Ciudad de México.- Mientras en México, aterrorizados grupos empresariales y pro empresariales, intelectuales y periodistas, califican de izquierdista, inclusive de socialista y comunista, al mandatario, comentaristas de la prensa estadounidense están convencidos de que el tabasqueño está gobernando como cualquier conservador de las derechas, como ocurre en el Cono Sur, en donde sólo en Argentina ha tomado las riendas un gobierno de izquierda peronista.
Personajes de las derechas empresariales, panistas y católicos ultraconservadores, e intelectuales orgánicos y algunos periodistas, unos que fueron consentidos y enriquecidos por el viejo régimen, autocalificado como de centro-derecha, y otros porque su trabajo como periodistas es cuestionar las acciones del poder (por cierto muy contados) están convencidos de que López Obrador es de izquierda y que la transformación que propone es una “revolución” que busca implantar el modelo “socialista” del desaparecido militar Hugo Chávez, encarnado en Nicolás Maduro.
Pero este martes, la agencia estadounidense de noticias –Associated Press– divulga un análisis firmado por Mark Stevenson, quien asegura que, aunque muchos esperaban un líder transformador que llevara al país hacia la izquierda, en un momento en el que gran parte de Latinoamérica daba un giro a la derecha, en realidad resultó que gobierna como un conservador.
Recortes al presupuesto de gasto, ingentes inversiones en el desarrollo de combustibles fósiles (específicamente el salvamento de la desmantelada industria petrolera y la construcción de la refinería de Dos Bocas en Paraíso, Tabasco), así como colaboración con el gobierno casi fascista y populista de Donald Trump, para frenar el flujo de migrantes que se dirigen hacia el norte, han caracterizado la administración inaugurada el primero de diciembre de 2018.
López Obrador jamás se enfrentaría al gobierno imperial que, hasta antes de la pandemia desatada por el SARS-Cov-2, controlaba a buena parte del mundo, salvo los pocos países socialistas, y la Federación Rusa y China, quienes le disputan la hegemonía mundial, principalmente este último país del Extremo Oriente.
Quién no recordará la implantación, en el inicio del sexenio de López Obrador, de una política migratoria de extrema derecha aplicada, hasta antes de la aparición del Nuevo Coronavirus, para detener, por órdenes de Washington, mediante amenazas de imponer aranceles a las importaciones mexicanas, las corrientes migratorias provenientes de países centroamericanos, principalmente Guatemala, Honduras y El Salvador, por la frontera sur-sureste.
Cuánto fue criticado López Obrador – en este espacio, por supuesto -por la actuación de las Fuerzas de Seguridad, principalmente la recién estrenada Guardia Nacional, en contra de cientos de miles de migrantes forzados por la pobreza a salir de sus lugares de origen.
El estilo de gobernar de López Obrador no es el de un líder revolucionario socialista, y menos comunista, sino el de un priista de la “Revolución y Justicia Social”, que pregonó el PRI durante la mayor parte de su vida institucional, axioma que fue borrado por los gobiernos neocapitalistas apoderados del poder después de que el presidente José López Portillo se declaró “el último presidente de la Revolución”, y ésta fue traicionada por los gobiernos inspirados por la “ideología” para hacer de México una economía privatizada y un mecanismo de enriquecimiento personal, sobre todo ilícito y criminal.
Así que nadie puede calificar al gobierno de López Obrador de revolucionario, menos de socialista y comunista.
Escribe Stevenson que, mientras el coronavirus se propaga por México, el presidente ha rechazado cuarentenas generalizadas y presionó para mantener la economía en marcha. Ha empleado la pandemia para justificar un relajamiento en las protecciones ambientales y promueve proyectos de infraestructura centrados en el petróleo a pesar del colapso de los precios del crudo. AMLO se ha resistido tanto a los programas de estímulo económico para salir de la recesión, como a la expansión de las pruebas de detección de COVID-19 y del seguimiento de los contagios.
López Obrador, además, ha reanudado sus característicos viajes por las zonas rurales del país, a pesar del récord de enfermos y decesos por el virus, como lo dice el periodista estadounidense. El pretexto para retornar a las andanzas fue dar el “banderazo” al inicio de la construcción del Tren Maya, proyecto criticado por defensores de derechos humanos por representar un grave peligro para las culturas indígenas del sureste, especialmente los grupos mayenses.
Cuestionados también, los megaproyectos la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto civil-militar de Santa Lucía y el corredor del Istmo de Tehuantepec, sobre todo en tiempos de profunda crisis económica y mortal coronavirus.
Ni de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario…