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AUTORES DE NUEVO LEÓN
Entrevista con Denise Longoria
Eligio Coronado

Monterrey.- Denise Longoria (Monterrey, N.L., 1991) es poeta, escritora y artista performer, licenciada en letras mexicanas.

     En 2013, a la par con la carrera, comenzó estudios en teatro y danza.

     Se ha mantenido activa desarrollando y presentando su escritura y arte en talleres y diplomados organizados por organismos públicos y privados.

     En 2016 agregó definitivamente el arte acción (performance) a su repertorio de expresiones artísticas gracias a las influencias aprendidas durante el X Encuentro Hemisférico de Política y Performance organizado por la Universidad de Nueva York, en Santiago, Chile.

     Ha publicado en antologías, fanzines y plataformas impresas y digitales, locales y extranjeras. En 2018 abrió su página personal deniselongoria.com para guardar registro de su trabajo literario y artístico, impartir clases y talleres online, y compartir información sobre sus procesos creativos, útil para otros que también desean escribir literatura y expresarse por medio del arte.

     Actualmente tiene cinco libros disponibles en Amazon, música hecha a partir de su poesía en Spotify, y está trabajando para publicar tres nuevos libros de relatos y dos canciones, en el transcurso del 2020.

     Éstos son sus libros en Amazon:

«El amor en los tiempos de la Pepcola: literatura lúbrica y erótica de la época contemporánea (Cuentos picositos nº 1)»

«Los viajes oní¬ricos de Onán: poemas de amor» (2019)

«Cantos a Mariana: poemas» (2019)

«Poemas y canciones en inglés y español: Libro 1»

«Poemas y canciones en inglés y español: Libro 2»


En 2017 ganó la beca del Centro de escritores de Nuevo León (CENL). Y en 2018 obtuvo una residencia en la Casa internacional del Escritor Bacalar, en Quintana Roo.

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1- ¿Cómo escribes?
Con entrega, con pasión, a veces con rabia y otras con gozo, pero siempre que se puede; cuando escribo poesía sobre todo, pues escribo muy inspirada, como si se estuviera revelando ante mí el texto como una imagen, y mi trabajo fuera “pintarlo”, escribirlo.

     Otras veces escribo completamente derrotada porque quiero escribir pero no se me ocurre cómo empezar y me pregunto si de verdad sirvo para esto o solo son ideas mías, sobre todo cuando escribo cuentos e historias. Por eso desde hace unos años, desde que publiqué mi primer libro de poemas de hecho, en 2018, me di cuenta que en verdad tienen razón todos los escritores cuando dicen que hay que escribir con oficio, con método.

     No me refiero a un estilo, sino a escribir de forma constante, aunque no haya nada que escribir, escribir de todas formas. Antes solo escribía cuando me inspiraba, ahora se me ocurrió inventarme “trucos” para motivarme a escribir, para que “la inspiración me encuentre trabajando”.

     Eso nos decía la poeta Minerva Margarita Villarreal, en su taller de creación literaria en segundo semestre, el primer año de la carrera. “Que la inspiración te encuentre trabajando”. Creo que es una frase que aprendió de su amigo José Emilio Pacheco, no estoy segura. Sí nos dijo de quién, pero no recuerdo. A mí esas cosas se me olvidan.

     Minerva fue una gran maestra, fue la primera en enseñarme el oficio de forma impecable. Me dio libros, buenos libros, la colección «El oro de los Tigres» que acababa de publicarse; me regaló los primeros dos tomos, todavía los tengo. Y los releo cada de vez en cuando, sin orden, solo así. Como si fueran ventanas cada uno, un mundo distinto con bellísimos paisajes. Recurro mucho a esos libros para inspirarme y aprender. Es un gran legado esa colección de «El oro de los tigres».

     Yo jamás la hubiera comprado por mí misma, me parecía demasiado cara. Pero ella me los regaló, y en su taller nos recomendó muchas lecturas y yo las leí impresionada ante la belleza de esas palabras, de ese sonido.

     Su taller era de creación literaria, pero sobre todo nos enseñó a leer poesía y a corregir y depurar un texto. Nunca en ningún taller (y he tomado muchos) he visto a nadie corregir (destrozar) un texto como lo hacía Minerva. No creo que fuera lo ideal en un taller con un montón de morritos, muchos de los cuales ni quieren o no saben si quieren escribir, solo están ahí porque es parte del programa de la carrera.

     Pero para mí, creo que fue la mejor clase de toda la carrera y es el mejor taller de escritura creativa que he tomado hasta ahora.

     Obvio en el momento no hice caso al 80% de las cosas que nos dijo Minerva sobre el oficio, y ándale, siete años para lograr escribir mi primer libro de poemas que ni siquiera publiqué, y nueve años para empezar a entender cómo construir una historia y publicar mi primer libro de cuentos. Que está recién publicado de hecho. «El amor en los tiempos de la Pepcola» (2020), está disponible como ebook en Amazon. Este enlace lleva directo al libro: https://amzn.to/2uADFTb. Antes de ese libro, en 2019 terminé y publiqué mi primera novela, pero fue más un ejercicio narrativo. La publiqué con un pseudónimo porque no estoy orgullosa del resultado, solo necesitaba un resultado.

     Trato de escribir con inspiración siempre que puedo, pero si no hay inspiración entonces poco a poco me he obligado a escribir con oficio, y poco a poco deja de resultar tan angustiante y pesado el proceso. Sobre todo al final, por ejemplo, cuando corrijo mis textos, que siempre ha sido para mí la parte menos divertida, la edición, la corrección. Asegurarte que el texto escrito suena tan genial cómo se siente en tu cabeza.

