Monterrey.- Agradezco a todos, estimados compañeros, compañeras, que me hayan invitado y concedido el uso de la voz, para que la Derecha Neofascista, la muerte de nuestros compañeros fallecidos, o la muerte de nosotros cuando ocurra, no haya dicho ni diga la última palabra.
Empiezo por el final, haciendo una propuesta en honor a nuestro inolvidable amigo y compañero Raúl Ramos Zavala, quien fue muerto combatiendo un día como hoy, hace 50 años; y en honor también a tantos otros que entregaron su vida. En honor a ustedes, que lo entregaron todo: la posibilidad de llevar una vida cómoda; muchos, la familia, la libertad; y como recompensa: han y hemos enfrentado con aplomo y dignidad a la marginación.
Mi propuesta es que el 6 DE FEBRERO DE CADA AÑO, sea llamado DÍA DE LA VALENTÍA, DE LA DIGNIDAD Y DEL DERECHO A REBELIÓN CONTRA TODA FORMA DE INJUSTICIA.
Pensé proponerles nombrarlo DÍA DEL VETERANO, pero no. No quiero se confunda con el Día del Veterano en los Estados Unidos, que se celebra cada 11 de noviembre, y que es el único no laborable, por ser considerado el más importante del año, ya que rinde honor a quienes de manera voluntaria o por reclutamiento obligatorio, han formado parte de sus fuerzas armadas.
¿Cómo no lo consideraría importante el gobierno de EUA, si es por medio de sus hombres y mujeres veteranos/veteranas, que lograron quitarnos la mitad de México; y gracias a ellos, quienes los mandan a las guerras, obtienen lucrativas ganancias en el negocio de las armas y equipos militares y con la reconstrucción de las destrucciones que ocasionan?
Prefiero proponerles que febrero 6 sea declarado un día de reflexión, para que todo mexicano que se considere digno, reflexione sobre el derecho que tenemos a la rebelión, y a la obligación de luchar con las armas en la mano, o con métodos pacíficos, contra toda violación a los derechos llamados libertad, justicia, respeto y tantos más.
El Derecho a Rebelión ha sido ejercido por las personas y los pueblos desde tiempos muy remotos de la humanidad. La lucha armada empezó siendo con los brazos, de allí le viene el nombre, para repartir trompadas al que ofende; luego piedras, luego hachas, palos y garrotes; después balas.
El uso de las armas, empuñadas por civiles, permitió a Estados Unidos de Norteamérica lograr su independencia de Inglaterra; luego, triunfar a la Revolución Francesa; a México, obtener su independencia; y a la Revolución Mexicana, proclamar los derechos de los trabajadores del campo y la ciudad, en una carta magna un día como ayer, hace 105 años.
El derecho a la resistencia forma parte de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución francesa de 1789 y 1793:
• Artículo 33. La resistencia a la opresión es la consecuencia de los demás derechos del hombre.
• Artículo 34. Hay opresión contra el cuerpo social cuando uno solo de sus miembros es oprimido. Hay opresión contra cada miembro cuando el cuerpo social es oprimido.
• Artículo 35. Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada una de sus porciones, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes.
La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 de la ONU, ha considerando esencial, que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, A FIN DE QUE EL HOMBRE NO SE VEA COMPELIDO AL SUPREMO RECURSO DE LA REBELIÓN CONTRA LA TIRANÍA Y LA OPRESIÓN.
Ejercieron ustedes, el DERECHO A LA REBELIÓN, para convertirse todos, nuestros muertos y quienes, como ustedes, sobrevivieron a la tortura, la prisión y la marginación, en REFERENTES ÉTICOS para un pueblo que ha sido vejado, humillado, engañado, enajenado.
Lo ejercieron, después del hartazgo acumulado por el asesinato de Rubén Jaramillo y su familia en el Estado de Guerrero, por órdenes de Adolfo López Mateos; la represión al movimiento ferrocarrilero; a la Universidad Nicolaíta; al Movimiento Médico; a las desapariciones forzadas; al llenado de las cárceles de presos políticos; al genocidio del 2 de octubre en Tlatelolco; a una concentración estudiantil y popular de gente desarmada y otra más el 10 de junio de 1971.
Ante las situaciones anteriores, surgieron líderes como Raúl Ramos Zavala. Dieron comienzo a un movimiento heroico, porque enfrentaron con absoluta desventaja, sin experiencia en el manejo de las armas, ni conocimiento sobre el arte de la guerra, a toda la fuerza de un Estado represor que quiso aniquilarlos, luego de aplastar manifestaciones pacíficas obreras, estudiantiles, populares y legales, con fuerzas represivas formadas por sicarios dotados de equipos, armas, tecnología y además de impunidad.
Me pidieron hiciera una semblanza. Paso a dar testimonio sobre mi convivencia con Raúl Ramos Zavala:
Él y yo teníamos 17 años en el año de 1963; era originario de Torreón Coahuila, de donde tenía poco de haber llegado a Monterrey; era el mes de septiembre de ese año y eran mis primeras clases en la Preparatoria 1, Colegio Civil, de la entonces Universidad de Nuevo León. De pronto alguien en la puerta del salón pidió al maestro hablar con el representante del grupo (lo era yo); salí, me saludó, con esa sonrisa y actitud alegre que veo siempre en Raúl, su hijo, aquí presente.
