Ciudad de México.- Y no es que el camino del infierno no esté empedrado de buenas intenciones, pero como no vivimos en una economía centralmente planificada, decir que una empresa gubernamental va a normar el mercado es imaginar una fantasía.
En un sistema económico de libre mercado, como pretenden los dueños del capital que sea México, hay muchos factores que inciden en la fijación de los precios, en este caso del gas doméstico.
El mercado del gas LP está controlado por ladrones vestidos de empresarios honrados, lobos con piel de oveja, hienas que encarecen el producto sin hacerle caso a los estudios y análisis mecadológicos, y sin tomar en cuenta la situación económica en que se desvive la inmensa mayoría de los consumidores, que tienen que hacer circo, maroma y teatro para que les alcance su presupuesto cotidiano, puedan cubrirlo y sobrevivir.
Uno de los productos del subsuelo, asociados en general con los mantos de aceite, o petróleo, es el gas que, natural o licuado, es un combustible necesario para la vida diaria, tanto para cocinar los alimentos, preparar el cafecito del despertar, o calentar el agua para el baño diario, sobre todo en estaciones frías, entre otros satisfactores de la vida humana.
Las empresas que distribuyen este combustible entre los habitantes de las ciudades ciertamente no son blancas palomitas. Son “chuchas”, dirían los chiapanecos para calificarlas de avorazadas. Diariamente cometen abusos que pegan duro a los consumidores, particularmente a los que subsisten en las llamadas zonas populares, las zonas más pobres, de la ciudad, que necesitan del gas para no sentir tanto frío o porque cocinar con leña o carbón increíblemente resulta muy caro.
Por supuesto que los gaseros no ven con buenos ojos el anunció que hizo el presidente López Obrador, hace unos días (el viernes 9 de Julio) de crea una empresa distribuidora del combustible, que se llamará Gas Bienestar para lograr precios justos.
No estoy seguro de que la presencia de esta distribuidora oficial de gas doméstico regule los precios del mercado por sí sola, abaratando antieconómicamente los precios. Tendrá que entrarle a la competencia. No obstante, podría apoyar, sobre todo, la economía popular. Algo así como lo hizo, o creo que todavía lo hace, la Distribuidora Liconsa con la lecha de vaca, entre los sectores populares, e inclusive entre ciertas capas de las clases medias.
Sin embargo, el gobierno tendrá que cuidar no caer en prácticas monopólicas que vayan en detrimento de los distribuidores y del mercado. Es decir, lograr un equilibrio entre los costos del combustible y los de la distribución. En esto sí es posible que pueda coadyuvar la empresa estatal de distribución de gas. O sea, ponerse a la vanguardia en el cálculo de la operación. La vedad es que el petróleo y sus derivados son de los productos más baratos del subsuelo.
Pero hay algo muy grave. Gravísimo. Lo que le dijo la ingeniera Beatriz Marcelino Estrada, directora general de la consultora especializada Grupo Ciita, a la revista especializada Petroquimex:
Uno de los motivos por los que existe una competencia desleal, dentro del sector del gas LP es la creación de “grupos de choque”; es decir, revendedores que fijan un precio al combustible, mayor al que establecen las plantas de distribución, y bloquean el paso a vendedores regulados que ofertan el hidrocarburo a un menor costo.
Inclusive, se han registrado actos de violencia en contra de los operadores de unidades de transporte, tales como golpes, robo de mercancía y desmantelamiento de la propia unidad de traslado de cilindros.
De igual forma, el robo de gas LP, o “huachigas” también representa un obstáculo para el compromiso presidencial de mantener el precio de dicho combustible, así como de las gasolinas. Sin embargo, a pesar de que la iniciativa privada (IP) ha denunciado estos delitos en numerosas ocasiones, las autoridades no han dado una respuesta concreta para combatirlos.