GOMEZ12102020

Agua dulce
Lupita Rodríguez Martínez

Monterrey.- La Declaratoria de Emergencia por Sequía en el Estado de Nuevo León, emitida el pasado 2 de febrero, es un problema estrechamente ligado con la escasez del agua dulce en el planeta Tierra.

El hogar de la humanidad, nuestra casa, está formado por 29% de tierra y 71% de agua de los océanos, que reflejan esa pálida luz azul que los científicos denominan como el Punto Azul en el infinito del Universo.

Se calcula que el volumen del agua en la atmósfera y la corteza terrestre sería de alrededor de 332.500.000 millas cúbicas. La gran paradoja es que el 96% se considera agua salada, mientras que el agua dulce es casi el 4%.

El agua dulce es el elemento crítico para que todo organismo sobreviva en la Tierra y la fuente de casi toda el agua dulce es la precipitación en la atmósfera terrestre en forma de niebla, lluvia y nieve.

El agua dulce se acumula en campos de hielo, glaciares, icebergs, humedales, lagunas, lagos, ríos, corrientes subterráneas, acuíferos y en la red de distribución de agua potable que nuestras sociedades han construido.

El sol dirige el ciclo del agua. La calienta en los océanos, lagunas, lagos y ríos, donde el agua se evapora hacia el aire, se condensa en nubes, las corrientes de aire mueven las nubes por los cielos, hacen que colisionen y precipiten nieve que se acumula en capas de hielo o precipiten lluvia que escurre por las superficies, es absorbida por los árboles, se infiltra en el subsuelo, recarga los acuíferos y se almacena en lagunas y lagos, emerge en manantiales o fluye por los ríos. El agua subterránea es tomada por las raíces de los árboles y transpirada a través de la superficie de las hojas regresando a la atmósfera y parte de ella retorna a los océanos, donde el ciclo del agua se cierra… para comenzar nuevamente.

Al desequilibrarse el ciclo del agua provoca sequías, como la que hoy padecemos, ocasiona incendios forestales, deforestación y erosión del suelo, seca los mantos freáticos y que los fenómenos meteorológicos sean más catastróficos con inundaciones y deslaves, afecta las actividades agropecuarias y también genera el fenómeno de la migración.

La sequía no es un problema local de Nuevo León. Es una situación regional que no se había agravado desde hace 70 años, afectando la parte norte de México y el sur de Estados Unidos. Ahora se agrava por el crecimiento poblacional del Área Metropolitana de Monterrey, al llegar a seis millones de habitantes nuestras presas no estaban calculadas para satisfacer la demanda.

Hemos tenido otras sequías y problemas difíciles de poca lluvia, pero éramos menos población y se solventaba la problemática. Hoy resulta crucial saber –una vez clausurada la Presa La Boca y por el bajo nivel de almacenamiento en Cerro Prieto y El Cuchillo– cuánto soportarían los pozos de agua para dar servicio al consumo humano y al uso industrial y agrícola.

Según investigaciones de especialistas, con base en información de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y de los Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey (SAyDM), la zona metropolitana se ubica en el Acuífero 1906, de la Región Hidrológica Administrativa VI de la Cuenca Río Bravo, cuyo volumen de agua subterránea se calcula en siete veces la Presa El Cuchillo.

Sin embargo, ante la excesiva extracción del agua subterránea y la falta de nubes para bombardear, nadie tiene en claro hasta cuánto soportarían los pozos habilitados por SAyDM y los pozos concesionados por Conagua que el sector privado ha permitido conectar a la red de distribución pública.

Debemos considerar que el ciclo natural del agua de nuestra región es afectado también por el calentamiento global. En Monterrey, por ser la zona industrial más contaminada de América Latina, la contaminación no sólo impide la lluvia, sino que acidifica los óxidos de azufre y nitrógeno disueltos en el aire por la quema de combustibles fósiles y emisiones de fábricas, aviones, trenes, automóviles, pedreras, etcétera, lo cual provoca casos de lluvia ácida que contaminan presas, lagos y ríos. Esa acidificación que estamos respirando y bebiendo significa mayores y más graves problemas de salud.

Ante la emergencia por la sequía y de frente al cambio climático, las autoridades deben cumplir el derecho humano al agua y que los usos domésticos y públicos siempre sean preferentes a cualquier otro uso, así como priorizar las obras hidráulicas que se consideraron necesarias desde hace 20 años.

Esta necesidad será el reto para la administración del nuevo gobierno.