PEREZ17102022

Aprendiendo a ser de la clase baja
Benigno Benavides Martínez

Monterrey.- La educación es sin duda un asunto que involucra no solo profesores y estudiantes reunidos en edificios escolares u organizados en comunidades virtuales; todos sabemos que en la educación hay mucho más que eso. Falta por considerar en los asuntos educativos a los padres de familia, sectores productivos, organismos culturales, política y muchos factores más. Si la educación se concentra en la escuela, no quiere decir que se aísle en sus edificios. Históricamente, la enseñanza grupal formal que se brinda en la escuela moderna aparece muy recientemente, durante la época de la modernidad, al lado de la emergencia del capitalismo industrial basado en la producción en fábricas; también es la época de la consolidación del estado nación con sus regímenes democráticos. La educación se generalizó a través de la escolaridad, por lo que resulta claro que esta empresa va a encontrar los mismos problemas sociales contenidos en la propia educación, además de los que le son propios. Las características de igualdad y gratuidad quedan sin sentido en una sociedad cuyas características son precisamente la desigualdad y la falta de ingresos económicos suficientes y seguros.

La educación es por sí misma una institución fundante de la sociedad, pero en su organización escolar se correlaciona con las estructuras, funciones y organismos sociales. Una interpretación un tanto mecanicista de la educación nos haría pensar que tal y como es la sociedad, lo es también la educación: desigual, elitista o como sea la sociedad. En tal sentido, una escuela para los pobres seguirá reproduciendo pobres, mientras que para otros sectores sociales se reproducirá la estructura social, aunque esto sea solamente una tendencia, sin la rigurosidad de una ley física.

Debido a esta tendencia a reproducir la estructuración social es que se ha identificado desde los años sesenta del siglo anterior una corriente de estudios sociológicos tendientes a asociar los procesos escolares a los procesos sociales, asumiendo que estos últimos estarían orientando y hasta definiendo a los primeros, de tal modo que la escolaridad se convierte en una reproducción de la sociedad. Uno de los más distinguidos teóricos de estos estudios ha sido el francés Pierre Bourdieu (1930-2002), quien expuso los principios y funcionamiento del sistema escolar resaltando su tendencia hacia la consolidación de la estructura clasista de la sociedad a través de las escuelas, las cuales no son sino un reflejo de las clases sociales ya presentes en la sociedad. Lo más interesante que podemos extraer del análisis de Bourdieu es el cuestionamiento sobre las posibilidades concretas que ofrece la educación para mejorar las condiciones sociales, económicas y políticas de las personas. En lugar de eso, la educación actúa realmente para perpetuar las desigualdades de las personas. Paradójicamente, a pesar del acceso masivo a la educación, la escuela transfiere el origen de las desigualdades hacia las mismas personas: si fracasan en la sociedad es porque no tuvieron ni el talento ni se esforzaron lo suficiente en la escuela.

Los estudios acerca de la relación entre educación y sociedad se iniciaron mucho antes de los análisis de Bourdieu, pues ya se había teorizado acerca de esta temática, específicamente por el sociólogo francés Émilie Durkheim (1858-1917), quien formuló sus planteamientos teóricos en el texto “Educación y Sociología”, en el cual establece que la educación es función de un todo más amplio y organizado que es la sociedad de tal modo que la educación es una acción realizada por los elementos ya socializados que integran la sociedad, para tratar de integrar a los jóvenes a la vida social de acuerdo a las normas y valores que se realizan en las instituciones. Aunque Durkheim no ahonda en los problemas de pobreza, desigualdad o explotación, adjudica a la educación un papel integrador, ubicando a cada persona en el organismo social; por otro lado, establece el papel del estado como el más adecuado para definir las direcciones de la educación. La postura de Durkheim ha sido criticada por su falta de compromiso social y político, pero su pretensión de estudio científico, utilizando métodos históricos y comparativos, además de su enfoque orgánico, ha permitido desarrollar corrientes teóricas independientes de interpretaciones especulativas, o que privilegian el papel de las facultades innatas de los seres humanos.

Los estudios teóricos de la educación ya sean de carácter funcional o crítico, brindan nuevas perspectivas de análisis y ofrecen elementos para tomar decisiones que conduzcan a mejorar el estado de las personas en torno al sistema educativo, pero los problemas como la pobreza, la desigualdad y la falta de acceso a los servicios escolares, subsisten a pesar de esos estudios. Un problema educativo fundamental que permanece sin explicación, consiste en determinar la forma mediante la cual son asignadas las personas a las posiciones educativas y posteriormente sociales; esta explicación debe ir más allá de las determinaciones mecanicistas de clase social o de funcionalismo por determinaciones del sistema. Estas explicaciones, aunque abordan el sistema macro, dejan sin analizar el papel individual de las personas, el cual es de primera importancia en el sistema escolar.

Un avance significativo de los análisis sociológicos de la educación, se manifestaron en estudios etnográficos, los cuales efectivamente abordan elementos tanto estructurales como individuales, a través de profundizar en la vida y en las construcciones culturales de los estudiantes. Uno de los estudios que transformó las interpretaciones sociológicas de la educación fue el realizado por el británico Paul Willis (1945) en el libro Aprendiendo a Trabajar en el cual la escuela no es vista como un simple mecanismo de reproducción, a pesar de que se trate de una escuela para hijos de proletarios, quienes en su inmensa mayoría terminarán trabajando como obreros en la fábrica. El primer análisis, siguiendo su enfoque etnográfico, reconoce que los estudiantes no son un grupo homogéneo, sino que entre ellos hay quienes aceptan la cultura escolar y quienes la rechazan; es decir, en la escuela se reproduce la cultura, pero también se genera la contracultura. Lo que resalta es que la escuela sigue representando a la cultura oficial, la que propone el valor del éxito y la norma del esfuerzo, quienes la aceptan y la practican tendrán posibilidades de mejorar en su condición social, aunque permanezcan como subalternos de la clase dominante, pero al menos podrán aspirar a dejar de ser obreros para convertirse en empleados o jefes de alguna sección de la fábrica. Por otro lado, quienes rechazan la cultura escolar lo hacen con base en los valores de la cultura obrera representadas por las familias de los estudiantes en sus vecindarios. La escuela, por lo tanto, con sus valores y antivalores, se confirma como un efectivo mecanismo de ubicación en la estructura social, ya sea triunfando o fracasando, que al final serían solo las dos caras de una misma moneda: la clase baja.