, los que tienen hambre y sed de justicia, los humildes y desprotegidos (Cf. Mt 5,3-6), asegurándoles que sus esperanzas quedarían colmadas. Tanto en Lucas como en Mateo, los anawim son convocados, no solamente como receptores pasivos del Evangelio, sino como actores y colaboradores activos de él. El texto del profeta Isaías que Jesús leyó en la Sinagoga de Nazaret, refiriéndose a los oprimidos y marginados que Dios rescata de su situación miserable, dice: “Se les llamará robles de justicia, plantación del Señor para manifestar su gloria. Edificarán las ruinas seculares, los lugares de antiguo desolados levantarán, y restaurarán las ciudades en ruinas, los lugares por siempre desolados. Porque, como una tierra hace germinar plantas y como un huerto produce su simiente, así el Señor Dios hace germinar la justicia y la alabanza en presencia de todas las naciones” (Is 61, 3-4.11). Por igual, en el discurso de las Bienaventuranzas del Evangelio de San Mateo, los pequeños a quienes Jesús habla, son también convocados a ser sujetos activos de la misericordia, de la paz y de la justicia que la hace posible, y son invitados a asumir las causas de Jesús, no obstante las persecuciones que por esta razón deban de sufrir (Cf. Mt 5,7. 9-12). El Rey justo y su Reino En el Evangelio encontramos diversas invitaciones, explícitas e implícitas que Jesús hizo a distintas personas a ingresar en su Reino, y también explicó en distintas ocasiones la manera como viven los discípulos del Reino de Dios. En cuanto a lo primero: al joven rico lo invitó a vender todos sus bienes, a repartirlos entre los pobres y venir con Él a anunciar el Reino (Cf. Mt 19,16-21); a Nicodemo le habló de la necesidad de un nuevo nacimiento de lo alto, por el agua y el Espíritu, para ingresar en el Reino de Dios (Jn 3,3-8); a Zaqueo el publicano lo conmovió, entrando a su casa a comer con él, éste prometió devolver cuatro veces más a quien hubiera defraudado y entregar la mitad de sus bienes a los pobres. Jesús se alegró de su reacción positiva y dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también este es hijo de Abraham” (Cf. Lc 19, 1-10); al mismo Pilato Jesús le ofreció la oportunidad de salirse de la trampa en la que lo metieron los sumos sacerdotes, cuando le dijo abiertamente que Él efectivamente era Rey, que había venido para ser testigo de la verdad y que todos los que eran de la verdad, escuchaban su voz, es decir, comprendían su mensaje (Cf. Jn 18,37). Como Pilato estaba al servicio del reino de la mentira, prefirió quedarse ahí. En cuanto a la manera en que viven los discípulos del Reino: Jesús declaró que está en la verdad quien entiende y acoge su palabra, y que todos los que la cumplen llegan a gozar de la verdadera libertad (Cf. Jn 8,31-32), de modo que en el Reino de Jesús se vive en la verdad y en la libertad; también advirtió que no se podía servir a Dios y al dinero (Cf. Mt 6,34 ) e irónicamente dijo que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja, que un rico entrara al Reino de los cielos (Cf. Mt 19,24). Con estas enseñanzas Jesús dejo bien claro que en el Reino de Dios no se puede vivir con los criterios que justifican la desigualdad social, ni es válida la acumulación de bienes y oportunidades de crecimiento de unos, a costa del empobrecimiento y el subdesarrollo de otros, porque en su Reino se practican la justicia y la equidad, y se valora la dignidad de cada persona (Cf. Lc 16,9-13; 19-31). En este sentido también Jesús les enseñó a sus discípulos que el ejercicio de la autoridad en el Reino, se realiza a partir del ejemplo de servicio que Él mismo dio, porque Él no vino a ser servido, sino a servir (Cf. Mt 20,26-28), y que por lo tanto, en el Reino, no se entiende la autoridad como poder despótico que oprime y esclaviza (Cf. Lc 22,25), sino como un servicio que nace del amor y que promueve a las personas y a la comunidad en su conjunto (Cf. Jn 15,12-13). Nos ofrece la vida Plena La reflexión de este Capítulo 8 la complementan, en primer lugar, el Capítulo 7, que habla de la Misión de la Iglesia al Servicio de la Vida Plena y, después, los Capítulos 9 y 10. Estos últimos se refieren a la persona, a la Familia, a la vida y a la cultura. Todos forman en su integridad la Tercera Parte del Documento Conclusivo. La temática de ellos toca aspectos fundamentales de la vida personal y social del ser humano, que los obispos latinoamericanos consideran deben ser asumidos y atendidos en la actividad evangelizadora de la Iglesia, pues “Jesucristo –dicen ellos- es la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad, la felicidad, la justicia y la belleza… inquietudes que están arraigadas en el corazón de toda persona y que laten en lo más humano de la cultura de los pueblos” (Aparecida, Documento Conclusivo, n. 380). Lo que aprendemos de Él esta Navidad Recordar y meditar en esta Navidad su mensaje de amor y de paz, y guardarlo en nuestro corazón como lo hacía María (Cf. Lc 2,19; 2,51), nos pone en condiciones de recibirlo a Él en nuestros corazones y en la sociedad entera, y emprender juntos el camino que Él mismo recorrió aquí en la tierra, marcado por la obediencia a su Padre Celestial; el amor hasta la entrega de la propia vida por los demás; la misericordia con los pobres y los pecadores; la justicia como fundamento de la construcción de una paz verdadera