AUTORES DE NUEVO LEÓN
Entrevista con Bertha Mónica Treviño Lozano
Eligio Coronado


Monterrey.- Bertha Mónica Treviño Lozano (Monterrey, N.L., 1967) es una autora regiomontana y profesionista independiente de diseño gráfico y edición de textos.

Ha publicado «Alambrada» (1993), «El bautismo de los pájaros» (2001), «Génesis» (2001), «Perfume de mareas» (2011) y «Otoño en París» (2018). Algunos de sus títulos han cruzado fronteras y océanos hasta llegar a bibliotecas y librerías de Dallas y Nueva York, en Estados Unidos de Norteamérica, a Huesca, España y a París, Francia.
   Una de las características de su trabajo poético es la utilización de poemas gráficos, caligramas y anclas visuales con lo que logra mayor empatía con el lector.
   Su quehacer literario ha sido mencionado o publicado de manera colectiva en casi una veintena de libros de 1991 a la fecha.

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1- ¿Cómo escribes?
Escribo con el corazón caliente y las manos frías. El corazón caliente para derramar mi sensibilidad en mis textos y las manos frías para editar, pulir y abrillantar. A veces escribo cuando voy en mi auto por las calles de la ciudad y de repente un detalle detona una metáfora. Otras veces lo hago en la intimidad de la noche, cuando cada miembro de mi familia está inmerso en su propio mundo. Entonces las palabras fluyen suaves, como ríos interminables, sin temor a ser interrumpidas. Pero casi siempre comienzo a escribir como por impulso, con la urgencia de quien roba un beso.

2- ¿Por qué escribes?
Escribo para escucharme, para conocerme, para ver lo que llevo dentro. Luego sigue el impulso de compartirme, de darme. Siento que las palabras tienen sabor, textura, aroma. Son deliciosas. Escribir me hace bien. Me centra, me conecta, me enfoca en el aquí y ahora, me permite recrear mi universo.

3- ¿Desde cuándo escribes?
Desde muy niña. Creo que mi primer poema lo escribí alrededor de los 8 años. Trataba de un niño que observaba las nubes y les encontraba forma de corderos. Luego llevé varios diarios, salté a la composición de canciones y de ahí al taller de creación literaria de UDEM que, en aquel entonces, era coordinado por el poeta Xorge Manuel González. Comenzamos siendo un grupo de unas 40 personas y poco a poco fuimos quedando sólo un puñado de escritores en ciernes, entre los que se encontraban Lucía Yépez, Pedro Jaime de Isla, Ramón López Castro, Alejandra Botto y hasta el mismísimo David Toscana. Todos enamorados de las letras, comprometidos en descubrir lo que podía brotar de nuestras plumas, atentos a aprender a desmenuzar nuestros textos y capaces de expresar las críticas con empatía, como Felipe Montes, tan puntual en sus comentarios y tan exacto como siempre.

4- ¿Para quién escribes?
Primero para mí y luego para quien se sienta atraído por mi filtro. La vida es un compartir. Me sentiría muy tacaña y egoísta si guardara mis creaciones en un archivo donde no le sirven a nadie. Lo digo sin presunción. Como en la parábola de los talentos, Dios nos obsequió habilidades diferentes a todos, así que lo mejor que podemos hacer es trabajarlos lo mejor posible y compartirlos para llegar al equilibrio universal, en el que cada uno colabora dando de sí lo que es bueno.

5- ¿Sobre qué escribes?
Cuando escribo poesía por lo general escribo sobre el amor, el leit motiv de todos los tiempos. Pero cuando escribo narrativa, puedo desarrollar casi cualquier tema, lo haya experimentado o no. Lo que sí tengo muy claro es de lo que no quiero escribir: violencia y vejación están muy lejos de resultar de mi interés.

6- ¿Qué es para ti la literatura?
Es un arte eminentemente humano. Guardando la perspectiva, sabemos de elefantes pintores, monos percusionistas, aves canoras, termitas arquitectas y peces escultores, pero ni siquiera el delfín o el orangután tienen la capacidad para escribir una novela, poesía o cuento. Ninguna otra especie terrestre está habilitada para observar y recrear, para mirar hacia adentro y al horizonte, sentir con el alma y las entrañas, juntar letras para formar palabras, oraciones, versos… y hacer de este acto algo tan fascinante como el bagaje que lleva a cuestas, le confronta y amalgama. Luego de donde la literatura es al hombre un reflejo de su alma.

7- ¿Qué opinas de tu propia obra?
Que se ha transformado. El tiempo y la experiencia me permiten ver con claridad esos cambios: desde la inocencia de los poemas rimados que presenté en las primeras sesiones del taller de creación literaria, hasta los crípticos y sensuales de «Alambrada» y «Génesis» y de ahí a las metáforas y analogías más ligeras para conectar con el lector de una manera más franca. Por otro lado, el empleo de elementos visuales, poemas gráficos y caligramas que comenzó en mi primer libro como un tímido goteo, ha ido desarrollándose, in crescendo en «Perfume de mareas», hasta convertirse en un refrescante aguacero en mi último libro, «Otoño en París».

