Ciudad de México.- ¡Sálvese quien pueda! Sólo quien tenga más saliva tragará más pinole. Los Índices nacionales de precios al productor y al consumidor no habían causado mayor preocupación a los observadores y analistas, y sobre todo a los consumidores, a las amas y los amos de casa, durante los dos años y tres meses que lleva el actual gobierno.
Pero todo pareciera que empezó a derrumbarse, nos cayó la realidad, con la pandemia de coronavirus, que acicateó la avaricia de productores, distribuidores, coyotes y comerciantes. No saben, como bien sabía Nelson Rockefeller, que vendiendo barato venden y ganan más.
Todo marchaba sin sobresaltos. Inclusive, la cotización del peso se mantenía en los límites de la ganancia cotidiana frente al dólar estadounidense. No había preocupación, salvo la que generaba la incertidumbre de la duración de la pandemia. Pero lo advirtieron las autoridades de salud: esta pandemia va para muy largo en el tiempo.
Importadores y exportadores, y prestadores de servicios marchaban tranquilos. La oferta de dinero del Banco de México venía indicando holgura en el manejo de los precios y las cotizaciones. Los mercados especulativos bursátiles, inclusive, tenían importantes ganancias.
Sin embargo, de un día para otro, me apersoné en el supermercado y lo primero que sentí fue un tufo de avaricia en los puestos de alimentos. Todos los productos habían sido reetiquetados y, en plena pandemia de coronavirus. Qué pasaría, me pregunté, que los productos de primera necesidad, los de la llamada canasta básica han subido de precio. Unos hasta tres tantos más.
Obviamente descendió el indicador de confianza del consumidor. Aunque lo que aumentó fueron los precios. Imposible pagarlos. Y dejaron de comprar las amas y los amos de casa. Inclusive lo comenté frente a un boletín de prensa que daba cuenta de que el índice de confianza había bajado. No bajo la confianza. Subieron los precios, dije.
Todos los analistas presumían de que ni la inflación ni el tipo de cambio se movían en contra de la política monetaria. Ésta venía dando señales muy positivas del comportamiento de la actividad económica., a pesar de los estragos que la pandemia de coronavirus había venido produciendo. A poco más de dos años del actual sexenio, todo era tranquilidad frente al comportamiento de los indicadores económicos.
Pero esa subida de precios de la canasta básica en los almacenes de supermercado alertó seriamente y preocupó, tanto que los expertos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) descubrieron que la inflación empezaba a moverse peligrosamente. En el mes de febrero la inflación al consumidor había llegado a 3.76%, cuando en diciembre del año pasado había medido 3.15 por ciento.
Qué había ocurrido, si todo había venido marchando sobre ruedas. Banco de México ha tenido la capacidad de inyectar liquidez al mercado y la política monetaria ha sido venturosamente expansiva. No podía ser otra causa más que la voracidad de los grandes almacenes, o que los precios al productor fueran incrementándose, también por avaricia. La inflación al productor lo atestiguaba. El indicador pasó de 3.71 por ciento en diciembre a 6.75 en febrero. Una barbaridad. Contra todas las leyes del mercado. Sólo podía pensar en que los productores estaban aplicando mis leyes de la necesidad y del abuso. Los incrementos de salarios, estaba ya comprobado, no generaban aumentos de precios.
Sea lo que haya sido, ahora más que nunca las autoridades que manejan la política monetaria tienen mucho trabajo, porque no puede permitirse que se desate una espiral inflacionaria que, como siempre, afectaría a las familias más pobres. La inflación, no es por demás no recordarlo, es el gravoso impuesto que siempre pagan los pobres. Y siendo un aumento generalizado en los precios de los bienes y servicios durante un periodo de tiempo, indudablemente que lacera y contribuye a la depauperación acelerada de los pobres. Qué contradicción: contribuir a la depauperación de los pobres. A los ricos no les hace mella pagar 20 por lo que valía 10 la semana pasada.
Cuando oímos que ha habido inflación significa que los precios han subido o se han «inflado», de ahí su nombre.
Existe inflación cuando aumentan de forma sostenida los precios del conjunto de bienes y servicios de una economía. Es decir, cuando la media de los precios de todos los bienes y servicios de un país sube.