     Porque a veces (muchas veces) escribir se siente como una lucha perdida, como picar piedra en lo profundo de una mina o arar el campo bajo el sol, y luego uno se siente ridículo porque no estás en una mina ni bajo el sol, estás sentado pensando, imaginando, escribiendo, pero así de arduo es a veces encontrar las palabras adecuadas. Entender el mecanismo para componer la historia, para traducir la sensación a poesía.

     Pero entonces sucede justo como decía Minerva (que decía José Emilio Pacheco o no sé quién), y como repiten todos los escritores profesionales que he leído hablando de sus procesos creativos. Estás ahí ante el texto sufriendo, pero luego, te obligas un poco a adentrarte en el momentum, en la posibilidad. Como si empezaras a darle a una bicicleta muy duro, pero de pronto ya encuentras el hilo y es como si volaras. Es muy divertido, como si estuvieras viendo la mejor película del mundo pero nadie más conoce la historia porque apenas se te va revelando.


2- ¿Por qué escribes?
Sobre todo escribo porque existe en mí el deseo, la necesidad incuestionable de escribir. Surgen canciones, surgen poemas e historias que tengo ganas de escribir y lo hago. O lo intento porque antes no me salía para nada. Pero luego ya de varios intentos van saliendo las cosas.

     También escribo para mí, como una forma de catarsis. De hecho así empecé a escribir, para huir, para desahogarme. Luego seguí escribiendo para entenderme y al mundo que me rodeaba. Y después seguí escribiendo por gusto y porque vi que a mis amigos y a desconocidos también les gustaba. Y porque también me gusta mucho leer; la historia de la humanidad, siempre, desde niña, me ha parecido interesante, las mitologías, pero luego en la carrera tuve mucha relación con textos y personas interesadas en historia, filosofía, sociología, psicología, y me di cuenta que la literatura es importante.

     Entonces me di cuenta que también escribo para crear un espacio seguro en donde podamos ser humanos, los que me leen y yo, para darle un espacio a la ternura, a los sueños en el caso de mi poesía sobre todo; y a la diversión al gozo, al conocimiento. Escribo también como un ejercicio de libertad, como un manifiesto contra el miedo, el tedio, la vergüenza. Escribo a favor de la libertad y la diversidad, contra el despotismo y el silencio.

3- ¿Desde cuándo escribes?
Empecé a escribir diarios, que nunca me gustó como sonaban, cuando tenía 6 años. A los 14 empecé a escribir poesía para desahogarme por situaciones muy difíciles que tuve que soportar en mi casa y en la escuela. A los 16 años más o menos empecé a escribir sin orden pero con gusto para mis amigos; escribía cuentos y poemas, de pronto celebrando la amistad, de pronto medio obscenos; bueno, porque estábamos todos en la edad de la punzada, o sea, todo súper normal. Después estudiando letras, tuve un taller de creación literaria súper revelador con la poeta Minerva Margarita Villareal. Ese taller fue muy importante para mí porque forjó mi noción de “escribir con oficio”.

     A partir de entonces pues terminé la carrera y he tomado muchísimos cursos y talleres literarios. Durante la carrera viajé por todo México (Cdmx, Mérida, Puebla, Tijuana, Querétaro) como ponente en distintos congresos organizados por la Red Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura (REDNELL), y eso me motivó mucho a seguir escribiendo. Y pues desde 2012 que murió mi papá, hasta 2019 más o menos, estuve según yo en peligro de “abandonar” la escritura, porque me enamoré de la danza, de la música y el teatro, y de pronto sentí que escribir a lo mejor había sido un error, una cárcel en vez de un refugio. Pero luego me di cuenta que en realidad nunca en esos siete años dejé de escribir.

     En 2017, por ejemplo, gané la beca del Centro de Escritores de Nuevo León, a la tercera vez de intentarlo. Y en 2018 obtuve una residencia en la Casa Internacional del Escritor Bacalar, en Quintana Roo. Jamás hubiera aplicado a nada de eso si no tuviera ganas de seguir mi carrera de escritora, pero digamos que pasé por un “reset”, en lo que sanaba muchas circunstancias por resolver tras la muerte de mi papá a quien le doné un riñón, la operación falló, él se infectó… luego hubo otra situación muy lamentable que sucedió el mismo día del funeral de mi papá. Algo relacionado con mi pareja de entonces y mis amigos. Ya ha pasado mucho tiempo, y el tiempo lo que no sana, alivia. Pero en ese momento sí fue muy duro. De pronto la carrera, la vida como la conocía, el futuro todo se evaporó como humo ante mis ojos y yo me quedé como flotando en un espacio infinito y sin sentido. Eso pasó en quinto semestre de la carrera de letras, y los primeros años después fueron muy duros.

     Ahora me da un poco de vergüenza con mis maestros sobre todo, y algunos compañeros. No creo haberles causado demasiada buena impresión lo último de mi estancia en la carrera. A mí simplemente me dejó de importar. Ya nada me importó. Lo único que tuvo sentido para mí esos años fue la danza. La danza me salvó entonces, así como antes me salvó la poesía, pero aunque se me quitaron las ganas de escribir, según yo. Seguí escribiendo, llenando libreta tras libreta. Hasta traté de ya no comprar libretas y solo escribir en la compu porque me daba cosa estar desperdiciando tanto papel. La última vez que conté, de 2012 para acá, tengo 36 libretas sin editar. Así que aunque según yo abandoné la literatura, supongo que la literatura no me abandonó.

