Ofelio consideró que tenía suficiente información para empezar la acción, pues con este primer golpe convencería a sus superiores de lo valioso de la operación, y conseguiría apoyo y un ascenso en su trabajo, después de cuatro años de trabajar como auxiliar de la Policía Federal. ¿Por qué no? El reconocimiento de su padre, el Coronel Fortino, héroe de la revolución, una demostración de que estaba hecho de la misma madera.
Ofelio había logrado obtener información de que en La Cebolla, en la Sierra de Rayones, había una pista de aterrizaje, que ahí dos o tres veces por semana despegaban dos avionetas, una de color azul y plomo; amarilla la otra, tripuladas por pilotos americanos. También tenía la pista de dos gringos y un “pocho”, que se movían en un lujoso auto negro, placas 2778 de Texas, que realizaban frecuentes viajes a Monterrey y se hospedaban en el Hotel Ancira. Ellos transportaban por carretera cargas de droga de La Chancaca, San José de Las Boquillas y San Juan Bautista, donde tenían sus sembradíos de marihuana los hermanos Reyna, y formaban parte de una banda, de la cual dos de sus integrantes fueron detenidos en Los Ángeles California, hacía apenas unos meses antes.
Desde hacía meses que Ofelio había sido comisionado a la investigación que realizaba, ya que tenía bien identificados a los Reyna. Desde el 15 de marzo de 1949 existían 15 averiguaciones derivadas de una defectuosa consignación enviada por la inspección general de Policía del Estado al Agente del Ministerio Público Federal, en que se encontraba incluido un hijo de Gaspar, donde fue detenido un consumidor y dejaron en libertad al hijo. La intervención de Ofelio fue determinante para que lo sentenciaran a cinco años de prisión por tráfico de drogas. También uno de los hermanos de Fidel había sido procesado por Ofelio. Ya que desde 1941 había un proceso contra Fidel Reyna, Francisco Reyna Valdez, José Reyna Aguilar y Agapito Valdez, por tráfico de marihuana. Fidel volvió a reincidir y salió con una fianza de cinco mil pesos. Benjamín contaba con antecedentes penales, por homicidio en Santiago.
Disfrazado de narcotraficante, Ofelio hizo contacto con Emilio Cavazos Garza, quien contaba con influencias. Existían antecedentes de que había librado varios procesos en su contra; había ido construyendo una leyenda, que lo ubicaba como alguien importante e intocable entre los mafiosos, como la sensacional escapatoria de la policía americana (en el trayecto de Laredo a San Antonio) cuando abandonó su auto Mercury con un gran cargamento de droga, pero logró evadirlos; aunque después fue detenido en Reynosa, no pudieron consignarlo. Emilio estaba identificado plenamente como traficante, pero no podían comprobarle nada, o de alguna manera eludía su responsabilidad ante la justicia.
Ofelio trabó “amistad” con Emilio, después de su última hazaña, cuando junto con Sabino Villarreal Escamilla, Marcos Cerda Briceño y Leonel Balderas Garza, fueron acusados de armar un escándalo a balazos (como a las seis de la tarde) en la Cantina Rivera, frente a la estación del ferrocarril. Y al registrarse el carro de Emilio, encontraron un paquete de un cuarto de kilo de marihuana. En su declaración, Emilio argumentó que hacía días que su coche le fue robado y después lo encontró en la Calzada Madero; y supuso que fue entonces cuando colocaron el paquete. Dijo que hizo disparos con una pistola calibre 25, y de ahí se fue a un lugar conocido como Las Vegas, por la Carretera a Reynosa; ahí estuvo tomando buen rato y cuando salió su carro no estaba; regresó a Monterrey en otro carro, para dar parte a las autoridades; y llegando a la Calzada, frente al Teatro Lírico, encontró abandonado su auto y se subió para ir a la estación de Policía; ahí lo detuvieron y le preguntaron por la pistola, y dijo que se la había regalado a un amigo en Las Vegas.
El contacto lo hizo Emilio, según le contó a Ofelio, en el Café Galván, frente al Mercado Juárez, lugar de reunión obligatorio para los serranos de Santiago, que bajaban a Monterrey (a una cuadra de la terminal de los autobuses Monterrey-El Álamo, que estaba por Guerrero y Ruperto Martínez). Se entrevistó con Benjamín y Fidel, a quienes les entregó cien pesos en señal de trato, ya que acordaron vender treinta kilos a cincuentaicinco pesos cada uno; el intermediario sería Fidel, que vivía por Hilario Martínez, en la Colonia Nuevo Repueblo.
Benjamín y Gaspar salieron de San José de Las Boquillas de noche (para que el sol no los agobiara en el camino), con tres costales de marihuana. Llegaron a San Juan Bautista por Ramiro González (primo de Gaspar, aunque le decía “papá”); pasaron por la Ciénega, para entrar al Cañón de San Francisco, cerca del Puerto Gringo. Pararon en el puesto de doña Chonita, para tomarse un mezcal, y agarraron para Los Cuartones, ya en la vereda a El Indio, que baja a Los Cavazos. En la molienda de caña de azúcar “Los Fresnos”, de Guadalupe Torres, escondieron los costales en el bagazal de caña. Ramiro y Benjamín se quedaron a cuidar la carga y Gaspar se fue a Monterrey.
Desde temprano Fidel le avisó a Emilio que la carga estaba en Villa de Santiago; este buscó a Ofelio en su trabajo, en el departamento de acabado en Fundidora. Por la tarde Ofelio recogió a Emilio en su casa y se fueron a Hilario y Pedro Martínez, en la Colonia Nuevo Repueblo, a la cantina “La Paloma”. Ahí recogieron a Gaspar y a Fidel, y se fueron a la molienda antes de las ocho de la noche. En el camino, Gaspar le ofreció venderle cincuenta kilos más, a sesenta pesos cada uno. Al llegar al kilómetro 964, en el entronque a Los Cavazos, se detuvieron en la molienda de Lupe Torres; ahí Ofelio se tomó un vaso de aguamiel y pidió que la carga la llevaran más adelante.
[* Mañana continuará la segunda parte…]