Ciudad de México.- En referencia a la corrupción político electoral, empleada por las clases dominantes, las fuerzas “revolucionarias” del PRI y las élites del PAN, para mantener sojuzgado al pueblo mexicano, el león cree que todos son de su condición.
Así es: Sesudos analistas aseguran que, en la jornada electoral que se celebrará el domingo 6 de junio venidero, para renovar la asamblea de 500 legisladores de la Cámara de Diputados, dominada por el partido de Morena, se intercambiarán vacunas por votos.
Así lo practicaban el Partido Revolucionario Institucional (la dictadura perfecta del transfuga peruano Mario Vargas Llosa) y su patiño, el llamado Partido de Acción Nacional: El día de la elección, desde antes de que se instalaran las mesas de votación, cualquier ciudadano ya sabía que los triunfadores serían los candidatos del oficialismo. A cambio de frijol con gorgojo.
Muy sencillo. Compraban los votos de la gente pobre, muy pobre (que hacen mayoría), con despensas de alimentos básicos muy baratos, entre los que destacaba el frijol con gorgojo; pagaban el voto a su favor con otras monedas de cambio como bolsas de cemento, techos de láminas de cartón embadurnadas de chapopote, entre otras baratijas.
Y el votante no respingaba; ni se daba cuenta de que no era libre (El gobierno alardeaba que el voto era libre e independiente.)
La mayoría de los votantes estaba tan necesitada en su vida, que también votaba, a favor del candidato del gobierno, por una torta (una especie de emparedado) y una coca cola. Se completaba el precio del voto con un gorro con la propaganda del partido, o una camiseta playera con la propaganda del candidato. Excuso decir que había otras compras millonarias y multimillonarias, a cambio de pingües negocios con potentados de las clases oligárquicas, cuando ya el político estaba ejerciendo el poder.
Afirman, en la actualidad, quienes empleaban, en lo pasado, toda suerte de baratijas para mantenerse en el poder, o para pagar favores electorales principalmente a la televisión privada, que siempre fue el brazo derecho de los políticos y del gobierno, que en en las venideras elecciones para renovar 500 curules del congreso, 15 gubernaturas estatales y muchos otros puestos de elección popular, tanto federales como estatales y municipales, que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador está manipulando la vacunación contra el nuevo coronavirus para comprar los votos a favor del partido Morena, que lo llevó, en julio de 2018, a la presidencia de la república y ganó las mayorías legislativas.
Y en realidad esta conseja no tiene la menor importancia. El mismo Andrés Manuel, en los años en que fue opositor y se presentó como candidato a la presidencia de la república, exhortaba a sus seguidores a que no le tuvieran miedo a las tricolores o albicelestes canastas o despensas, o lo que fuera. Que las aceptaran, pero que votaran por quienes quisieran.
En las elecciones de 2012, el PRI y el candidato Enrique Peña derrocharon miles de millones de pesos en la compra de votos, financiados por los brasileños de apellido Odebrecht a cambio de multimillonarios contratos de obra pública. Las autoridades electorales y judiciales hicieron como que la virgen les hablaba y “ganó” el mexiquense, ahora condenado por la historia como uno de los embonados con el chile de la más escandalosa corrupción, estallada en este país de la impunidad, la simulación y el cinismo.
Los votantes mexicanos se liberaron ya del yugo que los mantenía uncidos al pripanismo, hasta las elecciones del 2018, cuando ni los partidos oficialistas ni el INE pudieron hacer fraude. No pudieron comprar los votos de la mayoría.
Ahora, en 2021, los votantes, sobre todo después de haber tenido experiencias muy duras, muy dramáticas, extremadamente dolorosas, con el coronavirus, menos van a vender su voto por la vacuna. Ya están muy conscientes. Los opositores a López Obrador tienen que ganar por las buenas.