8- ¿Cuándo está listo un texto?
Esa pregunta se antoja difícil. Se comienza puliendo el texto, escarbándolo, limándolo, quitándole palabras superfluas, repeticiones, cacofonías. Luego se deja descansar por semanas o meses para después volverlo a retomar y trabajar. Ya con la cabeza dominando el engolosinamiento, se hacen ajustes drásticos, incluso se eliminan versos, estrofas o poemas enteros. Entonces, cuando piensas que definitivamente ya está, lo dejas salir a la luz. Así es en la mayoría de los casos. Pero a veces pasa que, cuando lo ves ya impreso, en lugar de sentirte orgulloso y satisfecho, sientes que te cae encima un balde con agua helada: descubres un verso que pudo haber mejorado y no fuiste capaz de verlo a tiempo. Todo es relativo, querido Eligio. Y todo es perfectible. Un texto estará listo cuando tu sentido de responsabilidad te permita seguir adelante.

9- ¿Qué opinas del nivel de nuestra literatura nuevoleonesa?
Que no es sólo nuestro multimencionado Alfonso Reyes. Tenemos cantidad de escritoras y escritores de gran talento cuya obra ha traspasado los límites de nuestra tierra mexicana. Personas con quienes es un placer sentarse a compartir una charla frente a una taza de café o conocerlas a través de su obra.

10- ¿Vives de la literatura?
No, jajaja. Como decía mi querido Alfonso Castillo cuando colaboré con él: “Maestra: la poesía no se vende”. Sin embargo, si vivir es disfrutar, todo lo que me han dado las letras son grandes satisfacciones. Mi trabajo asesorando autores jamás ha sido una carga. Aunque me lleguen los textos patas arriba, no lo sufro. Trabajar con las letras es algo que disfruto y amo.

11- ¿Para qué le sirven los escritores a la sociedad?
Para recrear el mundo; para abrir las ventanas y las puertas a la imaginación y el intelecto; para prestarle a los lectores la voz del Cyrano que brinde la ayuda para expresar aquello que sienten y creen que no pueden; para construir un espejo donde reflejarse, o un par de alas para desaparecer del presente y despertar en el umbral de una aventura; para brindar paz o alegría, intriga, suspenso; para mostrar con palabras más, palabras menos, que todos estamos conectados a un colectivo universal y entretejidos con las mismas experiencias y sueños.

12- ¿Quiénes escriben mejor: los hombres o las mujeres?
Ambos. Pero como en todos los rubros siempre habrá algunos con los que tengas mayor resonancia.

13- ¿El gobierno o Conarte te han apoyado alguna vez?
Varias. Mi primer libro, «Alambrada», fue publicado por la Coordinación General de Proyectos Especiales del Gobierno del Estado de Nuevo León. «Génesis» fue un premio de edición entre Conarte y Verdehalago; «El bautismo de los pájaros» entre Conarte y Tierra Adentro. También estoy incluida en muchas antologías publicadas por el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, la Secretaría de Educación Cultura y Deporte del Municipio de Monterrey y/o el Gobierno del Estado.

14- ¿Autores favoritos?
Son mis maestros de poesía: Sabines, Tablada, Chumacero, Aridjis, Paz, Benedetti, Neruda, Apollinaire, Storni. De narrativa sigo a Rosa Montero y a Vargas Llosa. También me gusta Dan Brown. Soy una lectora que va más allá de los clásicos o comerciales. Me complace decir que los estantes de mi estudio reúnen una amplia colección de libros y antologías de amigos, autores contemporáneos: Dulce María González, Elizabeth Hernández, Felipe Montes, Lucía Yépez, Antonio Ramos, Margarita Ríos-Farjat, Pedro Jaime de Isla, Minerva Margarita Villarreal, Andrés Montes de Oca, Alejandra Rangel, Miguel Covarrubias, Jeannette Clariond, María Belmonte, Leticia Herrera, Patricia Laborde, Lourdes Bello, Guillermo Durán Luján, José Javier Villarreal, Margarito Cuéllar, Ofelia Pérez-Sepúlveda, René Rojas Santana, Luis Aguilar, Josefina Rodríguez de Longoria y muchos más. También tengo una plaquette tuya, Eligio.

