GOMEZ12102020

100 Años / Pablo González Casanova
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Pablo González Casanova cumplió este viernes 100 años de productiva existencia; y la mayoría de ellos ha estado dedicada a la promoción de las ciencias sociales, sea como docente, investigador, funcionario y creador incansable de instituciones académicas en México y América Latina, con una clara vocación, crítica y latinoamericanista. Actualmente sigue activo como investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y ha sido distinguido como profesor e investigador emérito.

Nació en Toluca, el 11 de febrero de 1922; y a los 35 años ya era el director de la entonces Escuela Nacional de Ciencias Políticas (hoy Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM); y a los 48, rector de esa misma casa de estudios, donde había estudiado la carrera en Derecho, y luego la maestría en Historia en el Colegio de México; finalmente, el doctorado en Sociología en la Sorbona de París, donde concluye sus estudios en 1950, para volver a México e incorporarse a su alma mater.

González Casanova es, quizá, uno de los últimos miembros de una generación de científicos sociales que encontré cuando en 1972 cruce por primera vez el umbral de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, para empezar mis estudios en Sociología, entre los que se encontraban: Enrique González Pedrero, Judith Bokser, Víctor Flores Olea, Guillermina Baena, Julio del Río, Raúl Cardiel, Raúl Olmedo, Gabriel Careaga, Francisco López Cámara, Antonio Delhumeau.

Ya no estaba dictando clases en la facultad que él, junto con otros académicos, le habían dado un giro profesional. La escuela, desde su fundación en 1951, había tenido como directores a los abogados: Ernesto Enríquez y Raúl Carrancá; y con el empoderamiento del nuevo grupo, da paulatinamente su lugar a los estudios de Sociología, Ciencia Política, Relaciones Internacionales y Ciencias de la Comunicación.

González Casanova asume la alta responsabilidad de ser rector de nuestra máxima casa de estudios. No era un momento rutinario, estaban frescos los acontecimientos trágicos del movimiento estudiantil de 1968 y varios de sus profesores y estudiantes permanecían en la cárcel de Lecumberri; entre ellos recuerdo al ingeniero Heberto Castillo. Otros habían pasado a la clandestinidad o el exilio. Además, relevaba en el cargo a otro grande, como fue Javier Barros Sierra, quien –recordemos– acompañó los reclamos estudiantiles y el cumplimiento de un pliego petitorio que ponían en el centro la ampliación de las libertades sociales y políticas en nuestro país.

A González Casanova le toca el fatídico 10 de junio de 1971, y se pronuncia en contra del ataque que sufrieron los estudiantes que se manifestaron en el Casco de Santo Tomás y fueron reprimidos violentamente por los paramilitares Halcones.

Y a finales de julio de 1972, ocurrió un suceso que estremeció la Universidad cuando dos facinerosos: Mario Falcón y Miguel Castro Bustos, tomaron por asalto la rectoría a lo largo de 60 días y se atrincheraron armados con metralletas en mano, exigiendo el ingreso directo de los estudiantes normalistas, que semiparalizó la institución; sospechosamente el asalto fue tolerado por el gobierno de Luis Echeverría (que dicho sea de paso, la mañana del 14 de marzo de 1975 sale descalabrado de la Facultad de Medicina cuando buscaba un “diálogo” con los estudiantes”.

Recuerdo una noche cuando varios estudiantes de la facultad, encabezados por Rubén Venadero, adjunto de Víctor Flores Olea (y que luego sería diputado federal por el PT), presenciamos cómo Eduardo Valle (El Búho) exigía a gritos a Mario Falcón que desalojara y se fuera de ahí, para poder reanudar las actividades universitarias.

Aquel personaje enjuto salió armado del edificio de rectoría con su séquito. Se hicieron de palabras y se creó una atmósfera tensa. No pasó a mayores. Nos retiramos y ellos volvieron a subir al edificio de la rectoría. Sin embargo, algo ocurrió, porque a los días los desalojaron y en ese desalojo algo tuvieron que ver El Búho y el “Pino” Martínez. Una madrugada fueron sacados en la cajuela de un coche y Mario Falcón fue a parar a un departamento de sinaloenses en la avenida Nuevo León, en la colonia Escandón, donde esperó y recibió el salvoconducto del gobierno de Perú; mientras Castro Bustos fue detenido y encarcelado.

