Monterrey.- “Una sonrisa… Algo que se expande con un suspiro, sonidos de la palabra… Algo que espera fuera de la ventana, vaso medio vacío”. Así decía mi poema, tan amoroso como otros tantos, tan lleno de sensaciones que me imaginaba sentían los demás. Era como si escribiera lo que quiere leer la mayoría. Así que lo borro y vuelvo a empezar.
“ Tus ojos… Pozos de esperanzas vanas, delirio sin expirar… ¿Qué fuerza hace chocar nuestras miradas?”. Caigo de nuevo en las formas básicas. Tal vez no estoy hecho para esto, quizá haya otras maneras de poder sacar esas imágenes que rondan seguido en mi cabeza.
“El aullido a la noche, las bestias salen a comer… Los árboles sudan frío, el estanque ya no refleja lo que soy… El cielo… Las estrellas… La guitarra… Un oso”. Todo está unido de alguna manera, pero no dice lo que siento cuando lo veo. Estoy mutilando esta hoja en blanco por nada. Desespero ¿De qué trata la inspiración?
―¿Otra vez con tus cosas, papá? ―me dice mi hijo desde la sala― ¡Ya deja esa fregada libreta que no ganas nada con eso!
Pero, abatido, sigo divagando.
Tal vez en un día de lluvia, con una taza de café, frente a la ventana y fumando un cigarro, surja algo…