4- ¿Para quién escribes?
Varía. Al final, siempre escribo primero que nada para mí. En los momentos más nefastos del proceso creativo, cuando el crítico interno viene y te arrecia con puros pensamientos negativos de que nada de lo que haces tiene ningún valor; en esos momentos me ha salvado recordar que, ante todo, escribo porque me gusta, porque deseo hacerlo. Dicho eso, claro que también escribo para otros a veces. He escrito para la gente que quiero, amigos, familia, personas que en ese momento tienen mi atención y se elevan como musas que me “dictan” la poesía, y entonces con esas palabras yo “forjo” la poesía. A veces como si ensamblara algo y a veces literal como si fuera un herrero dándole duro al metal caliente con un mazo. La poesía a veces sí la escribo para “alguien” en específico; la mayoría de las veces la escribo inspirada en sentimientos o sensaciones.

     Para las historias, en cambio, me inspiran más las ideas o los conflictos y problemas que veo a mi alrededor. Últimamente, que me puse más en serio a escribir historias, también logré que algunas personas me inspiraran a escribir historias pero, la narrativa para mí es un ejercicio un poco más consciente. La idea de la historia a veces surge igual, como la poesía, pero escribirla sí requiere un esfuerzo un tanto más consciente de mi parte, de querer escribirla. Por ejemplo cuando, literal, alguien me encarga una historia para algo o yo me pongo el reto de escribir. Así sucedió con mi primer libro de cuentos, por ejemplo, que yo decidí escribirlo. Si no la historia simplemente no sucede, más que en mi cabeza.

5- ¿Sobre qué escribes?
Creo que el amor y la muerte son como los dos grandes temas de mi literatura. Esos dos temas y los subtemas que a partir de ahí puedan distenderse. El amor y la muerte como los grandes temas sobre todo de mi poesía, como temas y motivos. De las historias, la narrativa es un poco distinta. Como si la poesía fuera algo celeste, etéreo, y las historias fueran más tangibles de este tiempo y espacio. Este año 2020 decidí “practicar” escribiendo diferentes géneros narrativos: lo erótico, la fantasía, la ciencia ficción, el terror, las épocas festivas. Pero creo que mis historias se alimentan sobre todo con el fuego de los conflictos sociales, la historia de la humanidad, ideas filosóficas, la psiconáutica y temas relacionados con el medio ambiente y la lucha por los derechos humanos y lgbtqa.


6- ¿Qué es para ti la literatura?
Para mí la literatura es una práctica, un invento de la humanidad para intentar encontrar un poco de sentido al sinsentido de existir. Para recordar y construir eso que para nosotros, como especie humana, es importante.


7- ¿Qué opinas de tu propia obra?
Desearía ser menos insegura. Haberme tardado menos en empezar a publicar. Pero a veces cuando veo los primerísimos poemas que publiqué en fanzines y antologías de poetas jóvenes, me leo y digo: “ay bb…”, entonces bueno. Creo que todo se ha ido desarrollando como tenía que ser. Y lo que estoy empezando a publicar ahora, sé que no es perfecto, pero creo que tiene una cierta calidad que antes era incapaz de construir y que me daba cuenta que no lograba (no publicaba por eso), pero que no entendía cómo resolver. Poco a poco lo he ido comprendiendo. Creo que estoy empezando a encontrarme, mi voz y mis formas. Pero creo que me falta mucho, tanto en poesía como en narrativa, pero más en narrativa. Igual como todo arte, como toda práctica, conforme practico voy mejorando y eso me emociona. Me emociona saber qué más voy a aprender. De qué seré luego capaz...


8- ¿Cuándo está listo un texto?
Creo que más bien el texto decide cuando ya está listo y el arte del escritor consiste en saber escuchar al texto. Los escritores jóvenes no escuchan al texto, pero no porque no queramos. Bueno porque apenas ahora estoy sintiendo que estoy dejando esa “juventud” de escritor… pero es que tras veintitrés años escribiendo (desde los 6), con más o menos ganas pero sin detenerme jamás, eventualmente la literatura va cediendo sus secretos y entonces ella solita te va mostrando su lenguaje, como una amante que te enseña como amar y al principio uno ahí anda de precoz, pero entonces ya empiezas a entender cómo va el asunto. Un texto está listo cuando expresa fielmente lo que el escritor quería decir, y como eso no pasa casi nunca, o quizás suceda en alguna madurez que yo aún no alcanzo, pues lo único seguro por ahora es la confianza. Luego de someter el texto a las pruebas de la corrección, la edición, la distancia temporal (mínimo una semana para que el texto descanse), la relectura y otra vez la corrección, llega un punto en que a lo mejor sientes que no está perfecto el texto, pero que es el mejor acabado que le puedes dar, para esa realidad para ese momento tuyo en el que estás, entonces creo que es momento de darle al texto la oportunidad de vivir.

     Yo no tengo hijos, pero así bien dicho, de forma bien idealista, me imagino que es como preparar a un hijo para la vida y así jovencito decirle: “bueno, pues yo ya te di todas las armas y el saber que te pude dar, ahora ve al mundo y que seas y te sea de provecho”. Algo así, entonces ya solo el tiempo dirá. Y pues uno como creador le tiene mucho amor a sus textos pero hay que dejarlos ir. Si uno falla pues… por lo menos son textos, no hijos, hay que aprender de los errores, mejorar y seguir.

