La LC23S fue una organización político-militar que se dispuso a luchar con las armas en la mano, para derrocar por la vía de la violencia revolucionaria la opresión de las clases dominantes en el país, abolir las relaciones capitalistas de producción e instaurar el socialismo en nuestra patria. No se constriñó a impulsar el activismo sin teoría, sino que reflexionó sobre el carácter del estado, las fuerzas motrices, los actores principales, los aliados, el enemigo de la revolución; a la vez profundizó en la cavilación sobre el daño infligido al movimiento por las desviaciones oportunistas pequeño-burguesas y militaristas en el seno de la lucha política.
Desde los albores de la década de los 70’s y tomando en cuenta las condiciones materiales engendradas por el capitalismo, los incipientes grupos armados que después conformarían la Liga llegaron a la conclusión de que una revolución de carácter socialista en el país no sólo era necesaria sino urgente y posible; toda vez que las contradicciones de clase se exacerbaban y de frente al autoritarismo despótico reinante, los resquicios por la lucha legal estaban cerrados; y recordando la represión del 68’ y 71’ a los estudiantes en Tlatelolco y Ribera de San Cosme se hacía necesario bajo esa visión, que junto a la movilización política era menester que se realizara el hostigamiento y desgaste del aparato policiaco y militar del régimen.
La tarea inmediata, se decía, era la liquidación de la dispersión política, orgánica y teórica del movimiento y la elevación del proletariado como sujeto político de avanzada, o clase para sí, creando sus propios instrumentos de lucha: el partido y el ejército revolucionario, a fin de destruir las fuerzas armadas de la burguesía, apareciendo esta como una de las principales tareas estratégicas, solo subordinada a la necesidad de transitar de una política dominada a una política propia, de vanguardia, y pasar de una táctica de colaboracionismo de clase a desatar una ofensiva histórica para deshacerse en el movimiento de una dirección pequeño burguesa, modificando así radicalmente la táctica.
Los principales signos de identidad de la Liga acerca de su praxis revolucionaria los encontramos en dos ensayos llamados “Cuestiones fundamentales del movimiento revolucionario” o “Llamamiento de la LC23S al proletariado” y “Tesis universidad-fábrica”; en los cuales, principalmente el primero, se repiensa sobre la experiencia práctica de la lucha proletaria desde 1956 con las movilizaciones ferrocarrileros, magisteriales, estudiantiles y campesinos, reflexión donde no son ajenas las profundas ideas de José Revueltas y Raúl Ramos Zavala en torno a la inexistencia del partido de la clase obrera en México y la enajenación histórica y falta de independencia del proletariado mexicano, producto del reformismo y del oportunismo y del charrismo sindical.
La Liga oteó las condiciones objetivas de su tiempo: desarrollo a gran escala de la industria, concentración de los medios de producción, proletarización acelerada con las oleadas migratorias del campo a la ciudad, crecientes socialización de la producción, pero apropiación privada de sus frutos, monopolio del capital financiero, despojo de las condiciones de vida de las y los trabajadores, creciente injerencismo en el imperialismo yanqui en la política mexicana. Todo esto, llevaba a la LC23S a concluir que el proletariado era la fuerza motora principal de la revolución y su dirigente indiscutido, la convicción de que las contradicciones entre burguesía y proletariado tardarían largo tiempo en resolverse y serían dirimidas a través de la fuerza, lo que implicaba la aniquilación del aparato represivo de la burguesía.
Muchas franjas de la población se incorporaron a la Liga: obreros, campesinos, indígenas, estudiantes, profesores y maestras, normalistas; entre este ultimo segmento podemos mencionar, aunque no son los únicos, a Miguel Angel Barraza (de la Normal de Aguilera), Adolfo Lozano Pérez (de Santa Teresa y Tamatán), Carlos Ceballos (de Baja California), Carmen Vargas (de Atequiza); pero en otras organizaciones armadas hubo una gran cantidad de maestros y estudiantes normalistas; lo que demuestra a las claras, que en diferentes épocas actuaron sectores del magisterio en los procesos de cambio radical y su involucramiento en las luchas populares, al influjo de su cercanía con las capas oprimidas de la población.
A pesar de errores y excesos, la memoria de la LC23S debe recobrarse de entre los escombros; los desatinos y desaciertos no obscurecen la voluntad y entrega de cientos de mujeres y hombres dispuestos a luchar y a brindar su vida por una patria emancipada, el despliegue de un torrente enorme de energía revolucionaria, la actitud combativa con todo y lo desfavorable de la correlación de fuerzas, las altas dosis de heroísmo desplegadas para cumplir con los acuerdos y tareas asumidas, los valores individuales y colectivos para encarar militarmente el sojuzgamiento de los opresores.
Todo esto ha de ser sometido a deliberación en el encuentro de Guadalajara de este mes de marzo.
La compleja y cambiante realidad obliga a las y los revolucionarios, a quienes aspiramos a cambiar de raíz este sistema injusto y expoliador, a cuestionarnos a fondo con preguntas como las siguientes: ¿Cuáles son los puntos medulares que debe contener nuestra identidad liberadora? ¿De qué manera potenciamos las posibilidades para construir un escenario favorable para las fuerzas democráticas del país? ¿Qué hacer para superar los obstáculos que impiden concretar mayores niveles de unidad y contundencia en la lucha por una nueva sociedad? ¿Cuáles métodos de trabajo se deben ejercitar para que las masas populares no sean simples objetos, sino sujetos de transformación? ¿Qué pasos damos para que los liderazgos no adquieran las características del opresor? ¿Cómo instrumentamos una verdadera pedagogía del oprimido? ¿Cómo hacerle para pasar del sectarismo reaccionario al radicalismo revolucionario? ¿Qué elementos debemos rescatar del pasado y cuáles superar para la lucha emancipadora?
Estamos ciertos que no podemos quedarnos en la contemplación pasiva del pasado, las grandes encomiendas políticas y sociales contraídas hace media centuria siguen vigentes; el desarrollo del capital agudiza el saqueo y el despojo, los mega proyectos depredan los territorios de los pueblos, los ricos se hacen cada vez más ricos, la propaganda del éxito individual por encima de la solidaridades comunitarias se recrudece en una ofensiva cultural sin precedentes, la destrucción de la naturaleza avanza a pasos agigantados, y persiste la crisis de feminicidios. El dominio de la oligarquía financiera debe terminar, so pena de poner en riesgo a la vida misma y la convivencia civilizada en el planeta.
No hay duda de que para el pensamiento crítico y la práctica emancipatoria hay que reformular con elementos viejos y nuevos la identidad anticapitalista, antipatriarcal, decolonizadora, democrática, comunitarista, internacionalista y ecosocialista. La tarea no es nada fácil, pero no queda otra alternativa a la barbarie.
¡Para que se dispersen las densas sombras de la noche, hay que encender mil auroras libertarias!