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29 Agosto 2011
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ANÁLISIS A FONDO
Monterrey será la gota…

Francisco Gómez Maza

Lamentablemente, no
Qué país tan desgraciado

Ciudad de México.- Esta tragedia tiene que parar. El foro y el aforo están anegados de sangre y muerte, y desaparecidos, de cientos de miles de hijos e hijas, en la orfandad; de esposas y esposos, en la viudez y el abandono total; de padres y madres, en el dolor por la muerte, la desaparición, el secuestro, en encarcelamiento de un hijo, de un hermano, de un familiar.

Jamás habría creído que el país se nos desbarataría entre las manos. Pero está sucediendo, sin que nadie lo evite.

México se está desbaratando, se está haciendo mierda, en nuestras manos.

Y lo peor es que estamos convencidos de que tienen que morir cientos de miles de seres humanos en aras de acabar con las bandas del narcotráfico y del crimen organizado. Una tarea infernal que nunca parará porque jamás acabaremos con ellas. Están en este mundo desde que Caín mató a Abel.

A falta de investigaciones serias de las agencias de inteligencia nacionales ─particularmente el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen)─, en las redacciones de los periódicos se hacen cálculos meramente especulativos y se afirma que llevamos 50 mil muertos y unos 15 mil desaparecidos. Más los que se acumulen hoy. Puede ser. Puede que sean más… Hartos muertos en tan sólo cuatro años y ocho meses.

El ataque incendiario al regiomontano Casino Royal, con sus 52 víctimas de un jalón tendría que ser la gota que derramara el vaso. Pero…

Pero la cuenta de la muerte continuará en tanto los responsables de la seguridad pública no hagan un alto en este camino sanguinario y reflexionen.

¿Lo podrán hacer?

¿Estarán dispuestos a inventariar los costos y “beneficios” de esta carrera dia-bólica?

Razonablemente, lo tendrían que hacer. No es posible ya tanta sangre, muerte, dolor y lágrimas.

Los mexicanos no se merecen esta perra vida que están sobreviviendo, que están muriendo.

Esta guerra no la ganará nadie.

Ninguna guerra la ha ganado nadie en la historia de la humanidad. Ni siquiera las “guerras santas”. Y todos hemos perdido.

Las bandas del crimen del narcotráfico están financiadas por las grandes sociedades consumidoras de estupefacientes y, concretamente, ésta, por los Estados Unidos, donde la demanda de drogas ilícitas es fenomenal y de donde nos vienen las armas.

Lugares comunes: Ellos, los estadounidenses, ponen los consumidores de drogas ilícitas, y las armas de alto poder, y nosotros, los mexicanos, ponemos los muertos.

Así ha sido siempre.

Sólo que ahora alborotamos el avispero y ya no queremos, ni sabemos, como parar. Es más, no concebimos que esta guerra deba pararse. Estamos convencidos de que los muertos inocentes son sólo “daños colaterales”.

Pero qué barbaridad. Tantos muertos, tantos daños colaterales.

Y sale sobrando todo lo que digan las voces congruentes, cuerdas, de sano juicio. Al narcotráfico y al crimen organizado, hermanos siameses, no se le combate con fuego. Se les combate con inteligencia.

Si se prohíbe el consumo de estupefacientes, se generan el mercado paralelo, el mercado negro y, por consiguiente, el dinero sucio. Se provoca el contrabando, la confrontación entre los mercaderes de lo ilícito. Y se encarece el producto porque la demanda es más alta que la oferta.

La violencia encarece el comercio ilegal y, lo que es más grave, genera más violencia y, por consiguiente, un titipuchal de muertos, desaparecidos, levantados, secuestrados y más si hay autoridades políticas y policiales involucradas, cómplices, con las bandas, como es el caso mexicano.

Pero, quién acepta que es urgente cambiar la estrategia. Combatir al narco con la cabeza; no con el hígado. En una palabra, despenalizar el comercio y el consumo de las drogas. Hay que recordar que la violencia en las grandes ciudades estadounidenses, en tiempos de Al Capone y de Eliot Ness, no se acabó hasta que el consumo de alcohol no fue despenalizado. Y lo hemos dicho: el alcohol es una droga más mortal que la cocaína.

Mas, no pasará nada. Mientras el presidente Calderón esté en la silla presidencial continuará el combate. Él está convencido de su cruzada. No importa el número de muertos.

Y no es por perversidad, sino porque así lo manda la ideología. Es lo que hay que hacer. Atacar a las bandas a fuego abierto, sin importar las consecuencias. Es una postura ideológica. Como la de Adolfo Hitler. Acabar con los judíos porque son indignos de la vida. O como los estadounidenses. Acabar, primero con los comunistas, porque son hijos del diablo y, ahora, acabar con los pueblos árabes porque son hijos de Bin Laden. Terroristas que no merecen vivir en el concierto de la gente de bien, de buena conciencia.

Así que muchos ciudadanos podrán desgañitarse en las plazas de las ciudades mexicanas, organizando “cacerolazos” en protesta por la masacre del Royal. No habrá eco. Y hay muchos mexicanos que apoyan la estrategia. Se trata de una guerra. Y en las guerras, a pesar de los códigos de la guerra, se vale todo.

La esperanza de un cambio radical está a un año y cuatro meses. Cuando el presidente de la república le cruce la banda presidencial a su sucesor. Pero si éste viene siendo del mismo partido, pues nos seguiremos jodiendo.

 


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  © Luis Lauro Garza Hinojosa