     Como un consejo rápido para escritores que comienzan, sean jóvenes o no, no importa, pero que comienzan (o que retoman luego de mucho tiempo sin escribir). Cuando aún no se alcanza (o se pierde) esa “seguridad” de ya haber corregido hasta no poder más un texto, algo mega útil es leer a poetas que admiras de verdad, “a los grandes”, poetas y escritores cuya calidad sea imposible poner en duda, pero digo poetas, porque la música de la poesía se absorbe de forma más inmediata que la música de la prosa, creo.

     En fin, el truco, sobre todo si sientes que “algo” no termina de estar bien con un texto pero no sabes qué es, mi truco es leer en voz alta los poemas de esos poetas cuya calidad admiro sin lugar a dudas. Lees en voz alta varios poemas, algunos cuantos, de preferencia de autores diferentes y entonces lees de nuevo tu propio texto. Si no hay nada más que moverle así se va a quedar, y si hay algo que hacer el texto solito te lo va a decir cuando se compare con la música de esos grandes que has leído.

9- ¿Qué opinas del nivel de nuestra literatura nuevoleonesa?
Nuevo León tiene tesoros escondidos. Yo estudié letras en la UANL, y al final llevamos un semestre de literatura nuevoleonesa que a todos nos parecía una pérdida de tiempo. Yo la hubiera considerado una pérdida de tiempo si no fuera por dos o tres obras que nos encargó la maestra Dolores Hernández, que por cierto mis respetos a su amor por la literatura de Nuevo León. Tres son los tesoros que descubrí en esa clase: «Narcedalia Piedrotas» de Ricardo Elizondo Elizondo, «El reino en celo» de Mario Anteo y «El último lector» de David Toscana. También recuerdo un libro de cuentos muy divertidos de Luis Aguilar, «Lateral izquierdo». Poesía leímos poco en esa clase, afortunadamente sí conozco poetas de gran calidad.

     Quiero hablar un poco de esa obra «Narcedalia Piedrotas», porque al leerla me pareció increíble que no fuera una novela famosa, o por lo menos bien conocida. Al menos en ese momento cuando la leí, hace casi 5 años, no sé si ahora la vuelvo a leer opine diferente. Pero en ese momento me pareció una increíble obra de estilo realismo mágico pero hablando sobre una “mítica” ciudad que es Monterrey, aunque no lo sea.

     Para mí esa obra está al nivel o prácticamente al nivel de «100 años de soledad». Y si no ha llegado a ser tan famosa quizás solo es porque la protagonista es una mujer o porque no ha tenido la publicidad adecuada. Pero esa obra de «Narcedalia Piedrotas» me ayudó a desechar la noción de que “local” es sinónimo de baja calidad, hablando de arte y literatura. Aunque no puedo negar que sí hay mucha obra impresa de muy baja calidad.

     Una vez, por ahí de 2017, cuando yo estaba preocupada porque no me salía escribir con la calidad que yo quería, decidí hacer un breve trabajo de campo leyendo autores locales. Así que fui a la Casa Universitaria del Libro de la UANL y abrí un libro al azar, publicado por la autónoma. Y me enojé. Me enojé con la editorial por estar publicando textos que ayudan a nutrir la noción general que la literatura local es de baja calidad, y me enojé conmigo por ser tan cobarde y tan insegura de no atreverme a terminar y presentar mis propios libros, porque yo en ese momento aún no lograba escribir ningún libro, me daba miedo, sentía que no tenía el derecho, que no sabía cómo y que cualquier cosa que yo hiciera iba a estar mal y de pésima calidad y que era un error publicarlo.

     Entonces decidí, pues, sí preocuparme por la calidad de mi literatura, obvio, según yo eso es como ética profesional básica de cualquier escritor (aunque a algunos con tal de publicar parece que no les importa) pero ya dejar de ser tan cobarde perfeccionista y simplemente lanzarme, aprender y mejorar.

     Creo que el nivel de nuestra literatura nuevoleonesa está en un peligroso punto medio. Hay obras muy buenas, de narrativa y poesía, y otras cosas pésimas, pero todo revuelto en el mismo casi anonimato. Al menos yo, siendo bien sincera, he leído poco literatura nuevoleonesa, comparada con literatura sudamericana o europea. Pero de lo poco que he leído pues te digo hay cosas muy buenas, y otras que me animan a yo echarle muchas ganas y valorar más mi propio trabajo.

10- ¿Vives de la literatura?
Vivo gracias a la literatura (y a las artes), pero de la literatura todavía no. El año pasado apenas me planteé seriamente lograrlo y este año decidí trabajar duro, como regia que soy, para que mi arte, mi literatura, sea un trabajo sustentable, sobre todo porque implica demasiado trabajo y sacrificio como para no intentar que sea un trabajo sustentable. Por eso abrí mi página web deniselongoria.com. Por ahí estaré compartiendo gratis poemas, relatos pero también los hallazgos que a mí me permiten, pero espero que también a otras permita mejorar y escribir mejor.

     Yo hubiera deseado que alguien me dijera así, más fácil, muchas de las cosas que he descubierto los últimos años para ya por fin entender cómo funciona el mecanismo de las historias, por ejemplo, porque la poesía pues no fue tan difícil de comprender, pero a lo mejor si no hubiera estudiado letras pues nunca hubiera llevado ese taller con Minerva Margarita Villarreal, que me descubrió el mundo del oficio poético y literario.

