AJE

ACERCA DE LAS RELACIONES DE PODER EN UNA ORGANIZACIÓN
Edgar Gómez*

Desde el punto de vista etimológico, el poder se define como “la capacidad de hacer, decir, expresar o ejecutar una acción”, lo cual quiere decir que está más relacionado con las capacidades o habilidades de una persona. Al verlo desde esta perspectiva se puede señalar entonces que esa capacidad de hacer, decir o ejecutar, no está precisamente anclada solamente a cuestiones de dominación, sino a una manera de emplear las capacidades en cualquier área en la que se esté actuando o viviendo, de la capacidad de transformar y crear cambios. Lo cual deja en claro que si se trata del desarrollo y la aplicación de habilidades, siempre habrá algunos que destaquen más que otros. Esta dinámica se observa en cualquier organización, por ejemplo en la familia, donde a algunos de sus miembros se les asigna tareas del hogar más importantes por el mero hecho de manifestar capacidades diferentes o mejores que las de otros integrantes de la misma familia; es decir se le va otorgando ese poder por el mismo hecho de la habilidad para hacerlo.

     Desde el punto de vista sociológico el poder se define como la “capacidad de dominio o control hacia otros”. Comúnmente entendido como un sinónimo de obligar a los demás de manera imperativa o como una forma de prohibición. En otros ámbitos, puede llegarse a ver como un trofeo, propósito personal o colectivo si se entiende como un status de superioridad o de alta jerarquía. Cuantas veces no hemos escuchado en tiempos electorales que la competencia es referida como una lucha por el poder, una lucha por alcanzar la posición máxima de un país o región. Y es comprensible que el poder se entienda de esta manera ya que en la actualidad existen desigualdades sociales donde los grupos dominantes controlan a otros que son dominados por diferencia de fuerzas o de posiciones estructurales en la sociedad. Todo esto va contribuyendo a que el concepto de poder adquiera una connotación meramente negativa y de control disfrazada comúnmente en una “aplicación de la disciplina” (la disciplina no tiene que ver la acción de infundir el miedo), dejándolo reducido a la única acción de dar órdenes o establecer prohibiciones ante personas que solo deberán obedecer y asumirlas sin titubeos.

     El poder se va presentando entonces en la relación con los demás, tanto en la sociedad como en las instituciones y es donde se empiezan a manifestar esas relaciones que se van tejiendo en toda estructura organizacional. De esta manera muchas de las organizaciones van estructurando sus modelos en base a los talentos y habilidades de quienes van conformándola, es decir se van organizando.

     Cuando se entiende el concepto de poder como una acción para la dominación y control, como ya se ha descrito, es inevitable que este se ejerza desde las posiciones jerárquicas a manera de dictaduras, de estilos autoritarios o a través de infundir el miedo. Esta situación dentro de una organización va generando una relación de poder entre jefes dominadores y subordinados que obedecen. Este tipo de relación, aunque ayude a alcanzar ciertos objetivos u obtener resultados cuantitativos, lo más probable es que la mayoría de los integrantes de la organización no piensen en desarrollar más sus capacidades, sino en solo cumplir con lo ordenado.

     Cuando la relación de poder es en base a la potencialización de la capacidad humana, es decir, no solo de hacer las cosas sino de hacerlas bien, las posiciones jerárquicas pueden ir adquiriendo una visión del ejercicio del poder desde las necesidades y el desarrollo de los demás en pro de resultados, siendo transparentes y basados en un comportamiento ético y congruente. Esto va manifestándose en una autoridad genuina y en un claro liderazgo que va llevando a las personas a potencializar sus mejores talentos pues se genera un ambiente de confianza y colaboración.
Ajustarse a las relaciones de poder no clarificadas o concientizadas desde la perspectiva de las capacidades y habilidades de los que conforman una organización, puede ser manejado por tiranos de mucho poder, pero sin liderazgo; con resultados limitados desaprovechando el máximo potencial posible de sus equipos de trabajo.


*Edgar Gómez Escobar. Ingeniero en Electrónica y Comunicaciones por la UANL. Estudiante de la maestría en Administración de Proyectos en la Universidad Iberoamericana.
Actualmente dirige el colectivo conTACTO social que asesora emprendimientos y negocios sociales.

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