Monterrey.- Siguiendo los pasos de Neri Vela, Rodrigo Pérez consiguió su sueño al ser astronauta. No era el primer mexicano en pisar la estación espacial, pero algo era algo. Ser astronauta suponía abatir innumerables pruebas, exámenes, aptitudes, pero para Rodrigo supuso algo más simple, se sacó su viaje en una rifa. “Rodrigo, el taquero más suertudo de Monterrey”, decían los medios.
Lo que nunca supuso es como terminaría su viaje, pues su destino se estaba trazando. En un viaje anterior, un astronauta había llevado un muñeco, inofensivo a la vista, pero con inquilinos dentro. En el interior del juguete venía un huevecillo de araña, que una vez en la estación, eclosionó. Las arañas fueron muriendo de una a una, pero hubo una que sobrevivió gracias a las radiaciones espaciales, se alimentaba de los reactores de energía y de la comida deshidratada que dejaban los astronautas por ahí. La araña fue creciendo de forma antinatural en una de las esquinas… esperando.
Al tercer día Rodrigo ya estaba harto de la comida en sobrecitos y nadie entendía cuando decía: “caguamas”. Tampoco nadie sabía por qué cada que se impulsaba para pasar por una escotilla, gritaba: “¡Fuuushhh!” y extendía las manos como si fuera un superman. Hasta que el capitán le mandó ir por una escoba para que quitara una mancha extraña que estaba creciendo en una pared. Rodrigo, herido en su orgullo, pensaba que solo para eso estaba ahí, para barrer, como si tuviera algún conocimiento que le hiciera productivo dentro de la estación y no estorbara con su… bueno, como piensan casi todos los mexicanos chingones cuando los ponen a trabajar, pues.
Y cuando se disponía a limpiar esa esquina, la mancha se transformó. Una criatura innombrable de ocho patas brincó a una pared, luego a un ropero con lucecitas y luego a su cara. Así… ¡Pam, pam, pam!, y ya estaba aquella inconcebible criatura sujetando su rostro y clavándole sus largos quelíceros de muerte ¿Cómo fueron posibles esos saltos en gravedad cero? Las arañas poseen secretos que nunca nos serán revelados y que en un futuro utilizarán para dominar al mundo.
De la araña no se supo nada, adquirió luego la capacidad de hacerse fluido y, en un descuido, salió de la estación espacial para buscar mejor suerte. En tanto a Rodrigo Pérez, fue un taquero con tanta estrella, que se encontró con la muerte de ocho patas estando muy lejos del suelo donde había nacido.