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2218 26 Octubre 2016

 


El hombre de la dicha perenne
Leticia Sandoval

 

Monterrey.- En El hombre de la dicha perenne*, Eligio Coronado nos presenta a Grimo Grimaldo, que será nuestro guía a través de mundos reales, subreales y maravillosamente imaginarios. Encontramos también fragmentos de la ciudad de Monterrey de hace algunos años; no digo viejo pero, por ejemplo, cada día vemos menos mujeres “enrebozadas”. Eso nos habla de un Monterrey que ya se fue.

La novela de Eligio Coronado (Monterrey, N.L., 1948) está plagada de personajes conocidos de nuestra comunidad, algunos con sobrenombres hábilmente disimulados, otros no tanto, como el Gran Melendeciano, Hugoval y Porripo.

Una fauna fantástica y abundante deambula por sus capítulos: lo mismo encontramos elefas, que lamen con sus rasposas lenguas los tímpanos de nuestro protagonista, que zopilos, negros y con miradas penetrantes, cocomandriles, avestrucigüeñas, esdrujuleones y uno que otro vacaballo que tiene la particularidad de relinchar de noche y dar leche de día. Mis favoritos fueron los árboles de monosílabos que comían verbos y después lanzaban las cáscaras.

Esto sería suficiente para leer la novela. Sin embargo, el tema principal se centra en el lúpulo, líquido dorado con espuma que lleva a los adeptos al paraíso, desarrollándose por supuesto en el “Abrevadero de los Dinosaurios”. No podría ser de otra manera.

Esperaría, por el tema, que el relato fuera fúnebre, oscuro y triste. Nada más lejos de la realidad: es divertidísima y está presente la amistad que se vuelve una cofradía de ayuda mutua, sincera y desinteresada, llegando a convertirse en una religión: “Quien entra aquí no sufrirá jamás. Ni dolor ni llanto sacudirán su espíritu” (p. 38).

Para los adeptos asiduos y estudiosos hay reglas para convertirse en un sabio, al llegar al grado supremo: “Los resultados de esta mezcla son muy variados: elevación del pensamiento hacia alturas místicas, sublimación de las virtudes personales hasta lindar con la santidad” (p. 34).

Muy sutilmente encontramos frases que hacen crítica social: “Hay tantos propósitos tirados en el camino” (p. 22), “Los hay a crédito y al contado” (p. 23), “Los sueños que usted busca nosotros los tenemos al alcance de su tarjeta de crédito” (p. 23), “Papá decía que la gente que ríe vive más tiempo. Ellos están más vivos que muchos cadáveres que pululan por nuestras calles” (p. 33).

Esto es sólo un esbozo del contenido, atrévanse a leerlo y sorpréndanse con la música que encontrarán, con estrofas de canciones, con melodías conocidas por muchos, con bailes como el del “camelloceronte” y mucho más. Leer El hombre de la dicha perenne, de Eligio Coronado es un real y regio placer.

 

* Eligio Coronado. El hombre de la dicha perenne. Monterrey, N.L.: Edit. Libros de la Mancuspia / UANL, 126 pp. (Colec. UANL &  Libros de la Mancuspia, 1.)

 

 

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