     Yo tenía otras opciones de carrera, bien pude estudiar otra cosa y no creo que eso hubiera disminuido mis ganas de escribir, pero sí hubiera vuelto más curveado el camino para entender cómo escribir literatura. Entonces pienso en esa yo de una realidad alterna que estudió otra cosa, no letras, pero que igual tiene ganas de escribir y decidí ayudarla compartiendo esta información que yo voy aprendiendo. Quizás no cosas que haya aprendido literal en la carrera, porque a mí me tocó un enfoque más dirigido a formar lingüistas y académicos, no poetas o escritores de ficción. Aunque obvio ese conocimiento y todo lo que aprendí al sumergirme en el mundo de las letras: toda la formación extracurricular que recibí de mis maestros, platicando, recomendándome libros, participando en eventos universitarios en el estado, en otros estados e incluso fuera del país. Todo ese mundo que conocí gracias a la carrera estoy segura que nutre mi literatura, y lo agradezco.

     Pero aun así me doy cuenta que ese conocimiento me enseñó a afinar, editar y corregir mis propios textos, no tanto a escribirlos. Entonces pues toda esa información de escritura y procesos artísticos es lo que me alegra poder compartir en mi propia página deniselongoria.com, donde estaré compartiendo en su mayoría información sin costo. Hasta estoy diseñando un taller literario online gratis, que sirva como catalizador para que te pongas (digo, quizás no tú, pero quién lo deseé) a escribir literatura, poemas o historias con ayuda de ejercicios de escritura e información como en cualquier taller literario. Que normalmente es la mejor práctica para animar a los escritores a seguir escribiendo.

     Entonces pues este taller online está orientado a eso, también de tal manera que el resultado de los textos escritos, es decir la calidad o la complejidad de un texto, sea reflejo de su autor, para que sea igual de útil tanto para escritores de oficio que estén pasando por algún bloqueo creativo o quieran ejercicios de escritura externos que los anime a escribir, y personas que les gusta escribir pero no saben cómo es eso de escribir con oficio, pero les gustaría aprender a pasar las sensaciones o ideas que tienen en la cabeza a poemas e historias escritas por ellos mismos, que les guste como suene, o que al menos sepan por qué no les gusta y conozcan nociones básicas de estilo y estética del texto para autocorregir sus propios textos. Cosas como melodía, ritmo, imágenes en el texto sobre todo para poesía, y estructura, personajes y progresión narrativa en el caso de las historias.

     Todo eso sin costo, pero obvio también estaré ofreciendo, bueno, mis libros publicados, (disponibles en http://deniselongoria.com/libros/) que hasta ahora tengo tres de los cuales me siento particularmente orgullosa: dos libros de poemas, disponibles en formato impreso: «Los viajes oníricos de Onán» y «Cantos a Mariana», y mi último libro publicado solo en formato digital: «El amor en los tiempos de la Pepcola», que es un libro de cuentos eróticos.

     Que no creo que haga falta mencionarlo, pero por si acaso, pues al comprar mis libros, leer y recomendarlos me acerco un poquito más a poder vivir de la literatura, que es el sueño de todo escritor, supongo. Para ayudarme a construir ese sueño, además de toda la información gratis en mi página, también estaré dando cursos y talleres de pago, así como asesorías personalizadas y otros servicios, que pueden checar en mi página. De esta manera no solo ayudo a otros que también quieren escribir y le doy más provecho a toda esta información que sigo aprendiendo al continuar mi carrera literaria, sino que también me ayudo a continuar escribiendo. Porque escribir libros, con la intención de que sean buenos libros, divertidos, interesantes, valiosos, que enorgullezca a mis maestros y a mí misma el que existan, que entretenga a los lectores, que valga la pena leerlos.

     Escribir ese tipo de libros es agotador. Toma mucho tiempo y requiere grandes dosis de disciplina para seguir escribiendo, aunque no tengas ganas o no te sientas inspirado, y fuerza de voluntad para vencer al crítico interno que yo creo casi cualquier artista/escritor/creativo conoce. Es demasiado trabajo como para no intentar seriamente vivir de ese trabajo. Por eso a las personas que les gusta lo que hago, mi arte, mi literatura, agradezco mucho su apoyo leyendo y recomendando mis libros y recomendando mi página web a personas que tengan ganas de ponerse a escribir o seguir escribiendo para terminar y publicar sus propios libros.

11- ¿Para qué le sirven los escritores a la sociedad?
Creo que esa pregunta la responde perfectamente este texto “El viaje a la ficción”, (https://www.letraslibres.com/mexico-espana/el-viaje-la-ficcion-0).Yo lo leí hace algunos años, en una antología de ensayos que me regalaron, y lo leí cuando estaba renegando de la literatura, cuando me parecía una pérdida de tiempo, una cárcel. Leí eso y dije “aaah, claro…”. Digo, no fue inmediata mi reconciliación con la literatura, pero empecé a recordar la importancia de la literatura y pues por asociación la importancia de los escritores porque sin escritores no hay literatura.

     Voy a intentar responder de la manera menos idealista y más pragmática posible, tomando en cuenta que soy originaria de una ciudad que favorece, creo, casi cualquier tipo de industria antes que la industria cultural, ni se diga de la industria cultural independiente. Y que fomenta el consumo material, la pretensión de poder oligarca y déspota y la enajenación psicológica de las personas para consigo mismas y con otros y el mundo (medio ambiente) que les rodea.

