Monterrey.- Estaba enfrascado en el trabajo y me olvidé del mundo. La computadora se quedó cerrada durante semanas y el teléfono se descargó no sé cuándo. Alguien recomendó mi labor y me dieron un mes para diseñar un comic con todo y su portada. Así que me di a la tarea de hacerlo y, me concentré tanto, que tan solo me avoqué a la creación de mi encargo. Tengo unas viñetas en un periódico local y soy diseñador free lance con un stock muy amplio, podía darme el lujo de encerrarme por días y salir solo por comida. El mundo siguió girando mientras terminaba mi obra. Al final, y cuando ya no tenía nada que hacer, decidí conectarme de nuevo al mundo.
La computadora llena de correos electrónicos. El teléfono apelmazado de notificaciones de mi Feisbuk y mensajes de Guazap, era algo abrumante. Así que con cautela me puse a revisar. Los mensajes más antiguos eran comentarios normales, etiquetas, promociones, luego ya signos de admiración… de interrogación.
Al final eran preguntas, unas escandalosas, otras en broma:
“¿Ahí estás? ¿Dónde andas?” ―preguntaban algunos.
“¿Ya te moriste o qué? ¡Extraño tus memes!” ―decían otros.
“Estoy preocupado de que no respondas, ¿te pasó algo? ¡Espero que estés bien y esto sea una broma!” ―mencionaban amigos.
“No me gusta esto de que estés desaparecido, le pregunté a tu hermano y tampoco sabe nada de ti ¡Repórtate!” ―decían otros
tantos.
En diferentes tonos y formas, pero el mensaje era el mismo.
Respondí todos los mensajes con uno solo:
“Es raro que digan que desaparecí, he estado todo el tiempo en la casa trabajando ¡Ahí me habrían encontrado! Si no escribir en l
as redes es como morir, entonces soy un zombie”.