Al día siguiente se le sepultó en el panteón de Parral y cien años después el pueblo todavía se pregunta: ¿Quién mató a Pancho Villa?
José Doroteo Arango Arámbula, nombre real de Francisco Villa, nació el 5 de junio de 1878 en la Hacienda de Río Grande “La Coyotada”, municipio de San Juan del Río, Durango. Hijo de Agustín Arango y de Micaela Arámbula, muy joven quedó huérfano de padre junto con sus cuatro hermanos.
Como hijo mayor fue el sostén de la familia, al trabajar en la Hacienda Sombreretillo de Laureano López Negrete, cuyo hijo ejerció el “derecho de pernada” sobre su hermana Martina. Doroteo la defendió a balazos y huyó a las cañadas. Lo apresaron y encarcelaron, pero evitó la “ley fuga”, ya que escapó y se puso el nombre de Pancho Villa, un bandido duranguense.
Sus biógrafos señalan que Villa alternó períodos de bandidaje con largos períodos de vida civilizada, pues estableció una carnicería en Parral y se casó con Petra Espinosa después de “robársela”. Hacia 1910 radicó en Chihuahua, ocupado en el mismo ramo comercial.
Según el doctor Ramón Puente –quien fue su secretario y le escribió una biografía–, Villa vive en paz, pero resiente un agravio de la sociedad, del gobierno y de las leyes que oprimen al pobre y lo orillan a delinquir.
Villa nunca negó su vida de bandidaje contra hacendados ganaderos y gobernantes corruptos a lo largo de 19 años. Pero, aclara que lo hizo con un propósito justiciero y a partir de que conoce a Francisco I. Madero se pone al servicio de la Revolución. Piensa que puede redimir a su clase oprimida y contribuir a la causa de liberar al pueblo del dictador Porfirio Díaz.
Atraídos por su don de mando, rancheros, vaqueros, aparceros, jornaleros y peones se unieron al villismo, movimiento social surgido al parejo de la Revolución y organizado por Pancho Villa en el norte, quien al igual como Emiliano Zapata lo hizo en el sur, se lanzó a la lucha armada para repartir las tierras que habían trabajado y eran usufructo de terratenientes y hacendados.
El lema de “Tierra y Libertad” de Ricardo Flores Magón, precursor intelectual de la Revolución, adoptado por Zapata en la lucha de los campesinos indígenas para reivindicar que la tierra es de quien la trabaja y de quien la necesita, también Villa lo adoptó en la lucha de los jornaleros para poseer y trabajar sus propias tierras y para levantar en armas al pueblo contra quienes solamente privilegiaban a los hacendados y a la alta burguesía.
Como Comandante de la División del Norte, en Villa reconocemos al líder revolucionario del Siglo XX, por conformar el Ejército más poderoso de América Latina, integrado por campesinos y clases desposeídas, así como por sus habilidades militares y su carisma social.
Tales atributos cambiaron la trayectoria de su vida en la Revolución y le otorgaron notoriedad a nivel nacional por la Batalla de Ciudad Juárez, en 1911, la cual contribuyó a la caída del régimen porfirista; y a nivel internacional, por la incursión de los Dorados de Villa a Columbus, Nuevo México, en 1916. Acción que provocó la invasión punitiva de Estados Unidos a México, con diez mil soldados al mando del general John J. Pershing, expedición que resultó un desastre, al no poder capturar a Villa.
Su lucha por los derechos agrarios y la justicia social (atender el hambre del pueblo, la vagancia y la mendicidad, expropiar la tierra sin cultivar, pagar bien a los trabajadores, impulsar la democracia y reactivar la economía), capturaron la imaginación popular y lo transformaron en una figura legendaria mundial. A 100 años de su magnicidio, el ideario revolucionario de Pancho Villa es un legado histórico de reconocimiento permanente.
Un episodio de cómo nuestro héroe nacional y defensor de los desposeídos ayudó a iniciar una nueva era para México, aún inacabada, fue cuando llegó a Monterrey un 13 de marzo de 1915 y el pueblo se aglomeró para conocerlo. De acuerdo con su costumbre, Villa repartió dinero entre los más necesitados y les dijo que su lucha era por el pueblo y pidió la ayuda de todos.