Ciudad de México.- Si tomamos en cuenta el rigor con que nos ha apaleado la pandemia del nuevo coronavirus y todas sus variantes, así como el impacto de la crisis económica, que venía castigándonos ya desde antes del estallido de la crisis sanitaria, y que con Covid-19 o sin él se agudizaría, a la economía nacional no le ha ido tan mal como quisieran los agoreros de la mentira, o como les gustaría a los profetas de la destrucción.
Los miembros de las clases dominantes no tienen derecho de hablar, porque a ellos la pandemia no les arrancó un solo pelo. Al contrario, los más “chuchos”, los más “cochis”, los más “trompudos”, multiplicaron con creces sus caudales.
No sólo esto. Se han enriquecido exageradamente a costa de la desdicha de las mayorías. A costa del desempleo en el que quedaron millones de trabajadores.
Como decía aquel –se llamó José López Portillo y Pacheco, autodenominado “el último presidente de la revolución”, el resultado de la pandemia ha sido: empresas pobres, empresas tronadas, trabajadores desempleados, versus empresarios enriquecidos a costa de los gusanos consumidores. Aquel decía: empresas pobres, empresarios ricos. Aquí ya lo arreglamos.
Si no cree usted, vea el ejemplo de las grandes cadenas de almacenes, de grandes supermercados que nunca cerraron sus puertas so pretexto de expender productos de “primera necesidad”. Les vino como anillo al dedo la trágica pandemia. O vea a las grandes farmacéuticas, cuyos dueños se sacaron los premios mayores en las loterías de los mercados de valores. Sus socios se bañan en billetes como lo hacía Rico McPato. Pues vea por qué afirmamos que a la economía no le ha ido tan mal en este primer año de la era Covid:
El Inegi informa que el llamado Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) estima anticipadamente una variación del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), para marzo de 2021 contra igual mes de 2020, de (-)2.1 por ciento.
Sin embargo, esa disminución de 2.1 por ciento es menor que la anticipada para febrero (el mes inmediato anterior), que fue de (-3.9%), o sea que la caída fue, en febrero, del doble de la de marzo. Ya no cayó tanto la llamada actividad económica. El descenso en enero fue de 4.15 por ciento. O sea que la actividad económica ha ido mostrando menores descensos mensuales, en camino de la recuperación, en dirección a los niveles en que se comportaba hasta febrero de 2020, poco antes del estallamiento de la crisis sanitaria en México. El 15 de febrero de 2020 empezó el confinamiento para este escribidor.
La actividad económica redujo su descenso gracias al relajamiento de las medidas de confinamiento para protegerse del contagio de la covid-19. Esa reducción de las medidas de protección obviamente no fue generalizada, sino especialmente en el llamado sector servicios, tan necesario y, en millones de casos, indispensable porque, con pandemia y todo, la vida debe continuar, aunque lamentabilísimamente fallezcan muchos por la enfermedad.
Obviamente que el relajamiento que permitió el freno al descenso de la actividad económica tuvo que ser muy cuidadoso, para evitar contagios como los que ocurren cuando la gente pierde la conciencia y se entrega a los placeres de las fiestas, de las aglomeraciones, de las pachangas en las playas, entre otras locuras que se practican cuando uno debe de estar confinado en casa por el grave peligro del contagio de una enfermedad que puede ser, y de hecho lo es, mortal por necesidad.
Y nos quedamos con esto para no ahondar más la confusión de quienes no fuimos a la escuela de Julio Alfonso Santaella Castell, actual director del Inegi.