Me dijo: “Estoy formando una planilla para remplazar a la mesa directiva que hay ahora”. “¿Por qué”?, le pregunté. Me quedó viendo el pelo a rape (el de Raúl), nada más que el mío, por el efecto de las vejaciones y las novatadas que nos hacían a todos los de nuevo ingreso (además, teníamos que pagarles el baile y fiesta de graduación a los que terminaban). La razón fue suficiente… ¡Vamos, vente! –dijo– dile al maestro que regresas en seguida”. Y nos fuimos salón por salón, invitando a sus representantes a integrarse a la planilla. Fue una muestra de pensamiento estratégico (que poca gente tiene) y que años después utilizó para tratar de unificar a todos los grupos guerrilleros que surgieron.
Teniendo a todos los representantes y siendo él un gran orador y expositor de las razones que había para un cambio, llegamos a la votación; y estando afuera del “Palomar”, donde fue la votación, conocí por primera vez una encuesta de salida. Cada compañero que salía se dirigía a nosotros y nos felicitaba y abrazaba. Nuestra estimación fundada era que los mil 500 alumnos de la Prepa en ese entonces votaron por nosotros. Terminado el tiempo, vino la encerrona de los “escrutadores”, para dar su resultado: el triunfo fue para la planilla oficial de Pedro Guerra. Años después, un compañero en Medicina (que había estado en esa Prepa), cínicamente me confió que él participó en ese fraude, porque Raúl y yo éramos “blancos”, “conservadores”, “gente de la derecha”.
En 1964, Raúl se graduó y se fue a Economía, yo a la Facultad de Medicina. En septiembre de ese año llega a mi casa Eduardo González Ramírez. Mi madre daba asistencia, llegó originario de Ciudad Guzmán, Jalisco; y pasó a ser (casi de inmediato), gran amigo y reconocido dirigente estudiantil; era compañero de Raúl en la Facultad de Economía, y de Arturo Huerta (aquí presente), de María de la Paz y de muchos compañeros luchadores más.
Fui el gran beneficiado de tan selecta compañía, Raúl y muchos intelectuales de izquierda, seguido llegaban a la casa, se hacía análisis de coyuntura casi a diario, comentábamos libros, el estado de cosas en nuestras facultades y la Uni. Llegó el 9 de marzo de 1968, y el entonces gobernador de Nuevo León, Eduardo A. Elizondo, anunció en todos los medios su plan de cobrar el 100% del costo de la educación a cada alumno de la entonces Universidad de Nuevo León. Formamos el Consejo Estudiantil con los dirigentes de todas las escuelas y las facultades; allí estuvo Raúl, Lalo [Eduardo González] y muchos grandes compañeros y compañeras. Logramos echar abajo a dicho plan; se vino el Movimiento Nacional del 68 y allí estuvimos todos; se vino la matanza del 2 de octubre, y en Nuevo León sobrevivimos a esa represión y al reflujo provocado; seguimos en la Lucha por la Autonomía; la obtuvimos y allí estuvimos todos.
Llega al poder Luis Echeverría, nos impone a un coronel como rector. Toman por asalto a la UANL, a pedradas y a balazos; el doctor Alfredo Piñeyro López armó con rifles y pistolas a muchos integrantes de los equipos de Futbol Americano; nos corrieron, y en esta ciudad (Ciudad de México), una marcha organizada por estudiantes del Poli, la UNAM y otras escuelas y universidades, fue nuevamente masacrada.
¿Qué hacer?, fue la pregunta. Rebelión armada fue la respuesta; Línea de Masas, impulsar movimientos democráticos; la academia… y llegamos hasta aquí.
¿Qué hacer? Vuelve a ser pregunta
• Tomar las enseñanzas del pasado; exigir se cumpla el ofrecimiento de campaña, de separar al poder que lo corrompe todo (el financiero) del poder político.
• Que junto con las ayudas y apoyos que da el gobierno actual, se ofrezca educación política; no hacerlo es hacer lo que hizo el PRI, la CTM y demás organizaciones clientelares.
• Convertir a los partidos integrados en la 4ªT, en escuelas de formación política y ciudadana; enseñar que cuando la dignidad se encuentra amenazada, existe el derecho legítimo y la obligación a la Rebelión, a la protesta y desobediencia civil, que nos enseñaron Henry David Thoreau (en 1846), cuando protestando contra el esclavismo y la invasión a México, escribió su libro Desobediencia Civil, mismo que inspiró a Gandhi y Luther King; Claudette Colvin y Rosa Park, en 1975.
Como aprendices que fuimos del arte de la guerra, hemos aprendido que antes que nada debemos conocernos, conocer a nuestras fuerzas y recursos; y conocer al enemigo, dotado como nunca de armamento, equipos militares, sistemas de escucha, identificación, rastreo; capacidad de corromper, infiltrar y practicar tortura, represión, desaparición forzada y muchas malas artes más, que nosotros no compartimos ni tenemos, por lo que en esta guerra debe prevalecer el uso de la inteligencia, la organización, la educación y el uso de recursos legales aún vigentes, como el Derecho de Huelga, o hasta un paro nacional, si la ultraderecha nos invita.
Cuando no es prudente optar por la vía armada, debemos usar la inteligencia para las respuestas. Dar educación es la propuesta.
En Norteamérica Abraham Lincoln conquistó la presidencia, el Congreso abolió la esclavitud. Ganó la guerra contra los Confederados esclavistas, pero no la batalla principal. La guerra de conciencias, dando educación, lo cual hizo posible que llegaran hasta nuestros días gente como Trump y millones de supremacistas blancos, que se arman y amenazan con una nueva guerra civil.