     Los escritores sirven para transcribir y documentar las ideas, sensaciones, sentimientos, motivos, fenómenos, filosofías y hallazgos de una época, un espacio, una cultura, un grupo social. Nos enteramos del mundo y nos relacionamos con ese mundo gracias a las canciones, poemas, historias, ensayos, obras, guiones, estudios, noticias, discursos, que escriben los escritores, ya sea de su propia imaginación o de hechos reales.

     Ahora, sobre todo, la escritura tiene un papel fundamental para el desarrollo empresarial, que es un tema como de mucho interés en mi ciudad, aunque por lo general a los escritores de ficción y poesía no les gusta redactar textos empresariales. Y es normal, porque un texto empresarial no refleja al autor, no es un “estudio/análisis” del mundo (interno o externo) del autor o su contexto, o algún contexto real o ficticio, sino un dispositivo para lograr una acción específica en beneficio de una empresa. Que tampoco está mal, por ejemplo, si quiero dar a conocer, no sé, un movimiento social en favor de los derechos de la mujer, del medio ambiente o la comunidad lgbtqa, o la cura contra una enfermedad, o un nuevo hallazgo científico, por ejemplo.

     El caso es que ya sean textos literarios, empresariales, académicos, científicos, históricos o de lo que sea, no hay texto sin escritores. Y sin texto es imposible crear puentes comunicativos lo suficientemente complejos para lograr los grandes avances que hemos logrado como humanidad. Se sabe que la especie humana existe y se comunica desde mucho antes de haber inventado el lenguaje escrito, pero a partir de este invento se acelera el progreso de la humanidad como especie hasta esta actualidad que nos parece tan normal, pero que en realidad es casi, creo, un milagro de la naturaleza.

     Entonces todo esto para defender la importancia del oficio de escribir, para los estándares de gente “seria” como los adultos de los que habla el protagonista de «El principito» de Antoine de Saint-Exupéry, se sientan felices de tener argumentos lógicos y trascendentales para entender la importancia de los escritores en el mundo.

     Para mí, más importante que esos argumentos serios y reales, está la íntima relación que he entablado con algunos libros, que a lo mejor solo un lector (alguien al que le gusta leer) puede entender. Aunque se podría decir que tuve una infancia “privilegiada” (techo, comida, buena educación), la verdad es que me da algo de lástima cuando vuelvo la vista atrás, de ver la niña tan nostálgica y triste que fui. Yo no sé qué hubiera sido de esa niña, si no fuera gracias a la poesía y a las historias que, obvio, pues alguien tuvo que escribir.

En los momentos más duros de mi infancia y adolescencia, la literatura fue mi templo, mi lugar seguro, un espejo, una cámara de aire, un parque de diversiones que de formas inconscientes me ayudaba a entender y a respirar, a la vez que fue también mi nave espacial con la que viajé a muchos mundos y muchas épocas.

     No creas que solo me la pasé leyendo, vi muchísima televisión. Ahora me hubiera gustado ver menos tele y preocuparme por leer más. Pero bueno, en ese entonces yo ni idea de que me iba a interesar seriamente escribir. No tenía idea de nada. Simplemente me gustaba leer porque algunos libros se me hacían entretenidos, para preocupación de mi papá, que se enojaba porque yo prefería leer “esa basura” de Harry Potter antes que a Borges o a Kafka, por ejemplo.

     Pero, pues, yo tenía 12 o 13 años, obviamente prefería leer cómics o a HP que a Borges. Es importante dejar que la gente, sobre todo niños y jóvenes, lean lo que tengan ganas de leer, pero que lean. Ofrecerles la lectura, motivarlos a leer, y poco a poco conducirlos hacia otro tipo de literatura. No imponerles lecturas “valiosas” que no tienen nada que ver ni con ellos ni con su realidad y lo único que provoca es que la gente crezca con esta falsa percepción que la literatura es una obligación, importante por alguna razón que nadie entiende, pero aburrida y tediosa.

     También por eso creo que es responsabilidad de los escritores, sobre todo de los escritores de ficción, escribir buena literatura, interesante, bien escrita, que de gusto leer. Creo que eso ayudaría a que sea más fácil de entender la relevancia/utilidad de los escritores en la sociedad.

12- ¿Quiénes escriben mejor: los hombres o las mujeres?
¿Existe seriamente algún escritor que opine que un hombre o una mujer escribe mejor solo por ser hombre o por ser mujer?

     Escribe mejor la persona que más haya leído y más se haya preocupado por trabajar y afinar su texto para que exprese justo lo que desea expresar en su texto o por medio de su texto. Lo que sea que uno tenga entre las piernas, y como sea que una se identifique, independientemente de lo que tiene entre las piernas, es una circunstancia irrelevante en cuanto a la calidad literaria que sea capaz de conseguir.

     Lo que sí, es que histórica y actualmente como es real esa mega importancia (irrelevante en mi opinión) que la especie humana le da a los genitales, pues “los hombres” históricamente han tenido oportunidades que las mujeres no.

     Hay que tomar en cuenta que apenas a mitad del siglo pasado (s XX) se “normalizó” la idea de enviar a las mujeres a la escuela y enseñarlas a leer y escribir. E incluso hoy en día muchos consideran innecesario educar a las mujeres, porque solo las perciben como contenedores de deseos y fantasías, el origen del pecado y máquinas reproductoras.

