Alejandro Armenta vio fructificar su carrera política apegándose y defendiendo al grupo político de Mario Marín, quien buscaba desarrollar una carrera en búsqueda de la presidencia de la república. El escándalo del caso Lidia Cacho expuso las estructuras y mecánica de un poder oligárquico y corrupto, que no ha podido desterrarse del estado de Puebla.
El apoyo económico, social y electoral del marinismo fue singular para el sostén del gobierno interino, así como para que Morena triunfara en las elecciones frente a Enrique Cárdenas; y Alejandro Armenta, como operador y artífice de Mario Marín, Javier López Zavala y Valentín Meneses, generó los consensos que hicieron funcionar el tradicional “voto verde” que se impuso en contra de Acción Nacional y legitimó al barbosismo.
Casi de inmediato Miguel Barbosa trató de deslindarse de la visión autoritaria y corrupta del grupo marinista, que ya comenzaba a significar un lastre para el gobierno estatal. El propio Armenta protagonizó conflictos que evidenciaban el lado oscuro del marinismo, para desplazar a Barbosa del Poder Ejecutivo. A pesar de ello y de otros desacatos contemporáneos del marinismo con Barbosa, parece que el senador Armenta representa la vía para que el barbosismo y sus bases sociales construyan un proceso político capaz de confrontar al bartlismo y la todavía sobreviviente coalición PRIANRD.
El marinismo se encuentra vigente en la figura de Alejandro Armenta, y dispuesto a generar una mecánica de alianzas caciquiles, migrantes, empresariales y priistas para que el poder regional del priismo histórico poblano se conserve. Por su parte, el partido de la Regeneración Nacional no ha logrado generar una arquitectura institucional eficiente, y el costo ha sido la tempestad de sus procesos internos estatales y nacionales, así como la carencia de candidatos auténticos y comprometidos con la Cuarta Transformación, para suceder el gobierno en el estado de Puebla.
La escasez del lopezobradorismo en Puebla ha permitido que la voluntad y fortuna de los cacicazgos regionales –como el marinismo– se impongan y demuestren el oficio político contra un gobierno de izquierda incompetente y la transición democrática local.
Los conflictos de Morena en Puebla destruyen la posibilidad de la permanencia del progresismo en la entidad y descubren el apetito de las facciones y partidos de oposición para alcanzar nuevamente la gubernatura. Puebla sigue con una transición política interrumpida y una estructura autoritaria digna del antiguo régimen, tal como lo supone la aspiración del Morenista más Marinista.