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No. 162 Jueves 27 de Noviembre de 2008

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Las declaraciones de Georgina Kessel realmente son para ponerle el pelo de punta a cualquiera. No sabemos si son expresión de torpeza máxima o si por el contrario es una forma de tantearle el agua a los camotes,  ver qué tanta reacción provocan sus palabras para luego ir haciendo al discurso las correcciones que se vayan necesitando. Así pasó con lo que expresó aquí en la cumbre de negocios y así vuelve a pasar cuando hace un par de días (24 Noviembre, La Jornada) declara que se hará exploración y explotación petrolera en la Cuenca del Sureste incluyendo la selva Lacandona,  además de mencionar que Chiapas tiene “vocación” para la producción de biocombustibles, cualquier cosa que esto signifique. La diferencia en los casos es que en la primera ocasión fueron particularmente los legisladores “de oposición” Acosta y Navarrete, del grupo de los Chuchos, quienes apuradamente le enmendaron la plana a la secretaria señalando que la señora no sabía lo que decía, claro, se les caía el teatrito de que habían parado la privatización; el día de hoy es la misma Kessel quien recula, rectifica, aclara que nunca mencionó a la Lacandona como el lugar donde se haría el trabajo petrolero.
La selva Lacandona es uno de los pocos reductos de selva tropical en buen estado de conservación, o lo era cuando los lacandones la tenían bajo su total cuidado. Esta comunidad minoritaria, cuya población no alcanzaba el número  de 500 hace un lustro, vivía en perfecta comunión con la naturaleza, se encargaban de los sitios arqueológicos, en especial Bonampak, dedicando gran celo a su preservación. Totalmente pacíficos obtenían de la selva su sustento y a ella cuidaban; con o sin títulos de propiedad sabían que nadie puede ser propietario de la naturaleza, por lo que aceptaron sin pelear compartir sus tierras con desplazados de otras etnias, las cuales traían consigo prácticas de vida y productivas dañinas:  tala de árboles para la siembra intensiva o peor aún la cría de ganado, poco cuidado al ambiente, contaminación a las aguas, porque los nuevos no eran y no se sentían parte de la selva, la ocupaban como cualquier otra tierra para subsistir sin comprender a cabalidad lo que la ella significa: una riqueza invaluable de biodiversidad que requiere de cuidado para su preservación.
Por otro lado, la selva se encuentra enclavada en áreas que son valiosas para el capital que todo lo ve bajo la óptica del dinero y concibe el progreso sólo en los términos de bienes privados.  ¿Formará parte esta intentona de revivir el -fallido en otro tiempo- Plan Puebla Panamá que incluya, cómo si no, carreteras que atraviesen las tierras indígenas con el consecuente despojo de territorios y recursos? Carreteras que significarán desarrollo, estarán prestos a decir los promotores de estas medidas. Expoliación, sentirán los pueblos originarios.
Será interesante observar la postura de los diferentes grupos indígenas ante la amenaza gubernamental de entrar a sus  territorios por el petróleo, con la devastación ambiental y despojo a las comunidades que esto conllevará. Y digo que deberemos estar atentos porque en la reciente lucha por la defensa energética, los indígenas chiapanecos, el movimiento zapatista particularmente,  no dejaron oír su voz, se mostraron refractarios y  lejanos al movimiento. Por un lado es comprensible: los compañeros del Frente de Trabajadores de la Energía, que incansablemente recorren comunidades para explicar la problemática de los energéticos, cuentan que resultaba difícil elaborar argumentos para la defensa del petróleo ante grupos indígenas puesto que decir que iba a encarecerse el precio del gas o la electricidad no les decía nada ya que ellos no cuentan con gas ni electricidad; sin embargo, dicen, había una receptividad “natural” hacia el tema del petróleo, como una marca de origen que los mexicanos lleváramos tatuada en el ánimo y que les hacía comprender que si con el petróleo en manos del Estado les (nos) va mal, en manos extranjeras la situación empeoraría. Por otro lado, éste puede ser el primer punto de lucha en común que tengan  dos de los movimientos populares más importantes del país, y que debe demostrar la pertinencia y necesidad de un trabajo conjunto.
Quienes participamos en el movimiento en defensa del petróleo no podemos menos que manifestarnos contra el amago de saqueo que pretende el gobierno federal hacia las comunidades y el hábitat de la selva Lacandona.

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