Monterrey.- En el evangelio, al mesías las acusaciones lo tildaron de cada locura. Desde la blasfemia hasta el alborotador social.
Paciente dio muestras de serenidad. De poder navegar entre las olas de demencia. Salir en medio de sus detractores inmaculado lo llevó hasta el calvario. Rodeado de malhechores y maleantes, soportó en silencio.
Para la sociedad mexicana, muy parecida a la hebrea de la época de los faraones egipcios, les resulta conveniente permanecer en la esclavitud del bipartidismo hegemónico, a la postura transparente del presidente.
De estar mejor antes, con un celo de desdén e indiferencia. A cada uno de sus comentarios, ocurrencias y espontaneidades, la acusación farisea es de crucifixión.
Andrés Manuel es quizá el presidente con mayor índice de votación real. Sin necesidad de columnas de votantes en carrusel o despensas de por medio para emitir un sufragio.
Al presidente de México le han tratado de imponer una agenda globalizada. A traspiés la condición de los entrepreneurs casados con las prebendas del sistema en decadencia, son los primeros en colocar en jaque sus capitales.
Amenazan con llevarlos a otro mercado, mucho más deprimido, tal vez centro América e incluso Sudamérica. Donde venden a sus hijos por un plato de lentejas.
Nos hacen falta verdaderos héroes nacionalistas. No pelagatos de Olinalá, Polanco o San Ángel. Sacar a México adelante no es ir contra el presidente López Obrador, sino contra todos los mexicanos.
Repensar mejor una victoria generosa, en vez de un balazo en el pie.