GOMEZ12102020

ANÁLISIS A FONDO
Las razones de la hipocresía
Francisco Gómez Maza

Ciudad de México.- En las más recientes jornadas, el ruido escandaloso se ha vuelto más ensordecedor. El espíritu del odio se pasea en los medios de información y comunicación. Más después de que el presidente López Obrador informó de que estaba contagiado de Covid-19.

     El griterío de la reacción lastima los tímpanos de la mayoría de los mexicanos. Pero los autores del escándalo es lo que buscan: desestabilizar, como si fueran mandados por agentes de la CIA.

    Que México está ya en el tercer sitio, después de Estados Unidos y Brasil, y encima de India, comparado por la cantidad de fallecimientos por covid-19. 

     Que el culpable o autor intelectual de la desgracia de los casi dos millones de contagiados, hasta ahora, de los cuales una gran proporción ya está curada, es el presidente López Obrador él mismo, contagiado, “por su irresponsabilidad” de no usar cubre bocas; que el doctor Hugo López-Gatell, el subsecretario de salud, es el autor material de la tragedia.

     Que los 158 mil 74 muertos, reportados en las estadísticas covid-19, hasta el sábado 30 de enero, más los que fueron reportados la noche del domingo, en la conferencia de las 19 horas, no son reales, sino tan sólo cifras manipuladas por López-Gatell, porque el Inegi informó de otros miles más.

     Que la estrategia de salud, de contención de la pandemia, está totalmente equivocada. Que la OMS (Organización Mundial de la Salud) y la ONU están descontentas con el gobierno de López Obrador, porque no ha sabido hacer frente a la pandemia; que se le salió de control o que nunca ha sido controlada por las autoridades sanitarias y, de ribete, ha contribuido a la debacle económica, al cierre de empresas, al desempleo masivo.

     Los enemigos del nuevo gobierno están tirándose a matar y, si pudieran, matar se convertiría en un hecho real. O para tumbar a López Obrador y sacarlo ya de Palacio Nacional, o para quitarle espacios en la Cámara de Diputados.

     El discurso de odio no es más que parte de una irrefrenable lucha por recuperar las posiciones que los perdedores –PAN y PRI y hombres de empresa ultraconservadores (los hay progresistas, demócratas)– ocupaban hasta el año de 2018, cuando fueron desplazados por poco más de 30 millones de votantes que, por fin, lograron sentar en La Silla a AMLO.

     Los enemigos, que no adversarios, del nuevo sistema político-económico no descansarán, de ahora hasta el domingo 6 de junio, cuando se celebrarán las elecciones para renovar la Cámara de Diputados, ahora controlada por el Movimiento de Regeneración Nacional, el partido que abandera al actual presidente.

     Los voceros del regreso al viejo régimen, auspiciados e inclusive financiados por la extrema derecha capitalista, no hablan de la responsabilidad que tenemos los ciudadanos, cada uno, de cara a la pandemia. Muchos – no creo que todos – de los contagios de Covid-19 son producto de la irresponsabilidad, de la inconsciencia, e inclusive del rechazo (muchos, a un año de enfermedad, aún dicen que el coronavirus no existe).

     Los propagandistas del odio y del miedo no hablan de esta realidad porque los desmiente. Si culpan al presidente o a López-Gatell, es porque se sienten muy débiles para poder ganar en la contienda electoral del venidero junio. De nada están seguros, porque la mayoría de los votantes sigue apostando por López Obrador, a pesar de la crisis sanitaria, que está dejando muchos muertos y los seguirá dejando mientras la enfermedad no acabe; a pesar de la recesión económica que, por cierto, va siendo domeñada paulatinamente y va dando signos importantes de recuperación.

     Y se agarran de todo. No dicen que mucho dinero robado al Erario nacional –miles y miles de millones de dólares-, que podría ser invertido en el aparato productivo nacional, se reproduce, sin oficio ni beneficio, en los paraísos fiscales. No dicen, por ejemplo, que la oferta de vacunas anti Covid-19 no tiene capacidad para satisfacer la masiva demanda mundial de los anti virus.

     No dicen que el gobierno de México tuvo que renunciar a buena parte de lo que había contratado con los laboratorios Pfizer, porque la ONU se lo pidió para apoyar a países pobres que, precisamente por su pobreza, no tienen la capacidad económica de firmar contratos con los laboratorios farmacéuticos.

     Inventan que la vacuna rusa no sirve para nada. E inclusive - ¡cómo lo ven! – hay personas de entre el grupo de ensordecedores críticos, que ya se han vacunado. ¡La hipocresía! Como aquel cura violador, pedófilo, pederasta que, ante el mundo, aparecía de rodillas frente al Papa, quien le manifestaba su amor por ser un “santo varón”.

     La conseja que en política todo se vale. Creo que no todo. Y los que practican ese despreciable libertinaje lo saben. Pero les importa un comino.

     Todos tienen derecho de pataleo, al griterío. Pero nadie tiene derecho a afectar los derechos humanos del enemigo. Nadie tiene el derecho de decir falsedades y menos y difundir calumnias. Qué les parece que han llegado a inventar la realidad que ellos quisieran que fuera la verdad, como esa insostenible versión que puso a López Obrador como víctima de un EVC.
La verdad, nadie puede darse por engañado.

     Ya se sabía desde antes de las elecciones del 2018. No iban a dejar que López Obrador llegara a la presidencia. Lo intentaron por todos los medios. No pudieron. Y si llegaba, no lo dejarían gobernar. Porque era, y sigue siendo, “un peligro para México”. Las razones de la hipocresía.