CORONA12052020V

ANÁLISIS A FONDO
Juntos volvimos a nacer en el 94
Francisco Gómez Maza

Ciudad de México.- Hay un dolor profundo en el alma y en el corazón de este redactor de noticias. Muy temprano, este miércoles 13 de mayo, le llegó la última noticia del amigo y hermano, Jorgito Tamez, doblemente hermano, porque renacimos ambos, junto con otros colegas periodistas, el 3 de enero de 1994, luego de un baño intenso de balas, que los soldados del cuartel de la 31 zona militar que está ubicado en Rancho Nuevo, en San Cristóbal de las Casas nos lanzaron a pesar de que la carrocería de nuestro vehículo iba tapizada de letreros de prensa,

     Ahí pensé que sería nuestro último acto vital. Una bala calibre 9mm, entre las cientos que nos tiraron, atravesó el parabrisas, y de no ser porque me moví, me habría pegado entre ceja y ceja. Ahí iba, como mi copiloto, mi querido Jorge. Íbamos de San Cristóbal a Ocosingo, donde había habido una matanza de indígenas en el mercado de la localidad. Una historia extensa que contar, pero que quedará a medias porque la otra versión se la ha llevado a la tumba ese joven periodista que me acompañaba.

     Duras pruebas nos puso la vida en la cobertura del levantamiento indígena del primero de enero de 1994 en varios municipios del estado de Chiapas. Recorrimos las zonas de guerra, Jorge y un servidor, siempre con el entusiasmo de lograr la mejor nota, la más linda foto, para nuestros medios. Él iba por la agencia Lemus y yo por El Financiero, que en esas épocas de conflicto logró posicionarse como el mejor periódico impreso de México y como el mejor diario de noticias financieras en América Latina.

     Fueron días de emoción, de sentimientos encontrados, de miedo, de pánico, de entusiasmo, de gloria, de alegría por lograr la mejor nota del día, la entrevista con el personaje más destacado entre los guerrilleros, la menor crónica de la muerte. Eran tiempos en que trasmitía las imágenes por fax y se imprimían con una claridad supina en la página frontal de          El Financiero.

     Mientras, gozaba del apoyo de Jorge. En todo, en ir y venir por toda la geografía donde había estallado la guerra, ocultándonos pecho a tierra en las confrontaciones entre soldados y guerrilleros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Caminamos mucho, entre montañas y cañadas, cruzando lagos y ríos caudalosos. Siempre juntos, compartiendo la belleza de las serranías chiapanecas y los bosques de pinos, así como la bonhomía del gran Amado Avendaño Figueroa y de Conchita Villafuerte, su esposa y hermana menor de mi maestra Elvirita Villafuerte.

     Duelen mucho las despedidas, me ha dicho una amiga muy querida y admirada. Duele, querido Pacorro, me ha dicho mi querido amigo Vicente Bárcena. Duele, me ha dicho mi querido hermano, Sergio Perdomo Casado, Duele, me ha dicho mi gran compañero, Abelito Luna. Claro. Duele y más cuando se ha vivido intensamente una amistad en tiempos de guerra. Creo que no puedo escribir de ningún otro asunto por hoy. Discúlpenme queridos amigos y amigas.