Fortalecer a las empresas de capital social
Pemex y la CFE, insignias del poder popular
Ciudad de México.- Los ciudadanos mexicanos demócratas, nacionalistas, progresistas, independientemente de su nivel de vida, de su condición socio económica, en estos momentos de la historia, añoran la política de la Rectoría del Estado en la Economía, que en los años 70 – 80 empezó a confrontarse con la ideología, cuando los dirigentes e ideólogos empresariales empezaron a predicar un liberalismo que pugnaba por achicar el tamaño del Estado y su influencia en la vida política y económica: el Estado no tenía por qué hacer negocios creando y dirigiendo, como propietario, empresas de toda índole y mucho menos negándole a la empresa particular, equivocadamente llamada empresa privada. No era papel, rol, del Estado competir con los empresarios particulares, ni con la educación privada. En la educación, por ejemplo, sólo tenían derecho a ellos quienes podían pagarla y este sistema antipopular contribuía principalmente las estructuras jerárquicas de las iglesias históricas como la Iglesia Católica, la iglesia anglicana, la iglesia episcopal, entre otras.
El Estado mexicano fue seguidor de las filosofías socializantes de las grandes civilizaciones que hallaron en América los invasores europeos, que arrasaron con los sistemas de producción impulsados por los Estados como la civilización mexica y maya, y antes la Tolteca, que lograron avances que, en su tiempo no tuvieron los súbditos de la Europa medieval hasta la renacentista. Pero las clases dominantes, que se pergeñaban en el proceso de formación de la sociedad mexicana, obviamente que adaptaron para su bienestar, su afán de riquezas, su complejo de explotadores de los recursos naturales y de la fuerza de trabajo de los individuos. Y así se medio formó el sistema político-económico mexicano, obviamente que impulsado y fortalecido por la forma de vida de las veteranas economías de Europa y de los Estados Unidos de Norteamérica, que se creó bajo inspiraciones protestantes de Johan Calvino.
El liberalismo mexicano, un tipo de ideología basado en el individualismo; es decir, la atención a las necesidades de uno mismo, pone el énfasis en analizar la sociedad, la economía y la política, desde su posición, egoísta. Y colocan en un lugar prioritario la subjetividad de uno mismo y la libertad de elección, a la cual se le da más importancia que a la igualdad económica. El individuo por encima de la colectividad y, en última instancia, de la sociedad. Pero esta postura de la sociedad mexicana, reforzada en la Revolución, fue muriendo por las traiciones de jefes revolucionarios que tenían la fuerza de las armas para “educar” a la sociedad mexicana como sierva, y permitió que resurgiera el objetivo de los revolucionarios que lucharon para derrocar la dictadura liberal del general Díaz, que terminó con sus huesos en el Cementerio de Montparnasse, en la ciudad de París.
Los ideólogos de los sindicatos empresariales en México pusieron el dedo para destruir los principios de la Revolución Mexicana de Revolución y Justicia Social. No perdían tiempo y predicaban a dextra et sinistra anti estatismo, alegando que toda empresa estatal caía en la corrupción porque los políticos no tenían idea de cómo se administra un negocio. La verdad es que sólo la corrupción de los particulares era legal para los pensadores anti estatistas. Hasta que los cambios políticos y las posturas de los políticos adoptaron la filosofía de los empresarios estudiosos, de los empresarios líderes. Y el presidente Miguel de la Madrid Hurtado, con el pretexto de que de luchar contra la corrupción, acuñó el lema de “por la renovación moral de la sociedad”. Fue el pionero de la privatización que se fortaleció con Carlos Salinas de Gortari, que desmanteló al Estado como propietario de empresas, grandes, medianas y pequeñas so pretexto que deberían ser manejadas por empresarios particulares porque los políticos no tenían ni idea de cómo hacerlo y porque había proliferado la corrupción. Se salvaron grandes empresas como Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, probablemente porque en aquel momento histórico no había empresarios del llamado sector privado, capaces de administrarla y engrandecerlas. Pero el PRI, que nación como revolucionario, llegó a convertirse en un partido político conservador y prácticamente desapareció cuando se declaró de centro, un centro político que no puede ser inexistente porque está entre las bisagras de la derecha y de la izquierda. Y se hizo defensor del antiestatismo, Sucesores de Salinas de Gortari defendieron y propugnaron por fortalecer el liberalismo económico hasta canonizarlo como el único motor de la economía, en la que la fuerza de trabajo fue desplazada por el capital.
Ahora, con el ascenso al poder de una ciudadanía consciente de la explotación del capital (pueblo trabajador), con un conservadurismo deprimido, los primeros dos gobiernos del Movimiento de Regeneración Nacional, están decididos a volver al equilibrio entre el capital y el trabajo, con gobiernos, con administraciones transformadas y a reivindicar el carácter socialmente productivo de las grandes empresas que quedaron vivas, y medio se salvaron del neoliberalismo gubernamental: Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad. Y en esto están los legisladores de la izquierda populista del Congreso de la Unión.
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