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1º Septiembre 2011
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TRANSICIONES
Mar de fondo

Víctor Alejandro Espinoza

Tijuana.- Hace unos días un incidente de tránsito se convirtió no sólo en asunto mediático sino que puso en evidencia preocupantes problemas que presenta nuestra sociedad. Dos mujeres en aparente estado de ebriedad fueron detenidas por una patrulla en una exclusiva zona de la Ciudad de México. El incidente fue grabado en un teléfono celular y subido a la red electrónica. Pronto las mujeres fueron conocidas como las “ladies de Polanco”.

Poco tiempo después se supieron las identidades de las protagonistas, mismas que están ligadas al mundo de la farándula. Sus nombres son lo de menos, lo importante es lo que el evento sacó a la superficie. Sucede que cuando fueron detenidas, en lugar de mostrar una actitud mesurada, arremetieron contra los policías. Materialmente se bajaron a golpearlos y a insultarlos. Con florido lenguaje pusieron en evidencia una visión racista que al parecer se encuentra muy extendida en nuestra sociedad: les gritaron “asalariados de mierda”, “muertos de hambre”.

Querían decir que para ellas sólo hay dos tipos de personas en México: los ricos y los asalariados, que deben servir a aquéllos y que no merecen sino el insulto de las “ladies”. Seguramente si ellas hubieran tenido las influencias de las que alardeaban, los policías hubieran sido corridos sin ninguna consideración.

La acción muestra también el total desprecio hacia las normas y leyes de una parte de la sociedad. Aquella que piensa que se pueden violar impunemente o que no se le deben aplicar a ella. No importaba el evidente estado de ebriedad en que se encontraban: unos pobres diablos no tenían porqué pedirles cuentas.

En otra sociedad, las damas hubieran sido sometidas y detenidas para que respondieran por sus actos. En México los policías espantados casi corrían. Es muy probable que también en la visión de los policías, las “ladies” eran más bien unas patronas a las que no se podía controlar o hacer frente. Acostumbrados a someterse ante los gritos de sus jefes o ante quien asumen como alguien superior. Es ese racismo que se lleva en la piel: ellas despreciando a los asalariados y ellos espantados ante los gritos de las señoras. Después el jefe de la policía capitalina justificó la no actuación de sus muchachos pues se evitó que la ira social se hubiera vuelto contra ellos por “ensañarse con unas damas indefensas”.

Es grave que la ley se deje de aplicar o se viole cuando se trata de gente privilegiada económica o políticamente. La actitud de los policías que ahora se celebra, porque se evitó que la sociedad se pusiera del lado de las “ladies”, en otro país se llama impunidad y es un delito. En el nuestro simplemente es precaución. Y luego nos espantamos por desgracias mayores, cuando los incidentes menores nos hablan de la ausencia o el desprecio por el estado de derecho.

La nuestra es una sociedad racista, desigual, donde la impunidad y la falta de respeto por la ley son actos cotidianos. Ser policía en México es una de las actividades peor valoradas por los mexicanos; por el contrario ser estrella de la televisión se celebra. Los monopolios televisivos han elevado a rango de semidioses a las estrellitas y a todo tipo de personajes fatuos.

Muy probablemente si las “ladies” hubieran sido sometidas y presentadas ante la ley en ese momento, la opinión pública los habría linchado. Esa es la cultura de la legalidad que respiramos.
Nos hemos acostumbrado a que las leyes sirven para que la clase política se pare el cuello y se luzca en sus informes. Por eso insisten, tanto como las televisoras, en el trillado argumento de que se tienen que aprobar nuevas leyes para resolver los viejos problemas.

La constitución mexicana es la más reformada de todas y los problemas sociales, económicos y culturales se acumulan. Las leyes no se aplican por igual. Para los enemigos políticos es “todo el peso de la ley”; lo mismo vale para los desvalidos, para los pobres, los indefensos; a quienes son del mismo bando se les dispensa todo tipo de impunidades. Eso lo sabe la sociedad, eso se ha interiorizado. Por ello los policías no actuaron conforme a la ley en el caso de las “ladies de Polanco”: hubieran pagado las consecuencias de su osadía.

En México se hacen leyes o se reforman para que todo siga igual o para ganar campañas políticas.

Investigador de El Colegio de la Frontera Norte
victorae@colef.mx

 


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