15- ¿Libros que te hayan impactado?
Tendría unos 8 ó 9 años cuando tuve la suerte de descubrir en la biblioteca de mi casa el libro de «Cuentos fantásticos» de Hoffmann, que incluye la historia del Cascanueces y el rey de los ratones. Quedé muy impresionada con sus descripciones. Creo que ahí me enamoré de los adjetivos.
   En esa misma época también di con una colección de libros propiedad de mi mamá del autor Lobsang Rampa que trataban de un lama tibetano, su gatita Fifí bigotes grises y la vida en el monasterio. Me parecieron tan extraños e interesantes que los devoré todos.
   Luego me topé con los dos gruesos tomos de «El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha» y me atrapó también. Debo confesar que su lectura me pareció muy difícil y que continuamente debía regresar unas líneas o incluso páginas para releer y tratar de comprender o interpretar alguna frase en el contexto. Estamos hablando de que tendría alrededor de 12 años y que era mi primer acercamiento al español antiguo, pero la historia era tan amena y simpática que seguí leyendo hasta el final.
   Luego descubrí los dos tomos de Fantômas, de Marcel Allain y Pierre Souvestre los cuales también fueron un hit en mi imaginación. La intrincada carrera de dos detectives que iban en pos del brillante asesino me dejaba con taquicardia. Había veces que tenía que suspender la lectura y agarrar valor para continuar con el siguiente párrafo, o en los peores casos, elegir que fuera de día y no de noche el momento más apto para retomar la historia. Me gustó tanto que hasta le puse Fandor a mi gato, en honor a uno de los protagonistas.
   También recuerdo con mucho cariño un pequeño libro cosido y empastado en piel roja con letras doradas. Era una antología de autores románticos latinoamericanos que literalmente me derretían. Creo que por ellos mis primeros poemas fueron tan cursis y rimados, porque tenía la escuela de esos cálidos versos que leí durante mi adolescencia.
   Otros libros que me han impactado tanto como para darle un giro de mayor espiritualidad a mi vida incluyen a Walter Riso, con su maravilloso libro «Los límites del amor»; «El poder del ahora», de Eckhart Tolle; «Corazón radiante» y «Ecología mental», de Jorge Lomar; «Lo que pasa cuando dejas ir», de Nick Arandes; «El amor que sana», de Anselm Grün; «Encontrando a Dios en mi interior», de Pierrakos y Thesenga; «El poder curativo del amor» y «El perdón», de Gerald G. Jamplsky; «Tu hijo, tu espejo», de Martha Alicia Chávez. Otros autores de peso en mi bagaje cultural actual, son: Enric Corbera, Suzanne Powell, Angélica Bovino y Doreen Virtue.

16- ¿Cómo generarías lectores?
Pienso que es muy importante que los libros siempre estén asequibles, aunque ahora los dispositivos móviles están desplazando al libro-objeto. Yo comenzaría por lo básico, que sigue siendo que los papás no pierdan la costumbre de leerles a sus hijos. Si los niños ya no se interesan por los cuentos de príncipes y princesas, que les lean de temas de su preferencia: biografías, viajes, dinosaurios, o incluso el texto que los adultos estén leyendo, siempre que sea apropiado para ellos, claro. Por otro lado, resulta muy valioso que las escuelas tengan programas de fomento a la lectura. Que desde preescolar, aunque los chiquitos no lean, tengan oportunidad de ver al cuentacuentos leyendo del libro o directo de la tableta. Alentaría a los hospitales, cafeterías, hoteles y salas de espera a ofrecer un “menú” de libros o audiolibros. Y llevaría a los autores a diferentes escaparates, no sólo a escuelas y ferias de libro, sino a la calle, a la plaza, al centro comercial, a la cafetería o al museo, para que compartan de viva voz y desde sus propios libros, la lectura de su obra. Ver leer es predicar con el ejemplo.

17- ¿Qué recomendarías a las personas que desean ser escritoras?
Que si en verdad quieren escribir deben comenzar por leer mucho, ¡mucho! De esta forma ganarán dos cosas imprescindibles: vocabulario y buena ortografía. Es muy recomendable también que asistan a un taller de creación literaria para aprender a trabajar los textos. La mayoría de los editores se desalientan cuando les entregan un texto repleto de palabras mal escritas y un pobre uso del lenguaje. Aunque el tema sea bueno, si no llena este mínimo de requisitos, su lectura no pasará de la tercera página y será devuelto a su dueño con un dictamen negativo. Hay que estar dispuestos para trabajar hasta sacarle brillo a las palabras, pulir, salvar y desechar hasta que las neuronas exploten. Escribir no se trata sólo de dejar caer en cascada las palabras a modo de catarsis. Ser escritor es una de las formas más bellas de trascendencia. Te convierte en el padre-madre de tus libros. Y por esto hay que cuidar su preparación, su nacimiento y su vuelo hacia los estantes de bibliotecas y librerías, para que puedan cumplir su cometido último, que es dar fe del mundo que creaste, que es colocar espejos en el caleidoscopio universal desde donde el lector pueda comprender los claroscuros del alma.

18- ¿Proyectos futuros?
Sí, muchos. Por lo pronto un libro de poemas y cuentos infantiles que me está quemando las manos y que amigos y vecinos me urgen a que lo publique. Ya lo he empezado a mover, pero aún no ha llegado su momento. También tengo preparado otro libro de narrativa y uno más de temas espirituales. Quiero darle su luna de miel a «Otoño en París» este año pero, como siempre, me mantendré atenta a las oportunidades que Dios vaya colocando en mi camino.