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2300 17 Febrero 2017

 

 

Negocio de las editoriales y fraude en la Gandhi
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Es común preguntarse cómo recibe utilidades una gran editorial para sobrevivir si la gente no lee. Los mexicanos, en promedio, no terminamos un solo libro completo al año. Sin embargo, las grandes editoriales publican más títulos como nunca antes desde que se inventó la imprenta. ¿Dónde está el secreto de las ganancias editoriales? Simple: las utilidades ya no están en los enormes tirajes de bestsellers, sino en el posicionamiento de una temática en el mercado de lectores.

Por ejemplo, la vida y andanzas de "El Chapo" se ha convertido en un subgénero de la literatura mexicana. Otro es el narcotráfico. Otro, los métodos dietéticos. Otro, la sanación espiritual con arcángeles. Otro, los nuevos narradores regiomontanos. La editorial publica al mismo tiempo varios títulos con esa temática. Tirajes reducidos y títulos similares: "the long taile", la larga cola. El lector escoge entre decenas de títulos de similar temática. A la editorial le da igual si vende más un autor que otro. Genera la ilusión de diversidad de títulos, de bonanza editorial. Los autores se llevan la peor parte: la editorial les quita 40% por cada libro vendido y la Gandhi otro 40%. ¿De qué vive un autor mexicano que consagra sus días y noches nada más a escribir novelas de calidad, no para el vulgo? Del aire.

Incluso las editoriales se dan el lujo de emplear a escritores con salario fijo. Pedro Ángel Palou, por ejemplo, recibe la temática que la editorial quiere posicionar y luego escribe la novela correspondiente. Esta tendencia de mercadotecnia ya no tiene nada que ver con la calidad literaria y no es un fenómeno exclusivo de México.

Déjeme fantasear un poco sobre las intenciones del Premio Nobel de Literatura. Posicionar a una novelista desconocida de Rumania o una poeta polaca es complicado y caro, cuando la gente a duras penas compra a los autores ya consagrados, además de que en primera instancia sólo gana la editorial que tiene los derechos del ganador del Nobel. ¿Pero qué tal si se premia a un compositor de canciones? El reparto de ganancias es mayor: hay editoriales que ya publicaron todas las letras de canciones de Bob Dylan, otras que sacaron su biografía, otras que analizan sus elepés, otras que narran sus aventuras amorosas, etcétera.

¿Se explica por qué es más negocio darle el Nobel a Bob Dylan que a un poeta desconocido, encarcelado en Namibia? ¿Se explica por qué el título ganador del premio de novela de la librería Gandhi es Adiós a Dylan? ¿Se explica también por qué librerías como la Gandhi acabarán por ser mercados de baratijas, audífonos y monitos de plástico, como lo son ahora mismo las tiendas de música del tipo Saharis y Mixup? Por más que se adapten para sobrevivir, el modelo de negocio de la venta de libros, música en cedés y películas en blu-ray ya es otro.

Tal parece que la conclusión sería resignarnos a leer libros sobre temáticas que nos impongan las grandes editoriales: por ahora, narcos, guías espirituales y consejos de Yordi Rosado. Pero tengo otra opción. Una más saludable: ¿por qué mejor no compramos y leemos libros publicados por pequeñas editoriales? Las hay muchas y muy buenas. ¿Novelas y poemarios que se imprimen al margen del mainstream? Hallaremos, sin duda, más de una perla negra de la Polinesia.

El fraude de la Gandhi
El premio de novela de la librería Gandhi, 2016, bautizado como Mauricio Achar es un perfecto fraude. He leído muchas novelas en mi vida y la que ganó este concurso amañado, es de las peores. Se titula Adiós a Dylan, y la escribió un tal Alejandro Carrillo.

En 2012, el gran novelista español Enrique Vila-Matas publicó la novela Aire de Dylan. ¿Casualidad? La novela de Vila-Matas es un homenaje al cantautor de Minnesota. El personaje principal sufre la pérdida del padre. Bob Dylan es su ídolo referencial. La novela que premió la librería Gandhi, en cambio, es un homenaje al cantautor de Minnesota. El personaje principal sufre la pérdida del padre y Bob Dylan es su ídolo referencial.

¿Plagio? Bueno fuera. La novela de Vila-Matas es irónica, posmoderna. La del tal Alejandro Carrillo es una telenovela al peor estilo de Televisa: llanto, llanto y más llanto. Además, está mal escrita. Lugares comunes y clichés baratos. A la mitad de la novela me di por vencido. No pude continuar leyendo tanta sucesión de estupideces. Dice el tal Alejandro Carrillo que para documentarse leyó los 30 mil libros publicados sobre Bob Dylan. Leyendo un libro por día no le bastarían 80 años para cumplir su absurda meta.

El problema no es que la librería Gandhi premie a un farsante. El problema de fondo consiste en que la Gandhi quiera timar incautos en un país donde casi nadie lee y encima se imponga a farsantes como el tal Alejandro Carrillo, desplegando millones de pesos en publicidad: espectaculares, carteles de vinil, entrevistas pagadas del autor en la prensa, radio, redes sociales y la propia revista de la Gandhi, Lee+ .

Ignoro por qué la Gandhi amaña un concurso que la propia librería organiza.
Ignoro por qué quiere imponer casi a la fuerza a un farsante entre los pocos lectores mexicanos. ¿Para qué manipular las ventas en el mundo editorial con este amontonamiento de rock, videoclip y mala copia de poesía de la Generación beat? ¿Por qué quiere inventarse un bestseller artificial, chapucero, justo ahora que se desploman los índices de lectores de libros? No tengo respuesta a este plan de negocios inútil de origen. Quizá la Gandhi tampoco la tenga.

 

 

 

15diario.com