Monterrey.- La mañana del jueves 16 de septiembre de 1897 en la Alameda Central de la Ciudad de México, un sujeto con aspecto de “teporocho” burló la seguridad presidencial y golpeó en la nuca a don Porfirio Díaz, sin lograr derribarlo, digamos que le dio un coscorrón.
Don Porfirio tenía 67 años y era un hombre muy fuerte, así que el golpe solamente le tumbó el bicornio de su uniforme de Generalísimo. El autor del “atentado” se llamaba Arnulfo Arroyo. El comodoro Ángel Ortiz Monasterio golpeó con su bastón al agresor rompiéndoselo en la espalda, en seguida el General Pradillo se echó encima de Arroyo perdiendo la manga de su uniforme a manos del agresor que finalmente fue sometido a golpes tipo “pamba loca” propinada por todos los acompañantes de don Porfirio que agritos ordenó ¡Denle garantías! Arroyo fue conducido al Palacio Nacional en calidad de detenido y se le encontraron en los bolsillos las armas que portaba: dos boletas de empeño, una por un puñal y otra por una pistola. La prensa y la opinión pública condenaron el “atentado” y algunos hablaban de un “complot” para asesinar al presidente que ese día era vitoreado en todos los eventos a los que asistió.
Al atardecer del mismo día, el Inspector General de Policía, Eduardo Velázquez ordenó poner camisa de fuerza al reo mientras él se iba a cenar. A las 12 de la noche, cinco tipos embozados y con zarapes entraron a la celda de Arroyo y al grito de ¡Viva Porfirio Díaz! le dieron muerte a puñaladas; antes el policía Bartolo Franco, custodio de Arroyo, había recibido la orden de su jefe Miguel Cabrera de que se retirara. La explicación oficial fue en el sentido de que el pueblo indignado se había hecho justicia por su propia mano. ¡Nadie lo creyó!
Los asesinos habían sido policías disfrazados que luego de cometer el crimen, regresaron uniformados para detener a “los culpables”: Abel Torres, un cochero que demostró que estaba trabajando lejos del lugar a la hora del crimen; Manuel Maya, un turista español que tomaba café en los portales del Zócalo, y Santiago Ordóñez, un paisano que se le ocurrió preguntar a los gendarmes que era lo que pasaba.
La prensa informó “matan al hombre que cometió el horrible y criminal atentado contra el señor presidente.” A las 10 de la mañana del 17 de septiembre el General Francisco Z. Mena, Ministro de Comunicaciones se hizo acompañar de José Ives Limantour (Secretario de Hacienda y Crédito Público) a Chapultepec para ver al presidente y pedirle que atraparan a los verdaderos asesinos, para así acallar a la opinión pública.
Esa misma tarde se puso en prisión al Jefe de la Policía, Eduardo Velázquez y a los oficiales de policía Villavicencio y Cabrera, mientras se realizaban las investigaciones. Al día siguiente se encontró a los verdaderos asesinos materiales que confesaron haber recibido instrucciones de Velázquez, Villavicencio y Cabrera mientras cenaban en “La Concordia”.
Se supo también que Arroyo había sido compañero de Velázquez en el Colegio Militar, pero se había vuelto alcohólico y servía como intendente en la “casa chica” de Velázquez, quien una semana más tarde se suicidó dándose un balazo con una pistola Rémington que nunca se supo cómo llegaría a su celda, aunque se especuló que fue introducida en la comida. Dejó un recado en el que aceptaba su culpa, pero señaló “obré sugestionado por todos aquellos a quienes ante usted he desenmascarado sin piedad y sin remordimientos… No es un criminal ni un desequilibrado el que muere; es un hombre y un patriota, un fanático por el gobierno y por el General Porfirio Díaz.”
En 1901 uno de los hijos de Arnulfo Arroyo narró en un folleto su versión, en el sentido de que en una cantina llamada “La Campana” varios bebedores, entre ellos su padre, (que habría empeñado un puñal y una pistola y traía dinero para la juerga) se enfrascaron en una discusión sobre el presidente; fue entonces que su padre, al “punto pedo” gritó que si a él le daba su gana le ponía una cachetada a don Porfirio. Se cruzaron apuestas y al día siguiente ocurrió lo que ocurrió.” Esta versión tampoco fue aceptada por la opinión pública.
Usted tiene derecho a formular su propia versión ¡Atentado o Puntada de borrachera! Hay se la dejo.
El evento inspiró la novela Expediente del atentado de Álvaro Uribe en 2008, misma que fue adaptada al cine en 2010 con el nombre El atentado por el director Jorge Fons.