     Para colmo, las mujeres no solo han recibido una educación intelectualmente deficiente en comparación histórica con los hombres, sino que se educa a las mujeres para ser tontas, dependientes y sumisas. Se les enseña a considerar el intelecto como algo “masculino” y por ende “poco femenino”, a avergonzarse de su capacidad y su conocimiento, a callar y abstenerse de opinar en público y a considerar sus propias opiniones débiles y mediocres, motivadas por la “emoción” en vez de por la “razón” y la “lógica”, en comparación con los hombres.

     En un contexto así, pues supongo que es normal considerar “real” el absurdo de que una biología es capaz de producir mejor literatura que otra. Sobre todo tomando en cuenta que históricamente muchas mujeres publicaron literatura escrita por ellas, pero firmada con nombres masculinos, porque era la única manera de publicar. Y no solo en el pasado, creo que la misma autora de HP por ejemplo, que en alguna ocasión leí que se había hecho más rica que la reina de Inglaterra, firmó solo con sus iniciales y apellido para no “delatar” su género, y que le hicieran caso.

     En ese sentido, me impresiona la verdad lo lento que evolucionan las ideas humanas por ejemplo, en comparación con la tecnología. Espero que los movimientos feministas, tan activos en la actualidad, permitan eventualmente disolver ese absurdo, para poder por fin enfocarnos en LA literatura, no en el pene, la vagina o lo que sea que estaba entre las piernas de la persona que escribió.


13- ¿El gobierno o Conarte te han apoyado alguna vez?
Sí, gané una beca PIDAC de Conarte en 2016, que creo ya no existe o se llama diferente, que me ayudó a solventar parte de los gastos para viajar a Santiago, Chile, al X Encuentro Hemisférico de Política y Performance organizado por la Universidad de Nueva York.

     También me gané la beca del Centro de Escritores de Nuevo León en 2017, y no recuerdo si en 2014 o cuando, pero cursé todos los módulos, durante varios meses, de un Diplomado de literatura organizado y financiado por el INBA y Conarte.

14- ¿Autores favoritos?
A riesgo de quedarme muy corta, Roberto Bolaño, Guadalupe Nettel, Agota Kristof, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Nellie Campobello, William Blake, Vladmir Nabokov, Neil Gaiman, Pablo Neruda y Gabriel García Márquez.

     Pero ufff, son demasiados autores los que me han gustado, y aunque no son pocos los libros que he leído, siento que hay tanta literatura y tanto que me falta leer... por ejemplo, también me gustan Voltaire, Borges y Oscar Wilde, pero siento que los he leído muy poco para considerarlos autores favoritos. En todo caso, considero como favorito no tanto un autor, sino obras de diferentes autores.

15- ¿Libros que te hayan impactado?
Sonará chistoso que yo lo diga quizás, pero historias bíblicas en ediciones para niños, y luego el viejo testamento de la «Biblia» lo leí como a los doce y me quedé así de WOW, mega impactada.

     «Por el mundo» y «Mis universidades» de Máximo Gorki, junto con «Confieso que he vivido» de Pablo Neruda, también fueron libros mega impactantes en mi adolescencia, de hecho creo que me decidí a estudiar letras solo por ese libro de «Confieso que he vivido».

     «El retrato de Dorian Gray», de Oscar Wilde, también fue un libro fundamental en mi adolescencia, nos impactó a todos, a mis amigos y a mí. Y la verdad… bueno es que en mi adolescencia leía lo que me pareciera interesante no seguía ningún tipo de orden, pero leí muchas novelas de caballería. Me da un poco de pena admitirlo, no sé por qué pero me encantaba leer esas historias del ciclo artúrico y también por una caricatura que me gustaba ver en la tele, me fascinó la mitología grecolatina. Leí muchísimo de todo eso, pero no tal cual en un libro específico, sino en internet y en cualquier libro que pudiera conseguir sobre caballeros y mitología.

     Más grande, me impactó «Los detectives salvajes» de Roberto Bolaño (ya lo leí dos veces y lo quiero volver a leer), «El gran cuaderno» de Agota Kristof (increíble, lo leí en un día en una biblioteca pública en Santiago, Chile y lo quiero volver a leer, pero en Monterrey es imposible de conseguir) y «El cuerpo en que nací» de Guadalupe Nettel, también. De hecho tengo una tesis inconclusa sobre ese libro de Nettel, me gustaría terminarla. Pero, pues en algunos años ojalá, cuando ya no tenga que preocuparme tanto por cómo sobrevivir. Otro libro importante para mí es: «On the road» de Jack Kerouac.

     En mi infancia, preadolescencia, obvio, es imposible negarlo, me impactó «Harry Potter» de J.K. Rowling; todos los niños de mi generación a los que les gustaba leer, soñábamos con recibir una carta de esa escuela mágica para irnos lejos a aprender magia de verdad.

     También más o menos a esa edad me impactaron los cuentos de «Las mil y una noches» (edición y traducción de Rafael Cansinos Assens, recomendaba por Borges que, obvio, era la que mi papá tenía que tener). Y no un libro, pero los primeros versos de “Testamento de otoño” de Pablo Neruda (Entre morir y no morir me decidí por la guitarra y en esa intensa profesión mi corazón no tiene tregua…) que mi papá me recitó de memoria un día, y que llevo conmigo, esos versos y ese recuerdo grabados en la memoria más profunda del corazón.

