Monterrey.- Los reality shows están diseñados con base en la competencia. Para ello, las producciones televisivas incentivan el conflicto, las intrigas y la animadversión entre las y los participantes de estos programas. Un ejemplo claro de esto, además de los así llamados posicionamientos, son las preguntas “incómodas” que Galilea Montijo les hace a los habitantes nominados de La Casa de los Famosos-México durante las noches de expulsión, y que se transmiten los días domingo.
Es así que, “sin querer”, este tipo de mecanismos usados por las televisoras se instalan como dispositivos que reproducen modelos socioculturales de ser, hacer, sentir e interactuar que, a su vez, exponencian las prácticas de agresión y de violencia interpersonales; y las cuales, de forma sutil o explícita, caracterizan y dan sentido de ser a este tipo de shows televisivos.
Sin embargo, y cada vez más, tales modelos y prácticas socioculturales de violencias, en sus diferentes formas, son objeto de escrutinio y crítica por las sociedades contemporáneas a través de las diversas expresiones de la cultura woke; la cual adoptan poco a poco sectores sociales, políticos y hasta empresariales como parte de sus filosofías diarias y en su quehacer público.
Por lo que, paulatinamente, se instala en el sentido común la idea de que la TV no es un simple medio de entretenimiento, sino que sus productos, de gran influencia, también educan al televidente, pues le ofrecen contenidos cargados de sesgos culturales e ideológicos muy particulares. Como esa visión que postula que los seres humanos somos egoístas por “naturaleza”, y que, además, estamos sumidos en un estado permanente de lucha.
Por ello, ya no es raro que los mismos televidentes y hasta las mismas empresas patrocinadoras, muestren su desacuerdo y disgusto ante las televisoras por contenidos que desatienden los profundos cambios sociales y culturales que las sociedades impulsan y experimentan; sobre todo ante aquellos asuntos que más preocupan, como las violencias sociales.
Es así que no debe resultarnos una casualidad que la inesperada y abrupta salida de Adrián Marcelo (controversial youtuber regiomontano) se haya dado en el contexto de la retirada de varias marcas patrocinadoras del show, las cuales, en comunicados institucionales, expresaban estar en contra de las formas de sociabilidad e interacción de los participantes de la LCDLF-Mx. Dichos comportamientos no querían ser asociados a la imagen pública de sus marcas, y con ello evitar afectaciones a sus intereses comerciales y financieros.
En este tenor, todo parece indicar que los shows de telerrealidad deben empezar a replantear sus contenidos y su mismo sentido de ser (sus formatos), en un mundo cuyos tradicionales modelos a seguir se están poniendo en cuestionamiento y sus diversas y cambiantes realidades exigen ser tomadas en cuenta para verse reflejadas en las pantallas de los televisores. Nuevas realidades que están sobrepasando al rancio y artificioso esquema del “reality”.