Ciudad de México.- Si este columnista tuviera que seleccionar, y elegir, a uno para candidato a la presidencia de la república por la mayoría oficialista, lo dudaría e inmediatamente ubicaría a cada uno de los seleccionados en su lugar.
Si los varones y las mujeres tienen los mismos derechos (y las mismas obligaciones), no necesariamente tendría que empezar con la mujer, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo.
Comenzaría con elegirlos al azahar; por el tabasqueño de la Sorbona de París, Adán Augusto López Hernández, el nacido en 1963, en la localidad tabasqueña de Paraíso y trasplantado de palacio de gobierno de Villahermosa, arrancado de palacio de Gobierno de Villahermosa, para darle la encomienda de tratar y resolver los problemas que afrontan todas las fuerzas políticas, de todos las banderas, especialmente las de la oposición al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que manifiestan su sentimiento de pérdida mediante el discurso de odio.
Podría empezar por Ricardo Monreal Ávila, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, y líder de la mayoría morenista en esa instancia legislativa, ser humano sentimental, adorador del Niño de Atocha, que está convencido de no ser de las preferencias de su amigo y compañero de lucha, Andrés Manuel López Obrador, con quien desayunaba hasta no hace mucho tiempo, casi cotidianamente, y a quien aún resuelve, desde su calidad de líder en el Senado, grandes proyectos reformatorios de leyes constitucionales, o reformas vitales para la salud de la república.
O podría comenzar por el paisano, entrañable compañero en las luchas sociales, que tiene un currículum académico envidiable por cualquier político, Adán Augusto López Hernández; o por Marcelo Ebrard Casaubón, también compañero de viaje de López Obrador en mil batallas, y que renunció a la candidatura presidencial, en un sexenio anterior, para apoyar al tabasqueño, quien tenía mayores posibilidades de triunfo por ser, para la oposición encabezada por el partido de Don Manuel Gómez Morín, ya plenamente derechizada, en las manos de los obispos preconciliares, como don Octaviano Márquez y Toriz, un peligro para México; y para probar en México, al estilo de la entonces exitosa Yugoslavia del siglo pasado, un sistema de producción, distribución y consumo, que estaba haciendo historia en el mundo capitalista, mediante aquella llamada cogestión de las empresas por el capital y el trabajo de todos los integrantes de la unidad empresarial. Una vil farsa fondomonetarista.
Y también estaría en el frente la doctora Claudia Sheinbaum Pardo. Muy cuestionada por sus opositores por el manejo de la administración de los problemas de esa enormidad, llamada Ciudad de México, que no acaba de estar lista para darle casa, vestido, salud, sustento y descanso a esa casi inviable magna población de dramáticos e insultantes contrastes socioeconómicos.
Cuatro prospectos, cuatro políticos de la izquierda mexicana, que aspiran a suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador, cuya salida de la Presidencia tratarían de apurar, si pudieran, los representantes de los ricos poderosos, los intelectuales por cuales, los periodistas de la prensa en manos de corporativos clasistas que no les cabe en la cabeza que la prensa es para democratizar y no para concentrar la riqueza, o simplemente porque lo odian.
Cuatro personajes que han demostrado enorme capacidad de trabajo y de entrega en su posición de servidores públicos, que anteponen a sus intereses personales el bien común entre los habitantes de esta enorme geografía, en la que caben pueblos y comunidades de muy diversa visión antropológica y teológica de la vida, de muy diversas lenguas que al final nombran lo mismo, comenzando con el sustantivo México.
Los cuatro aspirantes tienen méritos en todos los terrenos, especialmente en la estrategia de la 4T. Todos coinciden en que México urgen, clama por reformas profundas, radicales, para acabar con la violencia y la muerte, que propicia el gobierno de Estados Unidos, con su flojera de no combatir el tráfico y el consumo por su juventud de los más peligrosos estupefacientes.
El que está de moda ahora en los picaderos norteamericanos es el fentanilo, que destruye las personalidades físicas, espirituales y emocionales de los consumidores.
Se trata de un fuerte opioide sintético, elaborado en el laboratorio. Generalmente los opioides provienen de la planta de amapola, pero el fentanilo utiliza la misma estructura química para fabricarlo de forma sintética o semisintética, de acuerdo con expertos del Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA) de Estados Unidos. El fentanilo es una de las sustancias más adictivas y causantes de sobredosis, ya que sus efectos son 50 veces más fuertes que la heroína y 100 veces más potentes que la morfina, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en Estados Unidos, donde ha aumentado el consumo de esta droga.
Y los cuatro aspirantes a suceder a AMLO comparten, en general, la misma visión de la realidad y parecida estrategia para enderezar la economía y voltearle el chirrión por el palito a las huestes de la delincuencia organizada, propiciada por las administraciones propuestas por la derecha mexicana, hecha fuerte por lo que se denominó el prianismo, la dictadura no tan perfecta de la que habló el escribidor de libros, originario de Perú, esa gran nación de mis mejores amigos y colegas periodistas, como Pedro Álvarez del Villar.
Pero hay un problema. Que solamente uno o una alcanzará la candidatura a suceder a López Obrador, muy a pesar de sus detractores. Y es muy seguro que el sucesor continúe enfrentando el discurso de odio de los detractores de la 4T.
Cualquiera de los cuatro tiene capacidad y disposición… Y se sacaría la rifa del tigre, porque gobernaría la nación asediado por las fuerzas más retrógradas del espectro político. La oposición, de nuevo, no aceptaría estar destacadamente entre los perdedores. Y atacaría de nuevo con todas sus fuerzas. Recuerde que esto es una lucha de clases.