Una presidente para enfrentar a la lacerante desigualdad
Ciudad de México.- “Ellos son el pasado; nosotros la esperanza de México”, afirmó Claudia Sheinbaum Pardo, obviamente refiriéndose a la oposición que amenaza aún con dar sus sangrientos zarpazos sobre el cuerpo doliente de los pobres y de los muy desgraciados de este país, que aún permanecen en la miseria por obra y gracia de los poderosos que defienden “ellos”, o sea los que proclaman en capitalismo salvaje y la perversa preferencia por las clases económicamente hasta ahora invencibles.
Rugió el Monumento a la Revolución mexicana, aquella revolución estallada hace 114 años y que no acaba de declararse concluida porque la desigualdad social y económica aún no acaba de desaparecer en este inmenso territorio, que empieza en los linderos del Río Grande o Bravo y termina en el Usumacinta. “Somos el movimiento social y político más fuerte de todo el planeta. Somos mayoría porque hicimos un consenso histórico con el pueblo”, afirmó refiriéndose a Morena y sus socios electorales, el Partido Verde y el Partido del Trabajo, en la imponente concentración humana reunida en la explanada, donde una vez, un candidato heterodoxo de aquel gobierno neoliberal reclamó, en el mismo sitio, y por lo cual fue asesinado: “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”. Desde entonces, los conservadores se irritan cuando se les echa en cara que son los responsables de la hiriente pobreza, miseria y desigualdad que padece la inmensa mayoría de los mexicanos.
Claudia estaba cerrando su precampaña. Puso énfasis en la disciplina fiscal, en no permitir la evasión o la condonación de impuestos para redistribuir la riqueza material e intentar frenar la pobreza y la miseria, aunque los grandes ricos se enfaden, como lo hace ahora con las políticas implantadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Y ofreció, por parte de la administración pública, más austeridad republicana, porque es realmente un crimen que haya políticos y funcionarios ricos y muy ricos frente a un pueblo pobre y miserable.
Claudia advirtió que la democracia electoral, participativa, interna; la democracia como forma de vida y de enseñanza, es la reivindicación, la bandera y la esencia del Movimiento de Regeneración Nacional. “La democracia en la boca del ‘haiga sido como haiga sido’, de quien usó el Instituto Electoral para beneficio de un grupo y validó compra de votos y fraudes electorales, es hipocresía. O, por decir lo menos, un mal chiste. La democracia es y seguirá siendo una reivindicación del humanismo mexicano”, agregó, en referencia directa al fraude de 2006 que benefició a Felipe Calderón Hinojosa, entonces candidato de la derecha católica, del conservadurismo, del caciquismo, y de quienes se hicieron millonarios y multimillonarios a costa de la pobreza generalizada.
La candidata presidencial de la izquierda puso sobre la mesa el valor de la unidad de la izquierda: “Miren otros movimientos en el resto del mundo. Vean a la derecha en una división interna sustentada en el incumplimiento de pactos sin escrúpulos”, mencionó en relación a la ruptura entre el PAN y el PRI a raíz del incumplimiento en el reparto de candidaturas y posiciones en órganos autónomos en Coahuila, como exhibió el propio dirigente panista Marko Cortés.
En fin. Claudia Sheinbaum rebasó los límites después de recorrer 24 mil kilómetros de precampaña y a sólo 20 puntos de la popularidad de la candidata del panismo disfrazado de frente electoral.