Monterrey.- Mira su reflejo.
No se reconoce, a pesar de ser el mismo de siempre. Siente que su pecho quiere estallar porque no se cree capaz de guardar los secretos. Se siente débil, insuficiente. Así que no tiene más remedio que decir lo que escolta con recelo. Pero se guardará unos datos, volteará una que otra información para ser el único que conserve la ridícula verdad. Y lo hace frente al espejo, para decírselo a su reflejo, quien luego fingirá sorpresa en un juego interminable de locos y cuerdos.