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ANÁLISIS A FONDO
Nadie debe pedir perdón
Francisco Gómez Maza

Ciudad de México.- Han transcurrido casi 27 años de haber estallado en rebeldía, el primero de enero del año 1994, cuando Carlos Salinas de Gortari coronó su victoria neoliberal con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio y los zapatistas no sólo siguen vivos, sino actuantes con todo el peso de su valor.

     Los indígenas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que dieron un gran segundo grito de rebeldía, después de los estudiantes en el 68, cuando aquella madrugada de Año Nuevo el comandante Felipe leyó la primera Declaración de la Selva, desde el balcón central del palacio municipal de San Cristóbal, ahora están listos para clamarle a los españoles: no nos conquistaron, seguimos en rebeldía, y nadie debe pedir perdón.

     El nadie debe pedir perdón es un dardo directo al corazón del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien sigue insistiendo en que el Reino de España y El Vaticano pidan perdón a los pueblos originarios por las terribles tropelías perpetradas durante la llamada conquista y la colonia, maltratos aberrantes que nunca se han acabado ni con las tres transformaciones que a cada rato evoca el mandatario mexicano. Los indígenas siguen en las montañas a donde fueron confinados por los encomenderos para apropiarse de las fértiles planicies y ríos caudalosos.

     Los zapatistas anunciaron, el lunes 5 de octubre, que viajarán en dirección inversa a la travesía que realizaron los “conquistadores” (la mayoría de ellos en busca de mejor vida que la que les proporcionaba el reino), para llegar a Madrid, la capital de España, con los tres mensajes mencionados en el primer párrafo de esta nota periodística. Mensajes contundentes de parte de la bonhomía de los pueblos originarios de este continente de la esperanza, como lo calificamos en aquellos memorables tiempos, cuando los jóvenes soñaban con la Patria Grande de América Latina.

     Los zapatistas, cuya comandancia general está ubicada en algún lugar de la Selva chiapaneca, pero que han asumido la representación de los pueblos y comunidades indígenas de México y de América, zarparán de tierras mexicanas en abril de 2021, y llegarán a la capital española el 13 de agosto del año venidero –exactamente 500 años después de la “conquista” de lo que hoy es México-, pero aclaran que no lo harán “para amenazar, reprochar, insultar o exigir”, sino para hablar con los españoles. Simplemente para dialogar, para que los europeos sepan a ciencia cierta, de boca de los propios autores, que las naciones indígenas son tan grandes como las de cualquier punto del globo terráqueo. Ni menos, ni más, pero sí descendientes de grandes culturas y civilizaciones tan importantes como las de los cuatro puntos cardinales.

     Además, como un reclamo a la sociedad machista, patriarcal, misógina, podría interpretarse la decisión democrática de los insurrectos de que serán mujeres las que encabezarán la travesía, que llegará a la península exactamente cinco siglos después de la caída de Tenochtitlan, la capital mexica, en manos de Hernán Cortés.

     “Iremos a decirle al pueblo de España dos cosas sencillas. Uno: Que no nos conquistaron. Que seguimos en resistencia y rebeldía. Dos: Que no tienen por qué pedir que les perdonemos nada. Ya basta de jugar con el pasado lejano para justificar, con demagogia e hipocresía, los crímenes actuales y en curso… el asesinato de luchadores sociales o “los genocidios escondidos detrás de megaproyectos”.

     La decisión de los zapatistas es interpretada como un frontal cuestionamiento al presidente Andrés Manuel López Obrador, al sistema capitalista y a todos los nacionalismos y afirmaciones de supremacía que se dan en el mundo actual.

     López Obrador había solicitado el año pasado al papa y al rey de España que pidieran perdón por los crímenes cometidos por los conquistadores y la Iglesia católica, hace cinco siglos, una idea rechazada por el gobierno español y que generó indignación en el país europeo, entre otras cosas porque se dio en medio de una tensa campaña electoral marcada por los nacionalismos.

     La semana pasada, el mandatario mexicano insistió en el tema y dijo que confiaba en que hubiera un “cambio de actitud, y que con humildad se ofrezca una disculpa, un perdón, pensando en dejar atrás esa confrontación y hermanarnos”.

     Los zapatistas, sin embargo, recordaron en su comunicado nombres ilustres de la cultura, la política o la defensa de los derechos humanos, y afirmaron que “ni el Estado Español ni la Iglesia Católica tienen que pedirnos perdón de nada”.

     “No nos haremos eco de los farsantes que se montan sobre nuestra sangre y así esconden que tienen las manos manchadas de ella”, agregaron.