• Epidemia para la que no ha habido vacuna que la aplane
• La impulsaron los gobiernos derechistas del PRI y del PAN
Ciudad de México.- La insultante desigualdad que impera en la sociedad mexicana no es de ahora; es una epidemia económica histórica y ha sido y es impulsada por el PRI y el PAN.
Y no ha habido vacuna que aplane esta epidemia.
Es más, los gobiernos del PRI y los que encabezaron la docena trágica del PAN –escúchelo, señor Julén Rementería del Puerto, coordinador de los senadores del partido político que se ha dedicado a defender la estructura de la desigualdad en México, desde que tengo memoria.
Y vaya que los conozco.
No es ninguna novedad, ninguna noticia, nada nuevo que el llamado Laboratorio de la Desigualdad Mundial diga que México es uno de los países más desiguales del mundo. Lo es, lo ha sido, y lo seguirá siendo si las clases dominantes no cambian de parecer. Y lo seguirá siendo porque las clases dominantes no cambiarán, no renunciarán a ser las que “partan el queso” del banquete.
Y tampoco es una primicia periodística de la cual los grandes medios alardeen. Menos, que políticos de la derecha reaccionaria, como el senador Julén Rementería, se lamenten de que México sigue siendo desigual y que el gobierno actual, en tres años, no ha acabado con la desigualdad.
Qué caradura.
Los gobiernos albicelestes de Vicente Fox y de Felipe Calderón del Sagrado Corazón de Jesús, y los autodeclarados centroderechistas del rebaño priista, no solamente no acabaron con esa epidemia social y económica, sino que se dedicaron a privilegiar a las clases dominantes y hay hechos gravísimos que lo constatan.
La gran corrupción que imperó en el Viejo Régimen, del que Rementería y cómplices tomaron parte. ¿O no, Felipillo? ¿O no, Vicentillo?
Si de alguna característica escandalosa hemos padecido –la profunda desigualdad–, desde que tengo memoria, y estoy hablando de la década de los 60 para adelante. No puedo hablar de más atrás, porque aún estaba niño y adolescente. Pero me contaba el abuelo Genaro que los peones tenían que bajarse de la acera para que pasara el patrón, y los patrones gozaban del derecho de pernada en los casamientos de la peonada.
Siempre ha sido groseramente desigual la farisaica sociedad mexicana, y la hondísima brecha de la desigualdad entre los ricos y los pobres mexicanos se hizo aún más profunda con los gobiernos del capitalismo salvaje (neoliberalismo, lo llaman para no sonar tan salvaje).
Así que, como escribí antes, lo afirmado por los expertos del World Inequality Lab (Laboratorio la Desigualdad Mundial) no es ninguna novedad.
Lo que sí es digno de leerse, y que corrobora mi dicho, es lo que el organismo mundial afirma, basado en la historia: “A lo largo de todo el siglo XX y durante las dos décadas del XXI, los ingresos del 10% más rico de la población mexicana fueron y siguen siendo 30 veces más altos que los del 50% más pobre”.
Y lo vemos cotidianamente. Cuánto se embolsa el senador Rementería mensualmente como dieta legislativa y “otros gastos”, entre otros gastos. Y cuanto el jardinero de su casita. O la señora que le lava la ropa o le prepara la comida.
En uno de los debates de los candidatos presidenciales, en 2018, el joven Ricardo Anaya, panista si no es que ya está entre las rejas, confesó en público que tenía un ingreso, palabras más, palabras menos; numeritos más, numeritos menos, de alrededor de 400,000 pesos mensuales.
Y no me pregunten más de los embutotes que administró –el que parte y reparte se queda con la mayor parte– para repartirlos entre los diputados panistas que aprobarían la reforma energética, hecho que, no me digan que no agudizó la desigualdad en este país de grandes maravillas para panistas y priistas.
Esto no es novedad, ciertamente, señor Rementería.
Y los gobiernos del PRI-PAN tienen la mayor responsabilidad.
No sólo no les interesaba, ni les interesa, igualar a los mexicanos.
¡Cómo! ¡Si la mayoría son indios apestosos!
Ustedes quieren escuelas para sus hijitos; universidades para sus juniors, centros turísticos lujuriosos y playas privadas para que nadie los moleste en sus orgías y bacanales, entre otras chucherías.
Así que, quién va a acabar con la desigualdad que usted usa para satisfacer sus intereses politiqueros. Quién. Estoy seguro que el Peje no lo podrá hacer. Lo desaparecen los sicarios del capitalismo salvaje.