Pero ahí no acabarían los problemas de González Casanova; en 1972, los empleados y profesores se habían organizado para formar el Sindicato de Trabajadores y Empleados de la UNAM (STEUNAM), que el rector rechazó; dice Raúl Trejo Delarbre, que por considerar que corría el peligro de aplicarles la nefasta cláusula de exclusión, que obligaba a los trabajadores de pertenecer al sindicato oficialista, bajo pena o sanción de ser expulsado del mismo, y al final, vamos, el riesgo que el charrismo sindical se instalara en la Universidad. Y entonces diría: “La UNAM sería presa de los enemigos de la cultura y de la inteligencia nacionales". Finalmente, se constituyó el sindicato y este segmento de los trabajadores mexicanos quedó en un estatus especial del artículo 123 constitucional.

Ante la negativa de González Casanova, los dirigentes del STEUNAM, que eran Nicolás Olivos Cuéllar y Evaristo Pérez Arreola (miembros del PCM), se ampararon contra la negativa, lo que llevó a la huelga universitaria; y el 16 de noviembre, aquel tuvo que entregar su renuncia a la Junta de Gobierno, que avalaría la creación del primer sindicato universitario en el país y con ello se multiplicarían estas organizaciones gremiales a lo largo y ancho del sistema universitario público y privado (que no fueron, ni son, lo que él temía, salvo excepciones a la regla bajo formas neocharras).

González Casanova, entonces, empieza una larga carrera en la investigación, que había empezado con una obra que marcó a toda una generación, no sólo de politólogos y sociólogos, sino de políticos de todos los signos; se trata del libro seminal: La Democracia en México, publicado en 1965, bajo el sello editorial de Era y que rápidamente tuvo reediciones.

En esta obra académica de gran importancia para el entendimiento de nuestro singular sistema político, el autor hace un ejercicio inédito desde la izquierda, cuando reflexiona desde un marxismo crítico, creativo, sin caer en los dogmas ideológicos frecuentes de la Guerra Fría. Así, en este ejercicio intelectual, combina la teoría marxista con los estudios cuantitativos, documentando de esa manera la realidad que muchos deseaban cambiar.

Y en ese sentido, fue un adelanto a las contribuciones institucionalistas, que vendrían con el tercer ciclo de las democratizaciones en el mundo –que inicia con la Revolución de los Claveles en Portugal, en 1973–; y en especial, con los procesos de restablecimiento de las democracias latinoamericanas, después del ciclo de las dictaduras militares.

A González Casanova frecuentemente se le critica su defensa de gobiernos autoritarios de izquierda –especialmente de Cuba– y en el ámbito nacional, su simpatía por los movimientos insurgentes populares, como es el caso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), donde tiene un gran reconocimiento, que llevó a que en 2018 se le entregara el grado de comandante Pablo Contreras, del CCRI-Comandancia General; incluso, en algún momento se le manejó como posible candidato presidencial de la izquierda, que él rechazó de inmediato.

Finalmente, cuando AMLO cuestiona severamente el estatus quo de la UNAM, rinde homenaje como ejemplo imperecedero de los mejores tiempos de la máxima casa estudios, aunque él no se haya distinguido por ser un buen estudiante en su paso por la Facultad.
Lamentablemente, no hay mucho dónde ver que el exrector de la UNAM se haya pronunciado sobre el gobierno de la 4T; lo que más se acerca es esta reflexión puntual: “Tenemos que ser muy precisos para no estar a favor o en contra en términos absolutos, sino reconocer que hay medidas que incluso hacen muy difícil para una gran cantidad de gente el tomar posiciones: amigos que eran muy amigos, toman de pronto una [posición] y yo tomo otra, pero le dan la importancia de un credo y de un todo metafísico de origen teológico”.

En definitiva, González Casanova, al llegar a los cien años, ha cumplido sobradamente con la academia y deja una obra significativa para la cultura mexicana, contra los dogmas del neoliberalismo, pero también, de la izquierda ortodoxa, que cultiva la fe, los mesianismos y el populismo. ¡Enhorabuena! Larga vida.