Monterrey.- Mi vida es muy simple, me llamo Renard y soy vendedor, tengo un local en la Av. Universidad, antes de llegar a una tienda de autoservicio ¿Que qué tiene de especial todo esto? Pues la verdad el asunto no tiene mucha ciencia, te vendo lo que buscas, lo que deseas o lo que nunca has tenido, sea lo que sea, yo lo tengo. Y tengo muchos clientes porque algunas personas no aprenden que a veces es mejor evitar tener ciertas cosas… mi tienda se llama (la verdad no tiene nombre, solo es un anuncio): Desde una aguja hasta un elefante.
El sol había caído y un tipo entró al local, venía bien vestido pero su condición no era para nada particular, digamos que era un ejemplo de elegancia sin ser del todo distinguido. No era una persona especial, pero tenía buena intuición para las oportunidades, era por eso que ahora entraba con soltura por el resquicio de la puerta, sin dejar de ver a la campana cuando esta sonó al abrir la puerta. Nuestros ojos se cruzaron cuando salí de la trastienda, yo traía un vaso de cristal y lo secaba con un pañuelo, pues de los ciertos lujos que me pudo dar, está el beber un poco de absenta antes de cerrar el local.
—Estaba a punto de cerrar —le dije entrecerrando los ojos, era el único cliente que había entrado ese día.
—Está bien, no creo tardarme más de lo necesario —me dijo, hizo una pausa y luego añadió—. Me gusta este lugar…
Su nombre era Ricardo Hinojosa y era diseñador en un periódico de la ciudad. Era un hombre felizmente casado (lo de felizmente se puede discutir) y tenía pocos amigos. Se consideraba una persona fiel y con instinto para sacar ventaja de cualquier situación… Pero creía tener un problema, ya que nadie le prestaba la menor atención. Y no solo en lo referente a planes o ideas, sino también en conversaciones banales y de pasillo de oficina, que terminaban luego en sendas y grandiosas ideas para salir de pobres… o para viajar por el mundo… o tan solo para poder tener mejores y largos días de descanso.
—Si me permite ir al grano —le dije con tranquilidad, el no tenía porque saber lo estricto que era el dueño con los horarios—, verá que tenemos todo lo que puede necesitar…
—Ya veo —dijo Ricardo tomándose su tiempo para pensarlo—, prometo no tardarme mucho… la verdad… No estoy muy seguro.
—Digamos que lo necesario no siempre responde de manera directa con la necesidad —le dije dejando el vaso a un lado—. Veo que tiene una enorme urgencia a ser escuchado… ¿Ese perece ser su problema primordial, no? Pero vayamos a la solución, que en este caso tal vez diste un poco de lo que anda buscando… ¿De verdad vale tanto la pena lo que requieres?
Ricardo me miró un momento y paseo sus ojos por el lugar. Lo veía divagando en su mente, escarbado en recuerdos recién adquiridos. Su jefe en la sección de diseño, que no prestaba atención a sus planes para mejorar los tiempos de entrega de productos. Su esposa, que no atendía a consejos de ahorro y de oportunidades de trabajo remunerado. Sus hijos, qué si bien no lo respetaban porque eran víctimas de la edad, no contemplaban las recomendaciones de tan buen juicio de un padre preocupado. Sus compañeros, que lo veían como una persona aburrida y de ideas repentinas, ideas que morían en un: “Platicamos luego, mi Richard, tengo jale”. Quería ser una persona importante, alguien admirable: “Tenías razón, Ricardo… ¡cómo no lo hicimos antes!”. Pero toda idea y plática moría antes de las dos oraciones y ese era el problema.
—Quiero que todos hagan lo que diga, quiero ser importante. Que todos sientan que tengo la razón y causar un cambio ¿Me entiende?
—Mejor de lo que crees —le dije sonriendo.
—¿Entonces… qué me vende?
Saqué varios artículos de la vitrina, no eran los únicos, pues el día había sido de esos, sin clientes y flojo. Es por estos días que a veces no pongo nada en las vitrinas. Aunque si piensan que a veces me aburro por tener días malos se equivocan, tengo la trastienda para mitigar estos días solitarios y reflexionar un poco acerca de lo que me ha tocado hacer en esto que poco a poco conozco como vida. Puse los artículos uno por uno sobre el cristal, para entrar en el juego de la elección, mi parte favorita porque es donde de verdad me toca adivinar.
—Su problema es complejo —dije si quitar la vista de los artículos—, pero mi deber está en ofrecerle una solución y no en discernir sobre su elección. Como vendedor ofrezco necesidades y estas son las suyas. Un libro con secretos personales de todo el que conoce, le hará un conversador desligado de ideas, pero atractivo para la plática. Una pócima personal de Intrascendencia, al tomarla dejará de importarle como se comportan los demás con usted. Un paladar de palabra, con este artículo colocado dentro de su boca todos le escucharán y atenderán sus palabras sin siquiera pensarlo. Y por último, una corbata de presencia, con ella todos querrán ser sus amigos y lo incluirán en ese círculo social que con frecuencia hacen las personas que se creen importantes.
Ricardo Hinojosa tomó el paladar, ni siquiera se detuvo a pensarlo un segundo. Le elección estaba hecha y le indiqué el precio, que por mera “casualidad” era todo lo que el traía ese día en la cartera. Salió de la tienda caminando como un macho, como alguien que al fin encuentra el verdadero destino de la vida… Como alguien con ideas verdaderas…
No me extenderé más, en este negocio lo principal es vender y ese cliente me hizo el día, pero la elección estaba hecha. Ricardo tuvo el mejor plan para colocar al departamento de diseño como el mejor del periódico… resultó que el departamento desapareció y perdió su empleo. Su mujer escuchó sus consejos y murió aplastada por un montacargas su primer día de trabajo… todos se preguntaban que hacía ella en el área de bodegas si era tan solo una cajera en esa tienda de autoservicio. Sus hijos se fueron a vivir con su abuela, otra idea de Ricardo… pero provocaron un incendio y la abuela se quedó sin su hogar. Quiso formar una oficina de diseño con algunos compañeros de trabajo… terminaron trabajando para unas página web que pagaba una miseria.
Y así ha sido la vida de Ricardo.
En esta tienda se vende todo, hasta soluciones para las soluciones, pero una de las ideas de Ricardo fue no volver nunca más a este lugar, así que su camino como gran motivador y estratega de innovadoras ideas estaba hecho. Siempre que tengo días largos me acuerdo de él y seguido lo veo escalando otra nueva y grandiosa idea que se va por el caño. Pero no se asusta, no se aburre… Cada reto lo toma con la emoción de la primera vez y si me preguntas si es feliz, te diré que sí… uno de los clientes más satisfechos que he tenido.