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Una entrevista impresa es siempre un duelo de dos en el que sólo podemos participar como oyentes. También podemos tomar partido, pero los duelistas no los sabrán y, por lo tanto, no podremos influir en el derrotero y destino del duelo (o sea, de la charla).
Eso es lo que nos pasa con Retratos hablados*: podemos sentir la emoción del intercambio de ideas, del sabor de los recuerdos, del recuento de las vicisitudes pasadas y hasta de alguna que otra histórica revelación (“Vargas Llosa y García Márquez se enemistaron hasta nuestros días. Un derechazo al rostro del Nobel colombiano, por parte del peruano, zanjó un pasado lleno de abrazos y hermandad. (…) ¿Que por qué pasó? Decían que Gabo le había hecho algo a la mujer de Vargas Llosa, Patricia”, p. 90-91), pero no podemos manifestarle a los duelistas nuestro apoyo o rechazo, ni mucho menos introducir nuestras propias interrogantes.
La nómina de personajes es amplia (cuarenta y nueve) y entre ellas se cuentan escritores (22), cantantes (5), músicos (8), periodistas (2), cineastas (8), editores (1) y caricaturistas (3). Daniel Centeno (Barcelona, 1974) realizó estas entrevistas “en estos últimos ocho años en países como Estados Unidos, España, Colombia, Argentina, México o Venezuela” (p. 15).
Carlos Fuentes, Arturo Pérez-Reverte, Laura Restrepo, Alfredo Bryce Echenique, Enrique Vila-Matas, Sergio Ramírez, Daniel Sada, Rosa Montero y Jorge Herralde, entre otros, conforman esta galería circunstancial de figuras en donde sobresale la inteligencia: “la poesía es un género que yo no practico, porque soy prudente y tengo autocrítica” (Jorge Edwards, p. 175), “la prosa se nutre de poesía. Es esencial leerla para escribir” (Juan Villoro, p. 68), “No quiero que mi nombre sea más importante que el libro” (Alberto Fuguet, p. 117).
Pero también hay ingenio en esta batalla verbal: “A mis libros tengo que negociarlos con la muerte” (Antonio Lobo Antunes, de 69 años, p. 53), “No sería caballeroso de mi parte rebatir la existencia de un público que me venera” (Augusto Monterroso, p. 257), “Borges era una especie de maníaco referencial, y cuando no tenía libro en el que apoyarse, lo inventaba” (Rodrigo Fresán, p. 183).
El autor cumple con el requisito de conocer bien a sus contrincantes (es decir, entrevistados): “Y así de brumoso, como una enrevesada creación de Lezama, resulta el personaje. Porque Antón Arrufat incluso carga el misterio en su enigmático apellido” (p. 269), “Elena (Poniatowska) ríe (…). Hay algo de niña en ella, de niña sensible, de niña linda, de niña de rondas, de niña mala” (p. 91), “Pablo Ramos habla sin parar, explicando las cosas como puede, enmarañándolas, salpicándolas de nuevas interrogantes. No tiene pudor para exorcizar su pasado en vivo y en el papel” (p. 101).
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*Daniel Centeno. Retratos hablados. 50 conversaciones de aquí y de allá. 2ª. Ed. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2011. 444 pp., Fot.
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