Por supuesto, que no llueva en cierta parte de la ciudad, como el área metropolitana, no significa que tampoco se registren precipitaciones en otros municipios.
No obstante, la idea que se sigue manejando es que las lluvias serán generalizadas y fuertes. Así se deja entrever, por ejemplo, en los pronósticos de Protección Civil de Nuevo León (PCNL).
Por esta parte, autoridades y medios pueden seguir su tónica y convercer a algunos. De llover, seguramente se dirá que el pronóstico fue acertado. Aunque de tantos que se han dicho, en algún momento darán al tino. Ya lo dice también la canción: «si no es ahora, será mañana».
Pero, por la otra parte, a la naturaleza no se le puede engañar. Son tantos los actos y omisiones que se han efectuado para que no se den las condiciones climatológicas que de necesitan.
Por ejemplo, Samuel García, gobernador de Nuevo León, no deja de hablar de atraer inversión. Sin embargo, tal parece que tampoco está al tanto de la paradoja de Jevons y su significado para la economía y factor ambiental.
Si se recuerda, al estado han llegado nuevas unidades cuyo uso es de transporte público (y faltan más por llegar). Se dijo, en su momento, que serían unidades eléctricas; terminaron siendo de gas, pero el punto de esto es que, al final de cuentas, introducir 800 unidades al parque vehícular de Nuevo León contribuye a generar mayor contaminación (emisiones de CO2), razón por la cual los informes de calidad de aire no tienen cambios significativos.
Otro ejemplo es lo que ha pasado con la zona de la Alameda en el centro de Monterrey, la cual pasó, en dos años, de ser un espacio verde, a uno seco. También, se tiene el caso de la deforestación del Río Santa Catarina y la de aquellos árboles que «estorban» en el recorrido de las nuevas líneas de Metrorrey.
Por supuesto, no se trata de culpar al gobierno, ya que, en general, cada uno es responsable de estos cambios. Sin embargo, sí es responsabilidad del gobierno crear políticas públicas para que esta situación no se presente.
Aumentar las tarifas del servicio de agua y drenaje, no provocará que la gente, mágicamente, deje de desperdiciar agua. Más aún, si se informa a los ciudadanos que las empresas son las que menos consumen agua.
Asimismo, “bombardear nubes” tampoco es una política amigable. Científicamente, no hay certeza que esta acción genere lluvias. No obstante, lo que sí está comprobado es que el yoduro de plata, por ejemplo, entre otros químicos que se utilizan para el bombardeo de nubes, contaminan el subsuelo y afecta severamente a la flora y fauna. Y con esto, nuevamente, se va a dar con la paradoja de Jevons.
Por tanto, lo que se requiere realmente es implementar políticas públicas que provoquen un cambio de consciencia. Se siguen teniendo escenarios en donde muchas personas prefieren tener vehículo propio, que viajar en metro; comprar agua embotellada, que consumir la del grifo; tener estadios de futbol, que espacios verdes.
Se podrá decir esto o aquello para persuadirnos y reducir o dejar de exigir, pero a la naturaleza no se le puede engañar. Si no llueve, es porque algo hemos hecho mal, pero se evita reconocerlo. Y si no se reconoce el error, se renuncia a aprender.