Monterrey.- Liberar a los hombres del amenazante y arbitrario predominio de las mujeres. En pocas palabras, esta es la proclama básica de Luis Castilleja (actor mexicano), quien es mejor conocido como El Temach. Y desde su salto a la fama en las redes sociales, sus mensajes se han caracterizado por provocar escozor entre los sectores progresistas de la sociedad.
En lo particular, sus contenidos son discursos motivacionales que tienen como objetivo principal el crecimiento personal de los varones jóvenes, que por definición son heterosexuales. Motivación centrada en la revalorización de la manera de ser hombre en la época contemporánea, y con la mira puesta en acrecentar sus capacidades y habilidades para enamorar (enclochar) mujeres. Para lo cual ofrece cursos y hasta cuenta con una aplicación virtual.
Al trabajo de crecimiento personal lo denomina entrar o estar en Modo guerra. Lo cual supone una serie de actitudes y comportamientos individuales que le permiten al sujeto disciplinar su vida diaria y así aumentar su valor como hombre. Como hacer ejercicio, estudiar, meditar, amarse a sí mismo, dejar cualquier vicio dañino, no masturbarse, no ver pornografía, no ser infiel, no buscar la aprobación de otros hombres, respetar a mamá y papá, etcétera. Se debe incrementar el valor propio ya que, según él, todas las mujeres, sin excepción, son hipergámicas; es decir, ellas, desde siempre y por siempre, se han sentido atraídas por el éxito económico y social de los hombres.
Es por esto que en su ideario El Temach postula que el hombre no debe rogarle a la mujer, nunca debe rebajarse mostrándole mucho interés o brindándole muchas atenciones y mimos. En este sentido, y en el peculiar lenguaje del Temach, un hombre verdaderamente digno no debe comportarse como un simp, pues eso supone un signo de debilidad (suavidad) ya que él no se da a desear; y eso no es atractivo para las mujeres. Afirmación que, en otro momento, complementa al aseverar que, aunque parezca paradójico, muchas mujeres prefieren al hombre golpeador porque, a final de cuentas, éste se impone a ellas como alguien fuerte (duro).
Es así que, en lo general, y con sus propias contradicciones y posturas absurdas, los discursos del Temach están plagados de prejuicios y estereotipos culturales. Estos se componen, por un lado, de una rancia ideología naturalista decimonónica que reivindica las “incuestionables” diferencias biológicas entre hombres y mujeres, y por otro lado, de una hegemónica ideología liberal que coloca como actores protagónicos de la sociedad a los varones que están sumidos en una eterna competencia por la búsqueda de poder, bienes y prestigio. Tales discursos se cristalizan en su propio modelo de hombre heterosexual unidimensional e individualista, nada novedoso, por cierto.
Y no resulta raro que los mensajes del Temach circulen en una época en la que estas viejas ideologías, prejuicios y estereotipos son cuestionados por amplios movimientos sociales como los feminismos. Los cuales han venido a desestructurar los tradicionales roles de género entre mujeres y hombres. Los dichos del Temach son una clara reacción al empoderamiento y liberación de las mujeres contemporáneas, quienes reclaman igualdad, derechos y cambios drásticos de las relaciones de género. Transformaciones que rompen las certezas sociales y culturales que tenían las viejas y las nuevas generaciones sobre asuntos tan cruciales como el cortejo y la seducción.
El Temach es tan solo una cara más, con un “lenguaje fresco”, de un proceso largo de resistencia al cambio por parte del statu quo patriarcal. Y sus mensajes hacen eco en amplios sectores juveniles que no logran configurar sus propias masculinidades lejos de los códigos de género tradicionales, pues, probablemente, están determinados por una época de exacerbadas violencias sociales, criminales e institucionales.
Esto último lo menciono debido a la curiosa terminología y parafernalia militarista que delinean los dichos y hechos del Temach y sus admiradores. Pues además de su famoso Modo guerra y de tomarse fotos con lo que parece ser un chaleco táctico, sus seguidores –El Ejercito de los Compas– también usan una placa que tiene el logotipo del influencer, muy similar a las placas de identificación que utilizan los soldados estadounidenses. Placas que el mismo Temach colocó a algunos de sus fans en un evento al aire libre en noviembre de 2023, y al que asistieron un centenar de jóvenes.
Algunos periodistas e internautas han comparado este acto público con una especie de bautismo, como si se tratase de una suerte de secta semireligiosa; pues también lo consideran el gurú de los machos alfa, y quien al colocarles las placas a cada uno de sus prosélitos éste les decía: ‘¿renuncias al simpeo?’. Pero a mi parecer, ese acto se asemeja más a la colocación –propiamente– de insignias militares; las cuales se ponen a los reclutas o cadetes que concluyen su adiestramiento básico y los distinguen como nuevos integrantes del cuerpo de combate.
El bautismo y la colocación de insignias son similares, pero no iguales. Por lo que caracterizarlo como una secta es impreciso. Al igual que El Temach, quien difunde un decálogo en el cual presenta una serie de reglas y preceptos a seguir, los cuerpos castrenses también hacen uso de ese tipo de discursos formalistas (como el Credo del fusilero) con los cuales se adoctrina a los nuevos reclutas y se les inculca y predispone a la violencia sacrificial.
Y es por este tipo de aspectos que lo preocupante en el caso del Temach y su “ejército”, es que, muy en el fondo, comparten y promueven elementos y símbolos desde los cuales subliman, acríticamente, los más acendrados códigos culturales de la masculinidad hegemónica: la fuerza y la violencia instituidas.
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