y perdurable y el apego a la verdad que garantiza la auténtica libertad, en el respeto a la dignidad que Dios le da a cada hombre y a cada mujer que vienen a este mundo. Al meditar en el modelo de vida con el que Él se condujo a su paso por este mundo, se vuelven mucho más comprensibles las palabras con las que Él nos invita a salir del egoísmo que nos agobia y nos cansa, y a tomar sobre nosotros el yugo suave y la carga ligera del amor que nos pone al servicio de la paz, de la justicia, de la verdad y de la libertad: “Vengan a mí los que están fatigados y agobiados y yo les daré descanso… aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y hallarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11,28-29). Lo que nos agobia y nos duele Desgraciadamente, en México y en Coahuila son alarmantes los grados de descomposición social provocados por miembros de la delincuencia organizada, esto lo sabemos porque ellos mismos así se ostentan ante la sociedad cuando cometen sus fechorías, el tipo de armas y vehículos que utilizan, sus modos de actuar y de proceder con sus víctimas están ya muy tipificados. También conocemos esto por las ramas de las mafias que son desarticuladas, con las detenciones de personas, la confiscación de armamento y de cargamentos o almacenamientos de drogas. El crecimiento de la violencia, el alto grado de impunidad en el que se realizan la gran cantidad de actos criminales en el país y los datos que nos proporcionan los medios de comunicación, acerca de funcionarios públicos coludidos en el crimen organizado, indican que una parte importante de nuestras estructuras políticas y de justicia están al servicio de este tipo de delincuencia, que corrompe a las personas que están dentro de ellas, para propiciar la impunidad. La tentación de la ciudadanía, sobre todo en el ambiente empresarial, es formar sus propios grupos armados, que los defiendan de quien no lo está haciendo el Estado. Sería un error muy grave. Personalmente tengo la experiencia de los grupos paramilitares en Chiapas, que no han sido otra cosa que asesinos a sueldo, fuera de todo marco legal, que incrementaron la violencia y la inseguridad en la región. Jesús, camino seguro a la Paz Frenar el clima de violencia propiciado por el crimen organizado está en manos del Estado Mexicano, con la intervención de sus tres niveles, federal, estatal y municipal. Para ello se debe frenar decididamente la corrupción y romper el círculo vicioso de la impunidad, que propician sus estructuras políticas y jurídicas, corroídas por las complicidad con el crimen. El camino de solución a este problema va por el fortalecimiento de nuestras Instituciones y deben comprometerse a ello los tres Poderes de la Unión, y los correspondientes poderes en cada estado de la República. Para frenar la corrupción y la impunidad, tienen un papel muy importante los Partidos Políticos, pues la infiltración del ambiente político, tiene como una de sus vías el financiamiento de las campañas electorales. En una palabra, es posible alcanzar la paz y recobrar la seguridad en México. Para ello es necesario colocar a la política dentro del marco ético que le corresponde; esto dará a los funcionarios públicos la suficiente autoridad moral ante la ciudadanía, sin cuya colaboración es imposible vencer al crimen organizado. Es evidente que la pacificación del país y la superación de la problemática de la delincuencia organizada, no se realizará sin la participación de toda la sociedad. La Iglesia, las instituciones educativas, los medios de comunicación social, los empresarios, las instituciones financieras, los organismos de la sociedad civil, con sus distintas áreas de influencia, las y los defensores de los derechos humanos, los sindicatos, las organizaciones campesinas y obreras, las familias, las comunidades de vecinos, etc., todos los sectores sociales tenemos la grave responsabilidad de hacernos presentes ante las autoridades, para exigirles que cese la impunidad y la corrupción, principales causas de esta situación. Al mismo tiempo debemos trabajar por una cultura de la vida y de la legalidad, en un contexto de respeto a la dignidad humana y a sus derechos fundamentales. Tenemos que pugnar por un México más justo, con equidad y justicia social, pues no podemos negar que la violencia ha crecido en la sociedad mexicana, conforme han disminuido las políticas públicas que deberían propiciar un desarrollo sustentable en el país, esto se hace más urgente ante la crisis económica mundial. El nacimiento de Jesús nos da la esperanza cierta de que para México y Coahuila es posible la paz. Él nos ha indicado el camino y nos ha dado su Espíritu, que nos impulsa a construirla día con día. Con esta confianza y lleno de ánimo por este futuro mejor que nos ofrece Jesús, el Príncipe de la Paz, envío para todas y todos ustedes mi saludo y felicitación de Navidad, lleno de grande afecto y gratitud. Que María Santísima abra nuestro corazón al amor, la fuerza incontenible que a ella la mantuvo junto a su Hijo, desde el Pesebre hasta la Cruz, y la asoció a la Gloria de su Resurrección, para que también nosotros perseveremos en la misión que Él nos confía en estos momentos de la historia. Saltillo, Coahuila, diciembre de 2008 Fr. Raúl Vera López, O.P. ¿Desea dar su opinión? |
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