• Cien años del represor de la libertad de prensa
• De aquel Excélsior nació un nuevo periodismo
Ciudad de México.- Hace 46 años –es ya historia, pero de la historia tenemos que aprender los seres humanos a no repetir las conductas aberrantes–, Luis Echeverría Álvarez nos truncó la historia personal.
Recordamos la injusticia sólo para que los jóvenes periodistas confirmen que su trabajo fundamental es darle voz a quienes no la tienen y “destapar las cloacas” del sistema sociopolítico, como decían los reporteros de Excélsior de aquel tiempo cuando iban a reportear.
Y eso no lo pudo soportar el gobernante. Eran tiempos de autoritarismo, de represiones que llegaban al derramamiento de sangre o cárcel. De rebeliones juveniles. De levantamientos armados convertidos en guerrillas rurales y urbanas.
Habían ocurrido dos hechos sangrientos contra estudiantes y pueblo que marcaron la vida. La matanza de Tlatelolco y la represión sangrienta del Jueves de Corpus.
Reporteros, editorialistas, colaboradores, linotipistas, prensistas, repartidores, personal administrativo, cooperativistas todos, que trabajamos en Excélsior hasta 1976, no tenemos, así, nada qué agradecer al ex presidente, que ayer 17 de enero cumplió cien años de vida.
Quizá, por nobleza, felicitarlo por sus 100 años, que parecen más una condena por sus actos. Es más. Ni caso tiene reclamarle.
El ex presidente cumplió su rol de represor de la libertad de prensa. El trabajo de los periodistas de Excélsior era insoportable para el gobernante, que estaba acostumbrado a ser un emperador que pretendía imperar hasta en la conciencia de los ciudadanos.
El diario Excélsior fue el escenario de la lucha de quienes se sentían con la responsabilidad de “destapar las cloacas” del sistema priista y el gobierno defensor del estado de cosas autoritario, implantado por la aplanadora partidista del PRI de entonces. Un hecho que ya es parte de la dolorosa historia del México traicionado por quienes tenían el mandato de engrandecerlo.
Echeverría, como los gobernantes de ese periodo de la historia, impuestos por el PRI, no soportó que un periódico se ocupara de los yerros de su administración gubernamental, de las injusticias que plagaron su gobierno, de los engaños en contra de los trabajadores y campesinos. Y los reporteros y editorialistas de Excélsior a eso dedicaron su actividad profesional. A destapar las cloacas del sistema priista.
Nos echaron de patitas a la calle, además, gracias a la traición que la dirección general del periódico, en manos del compañero cooperativista Julio Scherer García, sufrió de sus más allegados colaboradores, encabezados por el español mexicanizado, Regino Díaz Redondo.
Afortunadamente, los periodistas y editorialistas expulsados de su casa –la Casa Excélsior– recrearon su imaginación y crearon grandes nuevos proyectos periodísticos, como la revista Proceso, el viejo diario unomásuno, de donde se creó el diario La Jornada. Grandes realizaciones que revolucionaron el periodismo mexicano. Lo sacaron del marasmo de los boletines de prensa, del periodismo amarillo o rojo de barandillas y de las actividades de la “sociedad” de pompa y circunstancia.
Ha pasado medio siglo de aprendizaje de las nuevas generaciones, a partir de la semilla sembrada por órganos de prensa como aquel viejo Excélsior, que era muy esperado por sus lectores ya fuera a través del matutino y sus dos ediciones vespertinas, Últimas Noticias y La Extra.
Muchos compañeros, en el transcurso de este medio siglo, han sido ya parte del fin de la historia. Con todo, quedó su testimonio de un periodismo verdadero. Que le descubre la realidad a los lectores, que denuncia la injusticia y la corrupción de las autoridades, de las clases dominantes, de la delincuencia, del corporativismo, dándole voz a quienes no tienen voz.
De este periodismo están imbuidos muchos medios de información impresos, radiales, televisivos, digitales, en la actualidad. Pero gracias a aquel Excélsior, que rompió con la historia de un periodismo al servicio del poder político y económico.
Los que aún quedamos en este mundo continuamos el aprendizaje. La represión de LEA (Luis Echeverría Álvarez) nos hizo fuertes y cada uno, desde su trinchera, continuamos la carrera por descubrirle la realidad a los lectores. No importa el juicio de la prensa vendida, como la calificaban los estudiantes del 68.