Ciudad de México.- Pues todo depende del cristal con que se mire, don Alejandro Díaz de León. Usted ve la realidad desde la más importante cabecera del sistema monetario y financiero nacional, desde el cuidado de los intereses del sistema financiero-bancario, y no está equivocado. Pero… Cuando el coronavirus SARS-Cov-2 invadió a México, la crisis económico-financiera ya había infectado el modelo económico de México:
Destrucción de empresas medianas y pequeñas, desempleo masivo, agudización y generalización de los niveles de la pobreza.
El crecimiento del producto no pasaba de un promedio del dos por ciento anual para una población, en la que la inmensa mayoría (yo digo que unos 70 millones de personas, y me quedo corto) no sólo no crecía, sino que su situación de pobreza se hacía, cada día más pesada, y más llena de incertidumbre y de miedo, porque no abrigaba ninguna esperanza; se depauperaba cada día al ritmo del enriquecimiento desmesurado de las minorías. Y con la pandemia, estas se enriquecieron exponencialmente.
Ya sabemos que algunos mercados no sufrieron graves daños por la pandemia, como los de productos agroalimentarios. Claro. De los ahorros muchos tenían que luchar por defender la vida, mientras no la tocara de muerte el coronavirus. Los mercados públicos, los grandes almacenes de productos alimenticios y alimentarios, las industrias lecheras, la ganadería de carne, entre otras continuaron apuntalando la vida de los llamados consumidores.
Pero es cierto. Al poco tiempo de haber aparecido el coronavirus y haber enterrado a muchos mexicanos víctimas de la covid-19, empezó a hacer ruido, murmuración, el sector externo. Como que el exterior, particularmente el mercado estadounidense, empezaba a rebelarse ante la tragedia y la escasez provocada, y exigía los tradicionales productos que recibe de la planta industrial y el campo mexicanos.
Se abrió la industria automotriz, primero con reservas, obviamente con el compromiso de las empresas de cuidar que los trabajadores no se contagiaran de Covid-19. Y comenzó, en una nueva realidad, un nuevo ciclo de intercambio comercial con el principal socio de México: el mercado estadounidense. México volvió por sus fueros y recuperó el lugar principal entre los socios de Estados Unidos.
Y podría afirmarse que se inició la recuperación de la economía, como les aseguró el director del banco central, Alejandro Díaz de León, a los senadores en una reunión de ayer miércoles 14. Pero como decíamos en la entrega anterior, la marcha del retorno será pian pianito. Es importante la reactivación del sector externo. Pero…
Por el momento, lo único que vislumbramos en el horizonte y el futuro, aparte de la recuperación del sector externo, es incertidumbre, con la esperanza de que las vacunas paren la acción devastadora del virus y de que la recuperación económica que tendrá que darse cubra a los desposeídos.
Más que por el volumen de exportaciones e importaciones, la recuperación económica tendría que medirse por la recuperación de los niveles de bienestar de la población en general, comenzando por los trabajadores que ensamblan vehículos automotores. Los ricos no experimentaron ningún cambio negativo a causa de la Covid. Las hordas, las legiones, las aglomeraciones de pobres se empobrecieron aún más y a ellas se agregaron millones miembros de las clases medias.
Esta breve reflexión viene al caso, aunque usted, amigo lector, ya conozca la historia de la tragedia física, sicológica, emocional, económica, en virtud de la comparecencia del director del banco central, Alejandro Díaz de León ante los miembros de la Comisión de Hacienda y Crédito Público del Senado mexicano.
Díaz de León Carrillo da por hecha la recuperación económica. No lo vamos a contradecir. Pero repite verdades que no han sido desfiguradas ni por la crisis económica, ni por la crisis sanitaria. Hay en todos los frentes – centro, norte y sur-sureste- efectos devastadores de las crisis:
La región norte y centro del país ha tenido un mejor desempeño, en relación con la zona sur, y el sector externo es el que “realmente ha contribuido” a la recuperación económica de México. Palabras del banquero central.
Pero la economía no es el sector externo. Son todos los sectores que hacen el aparato productivo.
Y aún más. Economía que no crea empleos justamente remunerados, que alcancen para vivir, crecer, trabajar, descansar, divertirse, ahorrar, aunque crezca al infinito, es una economía fallida. Esto, difícilmente lo entienden los gurúes del capitalismo fondomonetarista, cuyos economistas trabajan solamente para beneficio de los detentadores del dinero y de los grandes medios de producción, que son quienes pagan sus pingües sueldos y salarios.