• Dijeron que la riqueza crecería para todos
• Ahora buscan a quien culpar de su fracaso
Ciudad de México.- A propósito del comportamiento errático del Producto Interno Bruto (PIB) mexicano, me comentó el doctor Jorge López Arévalo una verdad evidente, que no necesita demostración: el problema de la economía mexicana sigue siendo el modelo neoliberal con pequeños ajustes, y eso impide crecer a cualquier economía. Durante los gobiernos neoliberales, neo salvajes, el PIB apenas rebasó el 2% de crecimiento.
Los neoliberales aseguraban que, aplicando las recetas del Fondo Monetario Internacional, la economía se expandería y crecería para dar de comer a todos, para acabar con la pobreza, para fabricar ricos consumidores, para…
Pero… pero lo único que crece exponencialmente, en el capitalismo salvaje o neoliberalismo, es la riqueza de quienes detentan el capital. Y una riqueza para qué… ¿Para comprar un bolso de 40 mil pesos en el Palacio?
¿La fuerza de trabajo…? La fuerza de trabajo importa un comino, aunque el capitalista necesite de ella para engordar sus cuentas bancarias, su PIB.
El maestro de la UNAM, economista José Luis Calva, a quien consulté consuetudinariamente durante los años de mi desempeño reporteril en la revista Proceso y en El Financiero (el viejo), presentó en la revista Trimestre Económico, por allá de enero de 2020, un análisis comparativo de la estrategia neoliberal aplicada en México con la estrategia heterodoxa de desarrollo aplicada en China durante el periodo de 1982 a 2018.
Y el académico contrastó sus resultados:
En 1982 (año en el que ya estábamos en crisis de deuda), la economía de México era mayor que la de China.
En la actualidad, la economía de China es 10 veces mayor que la mexicana.
La economía mexicana cumplió seis sexenios de ser un enorme laboratorio de experimentación neoliberal, id est de perseverante aplicación del decálogo “reformas estructurales” y “disciplinas macroeconómicas”, recomendadas por los organismos financieros internacionales (FMI y Banco Mundial) a los países en desarrollo, que John Williamson (1991) sintetizó en el Consenso de Washington.
Después de esos seis sexenios –36 años perdidos– la economía mexicana no da para que México, por lo menos intente recuperar el sitio preponderante que gozaba frente a la economía china. México sería un imperio, una gran potencia, como lo es la república del dragón, que compite de tú a tú con Rusia y Estados Unidos.
Y lo más grave es que los neoliberales mexicanos no pudieron, no han podido, cumplir esos Diez Mandamientos del Consenso de Washington, que pugnan por la desaparición del Estado y la entronización de la llamada Iniciativa Privada al frente de la vida nacional en todos sus estamentos. (Lo intentan ahora desde Kimberly Clark, pero está comprobado que no funciona ni en Chile, ni en Inglaterra, ni en Estados Unidos.)
El Decálogo proponía y sigue proponiendo estas medidas:
Liberalización del comercio exterior, del sistema financiero y de la inversión extranjera;
Orientación de la economía hacia los mercados externos;
Privatización de las empresas públicas;
Desregulación de las actividades económicas;
Estricta disciplina fiscal (equilibrio ingreso/gasto público como fin a ultranza, que cancela el papel activo de la política fiscal para regular el ciclo económico);
Erradicación de los desequilibrios fiscales previos, no mediante una mayor recaudación tributaria, sino a través de la reducción de la inversión y el gasto públicos (que trajo consigo la supresión o reducción de programas de fomento económico general y sectorial);
Reforma fiscal orientada a reducir las tasas marginales de impuesto a los ingresos mayores, ampliando en contrapartida la base de contribuyentes,
Y un estricto marco legislativo e institucional para resguardar los derechos de propiedad (que se plasmó en reformas de las leyes agraria, de inversión extranjera, de propiedad intelectual, etcétera).
Se esperaba que este decálogo de políticas económicas condujera a nuestro país hacia la tierra prometida de mayores tasas de crecimiento económico y más altos niveles de bienestar.
Pero no fue ni ha sido así. Y más, cuando al actual gobierno del presidente López Obrador le ha sido difícil desembarazarse de los mandatos neoliberales, que son como un elefante que camina con torpeza y al que hay que estar empujándolo.
Por todo esto, y el egoísmo y la avaricia, la economía sigue trastabillando, en tanto que la de China, centralmente planificada, cosa que odian los neoliberales porque dicen que es comunismo, va volando a ser la primera economía del mundo.
Y eso que el país necesita tener un crecimiento que sea incluyente: “es decir, que sea más justo a lo largo de las regiones, a lo largo de los géneros. Necesitamos que la economía permita que las mujeres sean mucho más participes en las actividades económicas entre grupos sociales”, como lo advirtió en algún momento el ex secretario Arturo Herrera.