Monterrey.- Recibí una llamada de un amigo que me reclamaba la ausencia. Me decía que extrañaba aquellas noches de alcohol y travesuras sin fin, los gritos del karaoke y las crudas mañaneras curadas con menudo del mercado. Yo lo mandé por un tobogán, ya no soy aquel, ahora soy otro, con otras preocupaciones y otras responsabilidades, otros amigos y otras necesidades. Mi familia me dice que haga algo más, que me desconecto tanto que a veces solo estoy ahí y ya, ―pues por lo menos ahí estoy―. Igual los mando por un tobogán a ver a donde, tengo cosas que hacer y no tengo tiempo para esos berrinches familiares. Mi novia me dejó hace tiempo (si piensan que la mandé por un tobogán están en lo correcto), me decía que no tenía tiempo para ella, que no la respetaba y que tenía otras prioridades. Tengo quien cubra mis necedades y necesidades, por mí que no regrese.
Así es la vida, un vaivén de posibilidades que se deben acomodar a tu rutina.
Y no soy egoísta, tengo becado a un niño de Oaxaca y le ayudo con sus gastos escolares. Un domingo de cada mes apoyo en un comedor comunitario y coopero cuando puedo en un centro de rehabilitación. Con eso tengo para estar a gusto… Suficiente es con no seguir atado a nada y sentirme bien.
Un amigo me dijo que parecía una hormiga, que me levantaba, trabajaba, volvía al hoyo y ya no salía hasta el día siguiente. Con excepción de algunos días, si, casi siempre vuelvo al hoyo. Pero si a una hormiga la aplastas otra la suple y el trabajo continúa, no hay una repercusión en el hormiguero ¡Mentira si dijera que sucedería lo mismo con un trabajo! ¡El secreto es la importancia que le des! Difícil es discutir con necios…