CORONA12052020V

MICROCUENTOS PARA PENSAR
Stripers
Tomás Corona

Monterrey.- Lo recuerdo bien, en la consola sonaba la canción “Las llaves de mi alma”. De repente, don Jeremías, tipo fortachón, mexicano naco, digo nato, de esos que tienen muchas viejas y se van de parranda cada viernes, se levantó de la silla en aquella fiesta familiar y comenzó a cantar, siguiendo la melodía. Más ebrio que sobrio sacó unas llaves de su bolsa y las ofreció al viento. Era tarde y ya estábamos puros pelados y una que otra señora en aquella reunión familiar.

     Todo parecía normal, pero de pronto el viejón comenzó a desfajarse la camisa, la desabrochó torpemente y la arrojó al piso al ritmo de la canción. Sus dos hijos, imagen y semejanza de él, se pararon a su lado y comenzaron a hacer lo mismo y se sacaron la playera. En ese orden fueron quedando en el suelo camisetas, botas, tenis, calcetines, cintos y pantalones... La escasa concurrencia comenzó a reír a carcajadas y no faltó quien fuera a despertar a doña Lupe para que viniera a apaciguar tan bochornoso asunto.

     Llegó tarde, con una toalla del tendedero apenas pudo cubrir las miserias de don Jeremías que tintineaban como campanitas a la luz de la luna. Se lo llevó casi en rastra, así como Dios lo trajo al mundo, con la cara roja por la vergüenza, echándole pestes al vejete que ya ni la escuchaba por tanta levadura ingerida. Volvió en cuanto pudo, estampó dos sonoras cachetadas, una en cada mejilla de sus vástagos y dijo encabronada… - ¡Ya, párenle a su pedo, ámonos a dormir…!