PEREZ17102022

6 meses
Samuel Schmidt

Austin.- El sábado negro ya quedó en los anales de las atrocidades en el mundo, no solamente porque los terroristas de Hamas, yihad islámica y gazatíes se atrevieron a las peores bestialidades, sino porque en el mundo se levantó un clamor aplaudiéndole a los violadores, torturadores, asesinos, llamándolos combatientes, al considerar que decapitar y quemar bebes fuera un acto de resistencia; atreverse a invadir un país para comportarse como bárbaro medieval se aplaude como si fuera un acto de heroísmo.

Se ha aplaudido a aquellos que desmembraron cuerpos para venderlos en Gaza a alguna de las facciones terroristas, para que las manejen como carta de negociación.

Vimos en el mundo grandes movilizaciones a favor de un canto genocida que llama a destruir el Estado de Israel; los musulmanes en el mundo, de la mano de los judeófobos de izquierda y derecha marchan apoyando a los terroristas. Una académica estaba contenta porque en la marcha a la que fue encontró armonía y unificación exigiéndole a los israelíes que dejen en paz a Hamas y se regresen a sus cuarteles.

Encontramos brotes judeófobos en universidades, enfermeras, policías y agentes aduanales, que abusan y agreden a los judíos y en el colmo de la estulticia, el presidente de Brasil, ex convicto acusado de corrupción, sostuvo que Israel mató a 12 millones de palestinos, o sea todos los 5 millones existentes y de paso a unas 2, 3 o más generaciones por venir. La judeofobia salió de las profundidades del odio sintiéndose legitimada.

Los países que han gozado de ayuda de Israel en momentos de crisis o al sufrir desastres, se apresuraron a votar en contra de Israel y hasta a promover boicots.

Todo deja ver que el 7 de octubre marca un parteaguas que posiblemente tenga repercusiones importantes.

En el mundo judío se ha aprendido que la contribución científica, artística, cultural y hasta la filantropía, valen muy poco a la hora del ataque insensato de los agentes del odio. Son pocas las voces no judías que se levantan frente a la tragedia y la persecución. Ni siquiera las instituciones multinacionales se salvan del sesgo anti-judío. En Estados Unidos los jóvenes judíos tienen miedo de asistir a ciertas universidades donde el dinero islámico inyectó la pretensión/aspiración de aniquilación de los judíos.

Parece revivirse la polémica del siglo XIX sobre la integración judía a sus sociedades, o huir frente al próximo pogromo, o salir, opción a la que han optado muchos franceses frente a la oleada judeófoba. Israel tendrá un rol central en la vida judía.

En el mundo islámico/musulmán se han dado cuenta de su poder de movilización y de su capacidad de influencia política. Los islamistas, de la mano de los judeófobos, mostraron su músculo en el mundo, lo que les dará ánimo para tratar de imponer, como ya han hecho en ciertos lugares, enclaves de intolerancia religiosa. Bien ha dicho alguien: ellos llegaron al mundo occidental huyendo de la injusticia en países atrasados e intolerantes, para convertir al nuevo país en algo similar a los que abandonaron.

El 7 de octubre ayudó a decantar la confrontación macro, entre el eje China, Rusia, Corea del Norte, Irán, Catar versus “occidente”.

El conflicto desatado y deseado por Hamas, aunque les haya sorprendido la intensidad de la respuesta, tiene bases ideológicas y religiosas a nivel local y global.

Para Israel tiene una dimensión de seguridad nacional, lo que explica tal vez que el grupo negociador para la liberación de rehenes y cese del fuego, está encabezado por el Jefe del Mosad.

Es mucho lo que está en juego. Los extremistas islámicos han valorado el impacto global de sus acciones, incluido el impacto político electoral en países como Estados Unidos; para Israel está en juego la sobrevivencia, además de las tensiones políticas internas que el conflicto ha generado. Para el mundo está claro el impacto que tendrá el fundamentalismo en sus sociedades, pero ya temen levantar la voz en contra de la intolerancia y la imposición de la sharia.

“El mundo” quiere marcar el rumbo y el ritmo de la guerra, mientras que una negociación bizarra prolonga el conflicto. Por un lado están aquellos que buscan más muertes y quieren recomponer sus fuerzas para dar el próximo 7 de octubre, por eso no se encuentran socios para negociar la paz.

Una palabra sobre la Guerra. Las cifras de muertos que se manejan son emitidas por Hamas, que es conocido por mentir. Los primeros meses de Guerra mostraban un crecimiento geométrico de fallecidos, lo que es una manipulación estadística, porque no hay la misma cantidad de muertos todos los días, pero no aclaran cuántos son militares, cuántos fallecidos por misiles palestinos caídos en Gaza y cuántos murieron como escudos humanos. Israel sostiene que han muerto 12,000 soldados de Hamas; según la ONU, los civiles usualmente registran un ratio de 1:9 (un combatiente por cada nueve civiles), lo que nos daría 108,000 muertos. Pero ese ratio, según Israel, alcanza a 1:2.

Hamas dirigió la ayuda internacional a construir una estrategia destructiva. Es hora de que los palestinos tengan un gobierno que promueva en primer lugar firmar la paz con sus vecinos, y que asegure que la reconstrucción traiga prosperidad y florecimiento económico, social y cultural.

Una muerte es demasiado, y debe haber alguien que tenga en la mira la paz y la armonía.

Seis meses para las mujeres violadas grupal y constantemente, amén de los rehenes torturados, es una eternidad; para Hamas, ellas son cartas para el intercambio y merecen morir. Hay que meterle humanismo a la negociación por los rehenes y el cese del fuego.