     Por último, antes de todo eso, porque también fueron muy importantes, en esa edad, no estoy segura de cuántos años, pero entre kinder y primaria cuando uno transita entre no saber leer bien y ya saber leer mejor, me impactó «La ovejita negra» de Augusto Monterroso y «El pozo de los ratones y otros cuentos al calor del fogón» de Pascuala Corona. Esos cuentos me los leía mi mamá antes de dormir (indescriptible el profundo agradecimiento y amor que le tengo a mi madre, por ser la increíble persona que es, y también por darme el regalo inmenso de esos cuentos antes de dormir cuando era niña).

     Esos dos libros infantiles me impactaron tanto, que mucho tiempo después, cuando esas lecturas antes de dormir ya se me hacían un recuerdo lejano, yo los releí muchas veces. Para mí esos cuentos son un hermoso, grato y tierno recuerdo.

16- ¿Cómo generarías lectores?
Fomentar que los padres lean a sus hijos antes de dormir, para generar lectores y fortalecer lazos afectivos entre padres e hijos.

     Que en las escuelas dejen de imponer textos del siglo xvi o xix a jóvenes del siglo xxi.

     Que los maestros reciban sueldos y prestaciones decentes que les permita preocuparse en compartir su saber y el gusto por ese saber, en vez de estar insatisfechos y preocupados con su propia supervivencia y, por favor, que contraten maestros entusiastas de la literatura para dar clases de literatura, no a profesionistas formados en algo nada que ver con literatura, que ni siquiera les gusta leer la literatura, pero que necesitaban chamba y pues ni modo, era lo único que había.

     También que se fomente la lectura de cómics, mitologías y otros tipos de lecturas más interesantes para “no intelectuales” y que poco a poco se fomente la transición a lecturas más “serias”.

     Y que haya vales para libros en los trabajos, así como hay vales para la despensa o la gasolina, para que las personas puedan permitirse el lujo de leer un libro de 200, 500 o 700 pesos sin problema. Y que el estado fomente más actividades literarias públicas como cuentacuentos, talleres y círculos de lectura.

17- ¿Qué recomendarías a las personas que desean ser escritoras?
A cualquier persona que quiera escribir, pero sobre todo a las personas que por su género están condenadas a ser percibidas como “escritora” en vez de simplemente como “escritor” o alguien que escribe, le recomiendo lo mismo que le recomendaría a cualquiera que desea ser escritor: leer mucho, de todo, (poesía en voz alta incluida) cosas que te gustan y cosas que no te gustan, pero sobre todo mucho cosas que sí te gusten.

     Leer mucho, escribir mucho y corregir más. Compartir lo que escribes en talleres literarios y micrófonos abiertos. Leer y escuchar a otros escritores hablando sobre sus procesos creativos. Atreverse a ser receptivo y experimental. Al principio siempre dudar de la calidad de un texto recién escrito, pero nunca dudar de tu talento y capacidad para aprender cómo corregirlo. Darle espacio y tiempo a los textos que escribes y luego releer y corregir como si te pagaran millones para afinar y dejar bien pulido ese texto. Ser sincero con uno mismo, percibir y aceptar cuando no has logrado escribir como querías, o cuando no has obtenido la reacción que esperabas de tus lectores.

     Nunca darte por vencido. Evitar psicoanalizarte o a tus textos mientras escribes. Lo más importante: para escribir historias, y que es un descubrimiento muy reciente, darte la oportunidad de descubrir tu propia historia mientras la escribes, y asombrarte sin censura de tus propios personajes y lo que hacen. Dejar que la historia suceda y escribirla mientras se revela ante ti, en vez de crear primero una ficha técnica con los datos más relevantes de tu historia (o poema) y tratar de escribirla después.

18- ¿Proyectos futuros?
Este año 2020 decidí dedicarlo al ejercicio y práctica de la narrativa, a experimentar con distintos géneros narrativos. Espero sacar para principios de mayo un libro de relatos y notas, inspirado un poco en «Las ciudades invisibles» de Italo Calvino, pero yo escribiendo sobre Monterrey. Solo que no cualquier Monterrey, sino la ciudad vista a través de una óptica fantástica y de ciencia ficción. La idea de ese libro surgió hace varios años, aún iba a la universidad cuando primero se me ocurrió. Pero esta vez me he planteado en serio escribirlo.

     También quiero escribir este año un libro de cuentos de terror, obvio, para que salga publicado por ahí de octubre, y si todavía no tengo llena de canas la cabeza para entonces, trataré de escribir un libro de relatos; aún no decido por completo si específicamente navideños o solo invernales.

     Además de eso seguiré desarrollando mi página web, deniselongoria.com, para compartir la información que voy descubriendo útil para escribir y crear, e impartir cursos y talleres de literatura, maquetación y publicación de libros, para yo también poder seguir escribiendo.

     Por último, además de escribir, también hago música y me gusta expresarme por medio de la danza y el performance, así que en modo laboratorio seguiré ejercitándome en esas artes. Porque en 2021 me gustaría tener ya suficientes recursos para continuar produciendo mis canciones (es carísimo producir música) y videos que me ayuden a sintetizar el trabajo artístico experimental que estaré realizando este año como parte de un movimiento/laboratorio artístico que decidí llamar RAW MATERIAL, que estaré compartiendo de forma pública en redes sociales como #rawmaterial #rwmtrl y #rwmtrl20

     Para mí, esto último de Raw Material es una forma de continuar activa en la práctica artística aunque no haya recursos ni presupuesto para producir y realizar obras terminadas, así como los libros que publico. Así que esos son mis próximos proyectos, y obvio seguir escribiendo poemas, cuentos o lo que surja, además de los proyectos específicos que tengo, para publicar en mi blog, y en otras plataformas y publicaciones.